Cada año se premian tres obras que tengan como protagonistas a mujeres heroínas: una novela francesa, una biografía y una novela extranjera. La novela de la escritora y actriz cordobesa Camila Sosa Villada fue premiada en esta última categoría.
El premio fue creado en 2004 por la directora de la revista Marie France. Se llamaba entonces Gran Premio literario Marie France y desde 2006 ha cambiado a Grand Prix de la Héroine, un nombre que quizá refleje mejor su espíritu.
Ni bien apareció en Argentina, Las malas (Tusquets) fue un éxito y muy pronto comenzó a cosechar premios. Fue finalista del premio Filba-Medifé y recientemente obtuvo el premio de Narrativa en Castellano que organiza la librería Finistres de Barcelona. Fue traducida al alemán, al francés, al inglés, al croata y al noruego.
La repercusión obtenida con esa novela, le permitió publicar un poemario anterior, La novia de Sandro, nombre de un blog que tiempo atrás escribía Sosa Villada. Es autora, además, del breve ensayo El viaje inútil publicado por Documenta y de la novela Tesis sobre una domesticación, publicada en 2019 por Página/12.
Anteriormente, se hizo acreedora al Premio Sor Juana 2020 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. «Su texto es rudo y a la vez hermoso, este extraño equilibrio lo convierte en una obra sobresaliente, cargada de lirismo, rabia y redención», dice la justificación del jurado. En esa oportunidad Las malas compitió con 67 títulos.
Las malas le abrió, además, un lugar en la pantalla chica ya que la compañía de Armando Bo compró los derechos de la novela para realizar una serie televisiva.
A pesar de lo éxitos cosechados y de las muchas entrevistas que ya lleva hechas, su timidez la obliga, a veces, a convertirse en un personaje para poder enfrentar preguntas, flashes y cámaras. Es por eso que en muchas ocasiones se la ha escuchado hablar con un tono mejicano. Es su forma de asumir un personaje, de no ser ella y, en consecuencia, de vencer la timidez. Al respecto, le dijo en una entrevista a Tiempo Argentino: “Algunas personas se imaginan que porque soy actriz o porque soy lenguaraz, soy muy dada. Pero soy muy tímida y hay instancias de sociabilización que me resultan insoportables. Para que te imagines: en mi casa hay cuatro sillas, cuatro platos, cuatro copas, cuatro vasos, cuatro juegos de cubiertos, cuatro individuales porque las reuniones con más gente no las puedo soportar. Las fiestas, los cumpleaños, las entrevistas son instancias en que realmente la paso muy mal. Encontrar una manera de hablar que me permite perderme en cómo suenan las palabras me ayuda. Me siento más segura, más a salvo. Pero te voy a ser sincera, tampoco sé bien quién soy (risas).”
La potencia de Las malas, más allá de sus méritos de escritora, tiene la fuerza de un relato que ha sido vivido en carne propia, ya que narra la historia de un grupo de travestis que ejerce la prostitución en el Parque Sarmiento, de Córdoba.
La vida de Sosa Villada no fue fácil, pero su timidez no le impidió ejercer su derecho a mostrar su identidad sexual en un pueblo chico en el que todo el mundo está expuesto a la mirada y el juicio del otro.
Nació en 1982 en La Falda, provincia de Córdoba. Estudió cuatro años de Comunicación Social y también cuatro de la licenciatura en Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba.
En 2009 realizó su primer espectáculo unipersonal, Carnes tolendas, retrato escénico de un travesti. En 2011 protagonizó la película Mía de Javier van de Couter. Más tarde, en 2012, actuó en la miniserie La viuda de Rafael. En 2014 hizo la obra El bello indiferente de Jean Cocteau. En 2015 trabajó en Despierta, corazón dormido/Frida. A estos trabajos actorales se suman Puta madrx en 2016 y en 2017, El cabaret de la Difunta Correa.
Como toda persona cuya sexualidad no responde a los cánones impuestos por la sociedad, debió enfrentar la mirada condenatoria y la marginalidad. “Creo –le dijo a Tiempo Argentino en una entrevista- que la existencia de las mujeres trans es profundamente política aunque nosotras no nos enteremos o nos enteremos tarde. La cuota de rebeldía, de renuncia, el movimiento de desagregarse de inmediato de una sociedad aunque te amenacen, aunque te digan que vas a terminar muerta en una comisaría o cortada en pedacitos porque te agarró un hijo de puta en la calle, la certeza de que no hay otra forma de vivir, todo eso es profundamente político.”
Y agrega: “No es una revolución que heredamos de libros de historia y que sucedió en un país lejano donde actuó un héroe heterosexual. Es una revolución sobre el cuerpo, sobre el deseo, sobre lo orgánico, sobre tu rostro, tus manos, tu manera de salir a la calle. Es algo que no se puede esconder, que no se puede camuflar como sí se puede camuflar un ideal, una moral. Ser travesti es algo que se lleva por fuera y eso es profundamente político en un mundo en que todo pasa hacia adentro. Ser travesti es algo que se sabe desde siempre y por lo cual se puede renunciar a todo aunque tengas que irte de tu casa a los 14 años. No sé cuántas personas son capaces de hacer algo así. Hay quienes están dentro de un matrimonio que se está secando y se hacen los boludos hasta que se mueren, quienes soportan un trabajo que los empequeñece. Esas son cosas que las travas nunca hicimos.”
Curiosamente, Villada Sosa dice no sentirse segura en el terreno de la literatura, no saber dónde termina un verso ni cómo narrar. Por supuesto, esto no es cierto. Quizá lo que no tenga en el terreno literario sea una educación sistemática como sí la tiene en teatro. Pero esa educación sistemática no es la única forma de “saber”. Hay excelentes músicos que no saben leer una partitura y personas que saben hacerlo pero no tienen creatividad. El saber solo se revela en el hacer y en Las malas es evidente que Sosa Villada ha demostrado de manera cabal su saber. En este terreno, se maneja con la intuición, pero la intuición, como dijo un prestigioso personaje, es un saber que no sabemos de dónde viene ni como se ha adquirido.
Cuando publicó en ensayo El viaje inútil aseguró que su intención con ese libro fue reivindicar “la inutilidad de la literatura” y que lo había escrito porque le parecía que escribir era la única forma de resignificar los temas de su vida que abordaba con su terapeuta. “Siempre se habla del poder transformador del arte, dijo en esa oportunidad. Siempre me veo metida en esas discusiones en las que se dice “mirá Camila, que hizo teatro y dejó la prostitución la prostitución”. Me parecía importante quitarle al arte ese lugar de rescate que le asignan. Es algo que sucede por sí mismo y que tiene un sistema propio de sensaciones, de sensibilidad, de sensualidad. Utilidad e inutilidad me parecen términos demasiado empresariales, se habla de lo inútil en términos de concebir la vida como una empresa y yo quería reivindicar el término inútil.”
Es cierto que el término “utilidad” tiene un sesgo empresarial. Pero no es menos cierto que en el campo de la creación suma otro sentido. Las malas le fue útil a su autora quizá en su autoafirmación y en el fortalecimiento de su capacidad para recorrer nuevos caminos. También para los lectores que la consagraron tiene una utilidad no empresarial que, en cada uno de ellos seguramente es distinta.