Cuenta Paul McCartney que se le ocurrió la letra de All my loving en una gira a principios de los 60. En esas largas horas de viaje “nothing happened”, le dice a Rick Rubin en la serie McCartney 3, 2, 1 (Star+). Había que llenar con canciones, aunque fueran imaginarias, ese silencio, el tiempo suspendido, la monotonía de la ruta. Fue la primera vez que inventó una letra antes de componer la melodía. Y, como siempre, tenía que hacer lo imposible para no olvidarla. Sin grabadores (por la época) ni anotadores (porque no sabían escribir partituras), el único recurso era la cabeza.
Para llegar a destino, las canciones tenían que atrapar. “Nos dimos cuenta de que estábamos haciendo canciones memorables, no porque quisiéramos que fueran memorables, sino porque teníamos que recordarlas nosotros mismos”. ¿Qué hubiera sido de los Beatles con una grabadora? Tal vez sea mejor no saberlo. Para cada época, una música, y para cada música, unos medios de composición.
Sobre Sgt. Pepper’s. el primer disco desplegable, con recortes y material adicional, Paul contó: “en Liverpool era un gran evento comprar un álbum de vinilo. En primer lugar, porque tenías que ahorrar mucho dinero para conseguirlo. Y, en segundo lugar, porque tenías media hora de viaje antes de escucharlo, entonces lo sacabas de su bolsa de papel y lo estudiabas de camino a casa, leías cada palabra de cada nota y veías cada fotografía. Con Sgt. Pepper’s necesitabas varios viajes de autobús para poder estudiarlo todo”. Para cada época, unos rituales y una forma de escuchar.
Cómo se construye el oído de época
Todo lo que sucede alrededor de la manera en la que escuchamos la música, explica a Tiempo Raúl Minsburg, director de la Maestría en Arte y Estudios Sonoros de la Untref, nos brinda un marco de referencia, que después puede confirmarse o no al momento de escuchar el disco o darle click a la playlist. “Y así como hay rituales que ya no existen, cada período histórico tiene su oído de época. Con los vinilos, la música venía acompañada de una determinada fritura, por eso el oído hacía un trabajo para filtrarla, la percepción era diferente, el hábito genera eso. A medida que los dispositivos cambian, se produce un acostumbramiento y naturalizamos una determinada forma de escuchar”, dice el investigador.
El fonógrafo, el tocadiscos, el walkman, el discman, el minidisc, el mp3, el ipad…es inevitable que despierten imágenes, en blanco y negro o con los colores saturados de los ’90 y principios de los 2000. En ese álbum de fotos, algo más cambia además de una tecnología dando paso a otra. “Con los dispositivos móviles, la escucha pasa a ser algo fundamentalmente individual. No es que antes no lo fuera, pero juntarse a escuchar música era una actividad común. A veces partía de una necesidad, un amigo tal vez tenía un disco que vos no; a veces sólo querías compartir ese momento. E incluso antes, cuando todavía no se comercializaban los dispositivos en los que uno podía escuchar en su casa, era imprescindible juntarse», explica Minsburg.
«Todo eso generaba un contexto, la emoción colectiva de la música se contagia cuando estás con otras personas. La escucha es una experiencia que siempre es situada, implica una actitud y un vínculo con los sonidos del entorno y el espacio que nos rodea. El auricular y los dispositivos portátiles transformaron esa experiencia, la convirtieron en algo más individual. Y, además, al convivir con lo que pasa en la calle, la escucha cambia totalmente porque este tipo de auriculares no aíslan del mundo exterior. Entonces cada vez hay que poner más fuerte el volumen y se produce una degradación de la escucha”, continúa el especialista.
Hay otro nivel en este proceso de individualización, que tiene que ver con la pérdida de unidad del concepto del disco. “La idea de continuidad que estaba detrás de la creación de un disco con la playlist o la algoritmización que sugieren las plataformas es imposible de convocar. Está todo más individualizado en los dos sentidos, se piensa a partir de una unidad menor de la que se pensaba antes», afirma.
«Una obra como Sgt. Pepper’s, que fue el primer disco conceptual de la historia del rock, estaba pensado para ser escuchado de principio a fin. Hoy ya nadie hace eso. No solemos sentarnos a escuchar. Lo habitual es escuchar mientras hacemos otra cosa porque hay un registro de atención diferente”, dice el investigador, y si bien no establece un juicio de valor alrededor de las transformaciones tecnológicas, afirma que la experiencia de la(s) escucha(s) es sumamente enriquecedora y limitarla a una sola manera sería empobrecedor. “Lo bueno sería que todo conviva, que podamos escuchar música en vivo, juntarnos en casa con amigos y también en soledad, que se puedan ejercer diferentes tipos de escucha”.