“El baile recibe a las alumnas de sexto grado / mariposas primigenias que acuden a derretirse entre los chicos/ todas lucimos las prendas adecuadas / las colas de caballo / las polleras de tablas escocesas / los pendientes besos esporádicos / en esta sala de espejos veteados / nuestras siluetas diminutas deponen los escudos paternos / al son de los discos de moda /y todos los zapatos despegan de su niñez gradualmente (…) Con este poema que se llama “La sala de los espejos” comienza el último libro de Patricia Bialet, La noche a cualquier hora (Ediciones En Danza).
Aunque es casi un lugar común afirmar que la poesía y los números no hacen buena pareja, en este caso es estrictamente necesario que se complementen. Éste es el libro número 10 de Díaz Bialet, lo que da cuenta de su extensa trayectoria, de su presencia consecuente en el campo de poesía. Además, le llevó 4 años de trabajo, lo que habla no sólo de su afán de perfección, sino de su posición estética frente a la poesía: el impulso poético nace del deseo, de la pasión, de las vivencias, de los recuerdos, pero es necesario trabajarlo con precisión de orfebre para que ese impulso se transforme realmente en poema. Solo de esta forma la experiencia subjetiva encuentra su destinatario, aquel que es capaz de reconocerse en las palabras ajenas.
En esta nota, Díaz Bialet habla de su libro y de la cocina de su escritura, de la incidencia del entorno familiar en su fascinación por las palabras que no sólo la llevó a la poesía, sino también a la traducción.
–¿Cuál es la relación en tu libro La noche a cualquier hora y el espectáculo del mismo nombre que presentaste en 2017 en el CCC?
-En el libro que publiqué en 2015, La que va, hay un poema que se llama La noche a cualquier hora que está dedicado a Tato Pavlovsky. Le conté a Tato que en pocos días presentaría un libro en el que había un poema dedicado a él. A la semana lo internaron, cursó su enfermedad y luego falleció. No tuve oportunidad de leérselo. El poema tiene que ver con lo que se hace en una terapia psicológica: sacar todo afuera para no enfermarse, exhumar lo que nos hace daño. Yo hice terapia con Tato aproximadamente durante 30 años. Él hacia psicodrama y le estoy muy agradecida porque me ayudó mucho. Aparte hablábamos de arte y muchas otras cosas. Siempre me quedó el título del poema que le dediqué. Cuando pensamos el espectáculo con Mariano Dossena nos pareció que ese poema, que decía maravillosamente bien Ana María Cores, iba a ser uno de los centrales. Y sí, formó parte del espectáculo que tenía un tono muy sensual, muy amoroso relacionado con el acercamiento de los cuerpos, con la noche. Cuando terminó este espectáculo yo escribí otro poema, La noche a cualquier hora II referido a ese espectáculo. El título me gusta porque tiene dos corrientes. Por un lado, la noche como sinónimo de enfermedad: hay que sacar todo afuera porque si no, se nos viene la noche. Por otro, la noche como lo placentero, como la oscuridad que propicia el encuentro amoroso. Estas dos líneas que pueden parecer contradictorias me dieron la pauta de que el libro tenía que llamarse así porque tiene esas dos corrientes: lo erótico, lo sensual, los recuerdos del amor, el descubrimiento de los cuerpos y también lo que nos enferma y que hay que tratar de sacar afuera a través de la poesía, del arte…El título es un homenaje a Tato y también al espectáculo que tuvo ese nombre.
-En el libro hay también cartas a tus antepasados y familiares contemporáneos a vos. ¿Por qué elegiste esta forma?
-Creo que en el libro se insinúa también una tercera línea que tiene que ver con el pasado que se hace presente. El capítulo en el que están mis familiares, “El aparente fluir del tiempo”, lo tenía pendiente desde hacía varios libros. Tiene que ver con mi familia y con mi inclusión en ella. Hace tiempo que vengo escribiendo sobre el ambiente familiar, el que viví y el que me relataron. El pasado siempre está presente en uno ya sea por rumores, por cuentos, por fotografías. Cuando era chica, en la biblioteca de mi casa había muchos libros escritos por mis parientes, entre ellos, Dalmiro Sáenz, que era mi tío segundo. Su madre, a quien no conocí, también escribía novelas y hacía traducción. Una de las primeras novelas que leí en mi vida fue Victoria 604, que era de ella. También Ignacio Anzoátegui que fue un poeta y letrista importante, era pariente. El padre de mi mamá, Carlos Sáenz, también escribía. No publicaba mucho pero sí traducía del inglés, del latín, del francés. En mi familia, tanto del lado de mi madre como de mi padre, los libros y la escritura fueron algo importante.
-¿Y desde qué edad escribís poesía?
-Desde los 8 años. Siento una deuda con toda esa gente, con esos escritores, porque creo que, sin proponérselo, marcaron mi camino en la poesía. Escribirles cartas es la forma más directa de comunicarme con ellos y traerlos al presente. Les hablo como si estuvieran hoy. En el capítulo “El aparente fluir del tiempo”, expreso que el tiempo no es algo lineal, sino más bien circular y que en ese recorrido en círculos en algún momento nos vamos a encontrar. Realmente siento que ellos están presentes en mí. Algunos fueron hombres públicos como Francisco Narcisa Laprida o Bialet Masé, y otros no. Mi abuela Pura Rosa no era conocida, pero le debo a ella el haberme enseñado lo que es el amor familiar. En la circularidad del tiempo está el pasado donde están ellos, el presente donde estoy yo y también el futuro. Es un capítulo que me debía desde hace tiempo, sobre todo el poema de Laprida, porque tenía miedo de publicarlo.
-¿Por qué?
-Porque Borges también desciende de Laprida y el Poema conjetural, perfecto por donde lo mires, tiene que ver con Laprida. Hacía mucho tiempo que tenía mi poema en forma de carta. Lo corregía y lo corregía. No quería estar muy por debajo y me sentía con cierto temor.
-Es que hay que animársele a Borges.
-Sí, hay que animársele a Borges y a Laprida. En distintos campos fueron dos hombres admirables y muy admirados por mí. Todo el capítulo de las cartas es un forma de agradecimiento a esos personajes de la familia que en muchos casos no conocí. No es que tenga la familia perfecta, pero yo escribo sobre mi vida y en mi vida la familia pesa, para bien o para mal. Creo que en algún momento haré un libro dedicado al entorno familiar, tanto de escritores como de no escritores. Me interesa indagar en la historia de la familia.
-Cuando uno indaga sobre la historia familiar también indaga sobre uno mismo.
-Sí, creo que algo estaré buscando. No sé qué, pero seguramente estoy buscando. Lo importante para mí fue establecer un contacto en forma de carta. Creo que en algún momento me llegarán las respuestas.
–Como libro de poesía La noche a cualquier hora es inusualmente largo y, además, tiene seis capítulos. ¿Lo concebiste desde el principio como un todo?
-Cuando escribo no pienso en un todo, sino en ejes temáticos y cada uno de sus capítulos tiene un eje temático. El primero está ordenado cronológicamente y está la referencia del espacio y el tiempo en que se produjo el episodio de mi vida que le dio origen al poema. Puede ser un episodio cercano o de mi infancia, mi adolescencia o mi primera juventud, pero no tiene que ver con el presente en el que escribo. La mayoría de mis poemas son autobiográficos. Trabajo con mis recuerdos, con mis vivencias y luego paso ese material por el tamiz de la poesía. Escribo a partir de ejes y voy agrupando los poemas según esos ejes. Ese primer capítulo tiene que ver con el despertar del amor, de la atracción, que yo relaciono con el baile.
-¿Te gusta bailar?
-Sí. Iba mucho a bailar a fiestas, “asaltos”, discotecas y todo lo que se te pueda ocurrir relacionado con el baile. Obviamente el baile tiene que ver con la liberación. Lo pienso en relación con lo que Mijail Bajtin dice acerca del carnaval. Sobre todo cuando sos chica, el baile te ayuda a acercarte al cuerpo del otro. También hay otra línea que tiene que ver con el amor, pero con los amores de adulta, mis amores de mujer. El último capítulo, “La única oscuridad previsible”, tiene que ver con lo que a todos nos va a llegar en algún momento, con traumas infantiles, miedos, muertes. Es un capítulo que trata un tema no tan lúdico. Otro capítulo tiene que ver con la traición en el amor que también es autorreferencial. Muchos poemas quedaron fuera del libro porque no tenían que ver con los ejes que había decidido incluir. No agrupo poemas sueltos, sino poemas reunidos en torno a una idea principal. Desde el primer libro hago una división en capítulos, cada uno de los cuales tiene que ver con una línea. No me importa que un tema se repita.
-Y a partir de la poesía vas construyendo así una especie de narrativa con situaciones y personajes.
-Sí y muchos de mis poemas son muy narrativos. Incluso hay personajes que tienen un monólogo interior dentro del poema, un recuerdo dentro del recuerdo, un fluir de la conciencia. Algunos tienen más que ver con la metáfora, pero muchos tienen que ver con lo cuentístico y lo teatral.
-En tu libro hay muchas citas, desde Rubén Goldín, Seru Giran o Premiata Forneria Marconi a Alejandra Pizarnik o Rilke. ¿Qué función le asignas a las citas?
-Cada vez que una frase me impacta la incluyo en mi archivo de citas. No es que las busque, las encuentro. Y a veces, cuando escribo un poema, es como si esa cita encontrara novio, encontrara su pareja. Me parece que la frase que lo impacta cuando uno lee puede ser la puerta de entrada a un poema. Siempre pongo un acápite en mis poemas. No le tengo miedo a ser barroca.