Como es bien sabido, cada año el Premio Nobel de Literatura despierta todo tipo de especulaciones. Muchos, luego de contemplar diversas variables, se juegan –literalmente- por un nombre y apuestan por él. El fenómeno tiene que ver, seguramente, con el hecho de que los escritores son conocidos por un número más amplio de personas que los economistas, los científicos o los militantes por la paz y por eso, permiten generar apuestas.

Los diversos países proponen y la Academia Sueca dispone. Los aspirantes a ganar la apuesta tratan de adivinar el mecanismo que guía la elección del organismo elector, pero rara vez lo logran, lo que demuestra, también en este caso, que nadie se hace rico apostando a los juegos de azar.

Las variables a tener en cuenta, además de la obra literaria, son muchas y entre todas ellas sobresale el factor político, aunque también juega la alternancia en el origen geográfico del ganador  y , desde hace unos pocos años, el sexo. Antes, para encontrar una mujer en la lista de los bendecidos con el Nobel había que mirar con lupa y, aun así, solo se leían unos pocos nombres femeninos.

Por esta razón, dado que el año pasado ganó Abdulrazak Gurnah, nacido en la costa Este africana, podría ser el turno de un europeo. Aunque esta deducción lógica puede no tener ningún correlato con la decisión de Estocolmo. De hecho, el nombre del Nobel 2021 no figuraba en ninguna apuesta. Luego de obtener el codiciado Galardón, Gurnah dijo en una entrevista con El País de España: “No ganamos el Nobel por ser africanos, sino por lo que escribimos.”  Y es obvio que la obra cuenta, pero es cierto también que, a veces, una obra sólida no basta por sí misma. El consabido caso de Borges es un ejemplo paradigmático. Aún hoy se siguen evaluando las razones por las que la Academia Sueca no lo tuvo en cuenta y son muchos los que sostienen que su adhesión a Pinochet fue la que le impidió vestir el smoking para obtener el mayor galardón literario del mundo.

Este tipo de especulaciones hace que , entre los que pican en punta figureen este momento Salman Rushdie,  quien 33 años después de ser amenazado de muerte por el ayatola Komeini luego de la publicación de Versos satánicos, años en los que vivió escondido y custodiado, recientemente fue alcanzado por un agresor que lo apuñaló mientras daba una conferencia en la ciudad de Nueva York. Después del atentado fue internado en estado crítico. El otorgamiento del Nobel, se especula, sería un respaldo a la libertad de expresión, una condena al terrorismo, en suma, un gesto de corrección política. Por otra parte, aunque nació en la India, es británico-estadounidense por lo que respetaría la alternancia geográfica.

Desde hace varios años a esta parte, Haruki Murakami ya pertenece al elenco estable de los candidatos posibles que, sin embargo, no reciben la consagración de la Academia Sueca.

También es favorito en las apuestas Michel Houellebecq, aunque siguiendo la lógica apostadora, este año tendría que concedérsele a una mujer como, por ejemplo, Margaret Atwood, quien adquirió popularidad mundial con El cuento de la criada, una ficción que encarna las reivindicaciones femeninas actuales y jugó un papel protagónico en la lucha a favor de la despenalización del aborto.  El año pasado, aunque parecía número puesto, no obtuvo el resultado que se esperaba.

Este año, el francés Michel Houllebecq vuelve a ser favorito en las apuestas y también está entre las predilectas Annie Ernaux,  una escritora que, como él, es francesa. Si los electores se movieran con la misma lógica que los apostadores y ambos integraran la lista de finalistas, Ernaux podría sacarle ventaja, porque sería una forma de mantener la alternancia varón-mujer. Por otra parte, Houellebecq, es escandalosamente conocido y la academia suele elegir muchas veces en sentido contrario. Aunque, si se toma el caso de Bob Dylan, esta especulación queda anulada.

También sonaba el nombre de Javier Marías que falleció recientemente, el 12 de septiembre, cuando parecía que se estaba reponiendo de una neumonía. Dejó una obra enorme y original que bien hubiera merecido la distinción del Nobel más allá de cualquier especulación.

Según la popular casa de apuestas Unibet,  los favoritos son en orden decreciente de posibilidades  Salman Rushdie, Michel Houllebecq, Ngugi wa Thiong´o (Kenia), Stephen King, Annie Ernaux, Gabriel Lutz, Pierre Michon, Anne Carson, Can Xue (China), Hélène Cixous, Jon Fosse (Noruega), Liudmila Ulitskaya (Rusia), Margaret Atwwod, Maryse Condé y Jamaica Kincard (nacida en Antigua y residente en Estados Unidos).

Foto: KENZO TRIBOUILLARD / AFP

Por estas latitudes animamos la esperanza de que sea un argentino quien se quede este año con el máximo galardón de la literatura, aunque ninguno de esta nacionalidad figure en el top ten de las apuestas.

Uno de ellos es César Aira que ha figurado anteriormente en las listas de favoritos, aunque no en los primeros lugares.

En febrero de este año, un grupo de escritores y figuras relevantes de otras disciplinas postularon a Noé Jitrik para el Premio Nobel. El pedido se hizo a través de una carta firmada por personalidades de  Argentina, el resto de América Latina y Europa.  Entre muchos otros, se contaron los nombres de Luisa Valenzuela, Mempo Giardnelli, Adrián Desiderato, Roberto Ferro, Conrado Yasenza, Juan Chaneton, Elena Poniatowska, Luis Felipe Noé, Diamela Elit, Adolfo Castañón, Alberto Kornblithtt y Roberto Salvareza.

En dicha carta se lo destacaba como merecedor de “las más altas distinciones en la medida en que su narrativa cruza, de un modo asaz prístino y peculiar y en una doble secuencia, la complejidad del acto de escribir, la difusa identidad de todo narrador, y la –por eso- inaprehensible –por multívoca- esencia de su decir.”

Desde este rincón del mundo deseamos fervorosamente que la justicia poética –hoy por hoy la única a la que se puede recurrir con cierta esperanza de imparcialidad- incline la balanza hacia el Sur del Sur.

Pero la Academia Sueca es impredecible, no obstante lo cual serán muchos los que seguirán apostando año a año en base a especulaciones llevadas por cierta lógica que, invariablemente, parece no responder a la de los apostadores ni a los devotos lectores de ciertos autores que tienen su propia lista de ganadores.