“Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, reza una de las Veinte Verdades de la doctrina justicialista, que Juan Domingo Perón pronunció en su discurso del 17 de octubre de 1950. Cuatro años después, el General aprovecharía un encuentro con líderes de la comunidad árabe en la Argentina para permitirse agregar el enunciado número veintiuno: “Para un árabe no debe haber nada mejor que otro árabe”, dicen que les dijo, cómplice, con la certeza que en ese preciso instante los estaba sumando definitivamente a su movimiento político.
Con matices, la escena es recreada en el comienzo de Los muchachos peronistas árabes, el libro que el historiador israelí Raanan Rein acaba de presentar en la Argentina, en lo que sería una suerte de continuación de su anterior Los muchachos peronistas judíos. En este nuevo ensayo, el especialista en peronismo y vicerrector de la Universidad de Tel Aviv vuelve a explicar por qué, a su criterio, Perón no era nazi y se anima a plantear que la histórica apertura del peronismo a las colectividades extranjeras podría convertirse, hoy, en una adecuada salida política frente a la xenofobia y discriminación nuestras de cada día. “En este momento -explica- hay un fortalecimiento de líderes caracterizados por actitudes racistas, que están proponiendo cada vez más medidas para restringir la inmigración. En cierto sentido, la política de inclusión que propuso el primer peronismo hacia distintas colectividades étnicas, como la árabe, puede servir como un modelo a emular en este mundo cada vez menos tolerante, que tiene miedo al pluralismo y al mosaico de identidades que existe en cada sociedad.”
-¿Y qué observa en la sociedad argentina, teniendo en cuenta que estudió durante años el peronismo?
-La visión de la gente se caracteriza por un enfoque binario, por pintar todo en blanco y negro, sin matices ni otras perspectivas. En mis libros intento analizar el fenómeno peronista, pero siempre me encuentro con la misma pregunta: «¿Vos sos peronista?» Me suelen interpelar como si antes de ponerse a leer mis textos, necesitaran saber si me defino en forma ideológica con respecto a la política argentina.
–¿Y cuál es su respuesta?
-Como no soy argentino, no vivo aquí y no estoy metido en las internas de la política local, me veo liberado de la necesidad de definirme. Lo que intento es analizar con sus sombras y luces este fenómeno que es el peronismo. Porque hay muchos valores y políticas que aprecio y elogio, pero al mismo tiempo hay otros aspectos que he criticado. Así como intento enfatizar su impulso democratizador, no olvido su impulso autoritario. Porque ambos coexisten.
–¿El peronismo es, como sostienen muchos, un fenómeno imposible de explicar?
-Una de las características de los argentinos es que se creen únicos. Cuando una sociedad repite que es única, pierde la posibilidad de analizar ciertos fenómenos desde una perspectiva comparativa. Si somos únicos no hay con quienes compararnos. Por eso, intento analizar este país desde una perspectiva comparativa y, de repente, algunas cosas que parecen terribles pueden ser así, pero resulta que también han sucedido en otros lugares. Eso me puso varias veces en situaciones incómodas y me trajo críticas feroces, por ejemplo, cuando hablé del fenómeno del antisemitismo en la Argentina.
–¿Somos antisemitas?
-Siempre ha existido una corriente antisemita, sin ninguna duda, y en el plano social mucha gente tiene estereotipos acerca de los judíos. Pero es importante señalar que ocurre exactamente lo mismo en otros países. Cuando la gente habla de la entrada de criminales de guerra nazis en la Argentina, parece muy problemático pero se olvidan que pasó lo mismo en Estados Unidos, la Unión Soviética, Canadá y en Sudáfrica.
–Eso no invalida el cuestionamiento…
-Coincido. Pero vincular a Perón con el nazismo fue una forma de deslegitimación, un mecanismo de la sociedad argentina para no asumir la responsabilidad frente a distintos fenómenos. Es más fácil echarle toda la culpa al peronismo. El peronismo era antisemita, dicen, como si antes y después del peronismo no hubiera habido expresiones antisemitas en la Argentina. El peronismo dejó entrar a criminales de guerra nazis, dicen, como si después de la caída de Perón todos los presidentes argentinos hubieran estado dispuestos a extraditar a esos criminales de guerra nazis a Alemania, a Israel o a otros países. Todo mentira. Hace poco leí unos documentos de la DAIA sobre la posición de la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. La mitad de las notas hablaban de las restricciones a la entrada de judíos, pero a mediados de los años treinta. Todos los males no son responsabilidad del peronismo.
–Al respecto, en su nuevo libro Los muchachos peronistas árabes y en el anterior Los muchachos peronistas judíos destaca la intención de Perón de enseñar a esas colectividades que podían gozar de derechos políticos plenos.
-Sin ninguna duda. Cambia el concepto de ciudadanía y transmite este mensaje a las colectividades étnicas que desde ese momento son parte integral de la nación. Y no solamente eso, también les asigna un valor agregado porque les dice que son argentinos pero además, al tener lazos con sus países de origen, les señala que pueden aportar aún más al desarrollo argentino.
–No tienen la obligación de romper con sus orígenes.
-Exactamente, pero eso iba en contra con el concepto tradicional de crisol de razas, según el cual los inmigrantes tenían que dejar de lado su bagaje cultural para ser considerados argentinos. Con Perón se podía ser patriota y al mismo tiempo, conservar un componente identitario, étnico, de mantener los lazos con las madres patrias.
–Lo único que les exigían era que fueran peronistas.
– Así es. Acá entra la dimensión autoritaria. No interesaba si eran comunistas, socialistas, conservadores, descendientes de italianos o sirio libaneses, lo único importante era que fueran peronistas. Y los que no eran peronistas a veces eran considerados traidores o vendepatria. Las dos caras de la moneda.
–¿Qué elementos tuvo Perón para impulsar esta apertura, teniendo en cuenta que en su formación militar seguramente debe haber incorporado aquel concepto liberal del crisol de razas?
-El error es que solemos hablar solamente de Perón, como si no existieran otros dirigentes que también tuvieron su peso. Desde hace 20 años, estoy promoviendo este concepto de la segunda línea de liderazgo, compuesto por gente de distintos orígenes ideológicos, sociales y étnicos. Perón venía con una formación conservadora y, por ejemplo, tiene discursos del ’46 o ’47 en los que dice que un buen argentino debía ser católico. Era excluyente. Pero luego hay una evolución, en parte por la influencia de gente que estaba alrededor de él, como su primer ministro del Interior, Ángel Borlengui, que sirvió de nexo con la colectividad judía. Pero no fueron sólo palabras. La expresión de esta maravillosa polifonía que es la sociedad argentina empezó a expresarse en medidas como la cláusula que Perón introduce en la Constitución de 1949 contra cualquier tipo de discriminación y, años después, con la reforma de Menem en los años noventa, que abrió la posibilidad a los no católicos para ser presidentes de la Argentina.
–¿Qué rédito político obtuvo Perón?
-Perón lo hace por muchos motivos. Estaba muy despierto y escuchando sugerencias de su entorno, que le aconsejaba rechazar su imagen nazi fascista en Estados Unidos y en algunos países europeos. Entonces sale a decir que la Argentina aceptaba a todos, así fueran “blancos, negros y amarillos” por decirlo de alguna forma. Claramente, hubo un oportunismo político para aprovechar el apoyo de distintos sectores y, en el caso de los árabes, de las provincias donde se instaló esta colectividad.
–En sus investigaciones sobre los vínculos de judíos y árabes con el justicialismo, se observan no pocas coincidencias.
-(Sonríe) Hay tantas coincidencias que, de hecho, algunas pocas páginas del nuevo libro están casi copiadas del anterior. Solamente tuve que cambiar la palabra judíos por la palabra árabes. Lo hice para poner énfasis en las similitudes que hubo en las pautas de migración, integración social y lucha contra estereotipos negativos acerca de aquellos vendedores ambulantes a los que llamaban despectivamente turcos o rusos.
–¿Cuál cree que es el principal aporte de sus libros?
-Me parece que ofrecen una llave para entender mejor a la sociedad argentina y al movimiento peronista. Conocer la historia ayuda a comprender que no es nueva la fragmentación que vemos hoy en día en el peronismo. El tema es si aparece dentro del movimiento, como ocurrió en varias oportunidades, un líder capaz de crear un consenso mínimo entre las diferentes corrientes políticas. «
La decepción de Menem y los atentados
En el final de Los muchachos peronistas árabes, Raanan Rein analiza la llegada a la presidencia de Carlos Menem, un dirigente de origen sirio, y los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires. “Cuando analizamos estos atentados -explica a Tiempo– hay que tener en cuenta la gran expectativa que generó Menem en los países de Medio Oriente, y la frustración que sobrevino con el giro de su política internacional. Causó cierta decepción su alineamiento con Estados Unidos, el apoyo a la invasión norteamericana a Irak, la cancelación de los acuerdos nucleares firmados con Irán y Siria. También influyó cuando realiza su primer visita como presidente a Israel, en lugar de ir a su tierra de origen, Siria. Más allá de todo esto, otro elemento a considerar fue que Irán tenía sus motivos para buscar una revancha por el secuestro de un dirigente del Hezbollah, y estaban buscando un lugar alejado de Medio Oriente, donde las fuerzas de seguridad no tuvieran tanto control. Ahora, ¿qué pasó realmente? No pretendo saber más que otra gente, no tengo los elementos.”
De profesión, «Peronólogo»
Raanan Rein nació en Tel Aviv, en 1960. Es profesor de Historia Española y Latinoamericana, y vicerrector de la Universidad de Tel Aviv. Es miembro de la Academia Nacional de la Historia de la Argentina en Israel, y fue presidente de la Latin American Jewish Studies Association. En Argentina fue condecorado con el grado de Comendador en la Orden del Libertador San Martín y declarado Huésped de Honor de la Legislatura porteña. Escribió más de 30 libros, entre ellos Argentina, Israel y los judíos, Entre el abismo y la salvación. El pacto Franco-Perón, Juan Atilio Bramuglia. Bajo la sombra del líder: la segunda línea del liderazgo peronista, Los muchachos peronistas judíos y Los muchachos peronistas árabes.