Hacía cuatro años que Franco Luciani no publicaba un nuevo disco. Ese período le sirvió para seguir afianzando la labor del trío (que comparte con Leonardo Andersen en guitarra y Pablo Motta en contrabajo) en innumerables actuaciones tanto en Argentina como en el exterior. Durante este tiempo, el músico (distinguido por la prestigiosa marca Hohner como maestro mundial de la armónica y como unos de los artistas más destacados del mundo entero) se ha presentado en importantes festivales en diversos países y ha participado del homenaje al gran Toots Thielemans, que lo llevó a ser recibido por el legendario armonicista en su casa y compartir juntos una tarde en Bélgica, en el que el argentino le entregó el CD que grabaron en su honor varios de los más reconocidos intérpretes de diversos países.
De vuelta a los estudios de grabación, Luciani plasmó el resultado de este intenso período en Anda en el aire, su nuevo trabajo discográfico, que sirve de antesala a su próxima presentación en el prestigioso Festival de Jazz de Montreal y una posterior gira por Canadá y Estados Unidos. En los 13 temas que integran la placa se puede percibir el intenso grado de cohesión que logró el trío, en el que cada uno de sus integrantes consigue explayarse en improvisaciones más cercanas al jazz, a pesar de que la raíz musical que esencialmente impera en el álbum está vinculada a un repertorio de música argentina.
No obstante esto, el álbum comienza con una sensible versión de «Invierno» de las «Cuatro estaciones» de Antonio Vivaldi. Tras esta introducción comienza a desplegarse el universo musical de Luciani, en el que sorprende con la cueca «La plumita» de Arsenio Aguirre. Primera revelación: el músico asume también su nuevo rol como cantante y lo hace con una llamativa expresividad y sensibilidad.
Su voz se puede apreciar también en otras pista del disco, como el tango «El último cantor» de Luciani y Alejandro Szwarcman, «Río de los pájaros» de Aníbal Sampayo, la zamba «Como flor del campo» de Raúl Carnota, «Sirviñaco» de Eduardo Falú y Jaime Dávalos o «Tango para Elisa» de Luciani y Raimundo Rosales. En todos estos casos impresiona gratamente el nuevo rol asumido por el artista, ya que lo desempeña con convicción pero sin estridencias banales.
Y desde ya, su labor con la armónica no deja de sorprender. La vertiginosa polca «Selvas vírgenes» de Antonio Luzzi (con la participación de Facundo Guevara en percusión) o la vibrante lectura de «Violentango» de Ástor Piazzolla dan prueba de esto, al igual que la chacarera «La sensiblera» (Luciani y Szwarcman) en la que al promediar el tema los integrantes del trío se sumerge en una exploración instrumental libre de aires casi jazzísticos. La delicadeza de «Vals de los dos» de Luciani y Daniel Maza contrasta con la sutilmente recia mirada de «Bandoneón arrabalero» de «Bachicha» y Pascual Contursi. Como bonus track, la sutil y sentida versión de «Tu cuerpo mediodía» de Luis Alberto Spinetta (con Daniel Cardone en teclados) proporciona un etéreo cierre para un disco en el que Luciani, Andersen y Motta demuestran su perfecto engarce como instrumentistas que les permite aunar la herencia de la tradición musical argentina con formas más heterodoxas y abiertas.