“No hay música de ningún otro artista que sonara e hiciera sentir como la de Leonard Cohen. Su trabajo alcanzó a generaciones. Canadá y el mundo le echarán de menos”. Con estas palabras el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, consignó en su cuenta de Twitter la muerte, a los 82 años, de quien ya en vida se había convertido en una leyenda.
Cohen fue uno de esos artistas múltiples que exploran en diversos campos creativos, desde la música a la poesía y la novelística. Su creación, como sucede con muy pocos, atravesó varias generaciones y siempre se mantuvo vigente. Con la lucidez implacable que lo caracterizó s siempre, en su último disco You Want it Darker, que se editó un mes atrás, de manera premonitoria se refirió a la muerte. Luego de medio siglo de trayectoria y con su salud muy deteriorada declaró en una entrevista en The New Yorker que estaba preparado para morir y con cierta ironía melancólica dijo que esperaba que dejar este mundo no fuera demasiado incómodo. Agregó que estaba concentrado en poner la casa en orden para cuando aconteciera el momento de su partida. Estoy confinado en los cuarteles dedicado a ejercer su función de marido y de padre.” Afirmó, además, que tenía una caja llena de poemas y canciones sin terminar debido a la condición de su cuerpo. Y agregó: “Soy una persona ordenada. Si puedo, me gusta tener todos los cabos atados. Y, si no puedo, también está bien. Pero mi impulso natural es el de terminar las cosas que he empezado”.
A pesar de haber nacido (en 1934) en una familia con solvencia económica, muy pronto mostró su afán de independencia tocando la guitarra en bares y clubes. Sin embargo, su deseo principal por ese entonces no era ser músico, sino esritor. Lo fascinaba la poesía, lo que no le impidió escribir novelas como The favourite game (1963) y Beautiful Losers (1966). Entre sus libros de poemas se cuentan The Spice-Box of Earth (1961), The Energy of Slaves (1972) y Book of Mercy (1984).
En 2011 recibió el Premio Príncipe de Asturias, uno de los galardones más importantes en el campo de las letras. En esa ocasión dijo en su discurso: “Siempre he tenido sentimientos ambiguos sobre los premios de poesía. La poesía viene de un lugar que nadie controla y nadie conquista. Así que me siento un poco como un charlatán al aceptar un premio por una actividad que no domino”. Había publicado su primer poema cuando tenía apenas 22 años y durante mucho tiempo resonó como un candidato firme al Premio Nobel.
Ya sea razones económicas sus libros, muy elogiados, no le producían el dinero suficiente para vivir- o porque la música ocupaba en él un lugar más importante de lo que él mismo suponía, en la década del 60 volvió a ella y obtuvo también un gran éxito en los escenarios. Su voz profunda, que quizá algún ortodoxo musical no hubiera considerado la más apta para transformarse en un cantante solista, cautivó a los públicos más diversos por la emoción que vibraba en ella. Además, sus creaciones musicales influyeron en varias generaciones de músicos. Muchas de sus canciones se convirtieron en clásicos y seguramente seguirán siendo escuchadas por las generaciones venideras. Entre sus álbumes más memorables figuran Songs of Leonard Cohen (1967), Songs of Love and Hate (1971) y Death of a Ladies’ Man (1977).
A los 78 años, todavía lleno de vitalidad, emprendió una gira mundial. En ese entonces, con la intención de alejar los fantasmas de la vejez y el dramatismo que él mismo dijo que le afloraba de vez en cuando, dijo que pensaba vivir más de 100 años. Lamentablemente, su deseo no se cumplió. Su funeral se realizará en Los Ángeles, lugar que había elegido hacía tiempo para vivir en su vejez.