Con Los pájaros de la tristeza, Luis Mey vuelve al mundo de la infancia desde una mirada sórdida que captura el universo de dos hermanos discapacitados, sumergidos en un ámbito de perversión que potencia la soledad y el abandono en el que viven. Manuel, de nueve años, padece una discapacidad mental; y Jaime, de once, una limitación física. Los dos viven junto a su madre, que trabaja y se ausenta porque es sostén de familia, ante la falta de un padre que para los niños será una búsqueda constante a lo largo de la historia.
En esta novela, editada por Seix Barral, la discapacidad no hará de Manuel y Jaime seres desvalidos, sino caóticos y violentos, en un universo hiperbólico que solo les devuelve perversión, como situaciones de abuso e incitación al consumo de drogas. Ante esto, los protagonistas responden con violencia y muerte, pero sin un plan previo, como si participaran de las fuerzas desatadas de la naturaleza. Así, Manuel hace un uso temerario de su habilidad en el manejo de la gomera y arremete, como si fuera un juego, contra quienes en vez de ayudarlos a salir del mundo cegado de esperanza, los sumergen aún más en lo ominoso.
«Esta vez tuve el deseo de tomar el mundo de la infancia desde un lugar mucho más sórdido que en los anteriores libros», dice el escritor y ex librero, que durante la Feria del Libro participa diariamente de una maratón de escritura. Autor de Las garras del niño inútil, Tiene que ver con la furia y Los abandonados, el escritor afirmó en diálogo con Télam que las historias que construye le permiten «hablar de los miedos, como el miedo a la muerte, al suicidio o a la tristeza».
- Abordás nuevamente el universo de la niñez, pero desde un lugar extremadamente violento. ¿Qué subyace en esa inquietud?
– Luis Mey: Se me acusa de tomar por asalto el mundo de los niños, un universo en el que hay cierta libertad, pero bajo la patria potestad. Sin embargo, de ninguna manera escribo sobre niños, sino sobre los adultos, que en esta novela son el verdadero personaje oculto detrás de la figura de los niños. Y por eso, hay un gran secreto que circula a través de la figura de los padres.
– ¿Qué te motivó a escribir sobre la infancia desde un lugar violento y perturbador?
– Esta vez tuve el deseo de tomar ese mundo desde un lugar mucho más sórdido que en los libros anteriores. Los protagonistas son niños casi terroristas. Y al mismo tiempo son encantadores, como los superhéroes que nos seducen con sus malicias, aunque los niños de la novela son más honestos. Batman nunca da un peso a nadie y lo queremos, no sabemos por qué. Los personajes de la novela hacen justicia a su modo, con ese talento extraordinario y casi mágico de Manuel con la gomera. Me parecen justos en su sordidez.
– Los protagonistas viven en soledad, están expuestos a infuencias negativas, van quemando etapas y en un momento incluso llegan a matar…
– Son como soldaditos que están peleando por la palabra, para ver quién tiene voz, porque los dejaron ahí creyendo que tenían que ser una cosa y ahora se encuentran en una circunstancia donde tienen que dar una batalla hacia el afuera, romper etapas, entender que tienen que combatir la tristeza en la que viven.
– El mundo que los rodea, el vecindario, forma parte de un micromundo de sordidez ¿podemos pensar que en este universo no hay una salida posible?
– Hay algo en literatura que es muy interesante, sobre todo para quien se sienta a escribir: a veces nos olvidamos de que cuando hay dos personajes en una escena, en realidad, hay tres. El tercer sujeto es el ambiente, que va a cambiar la realidad, la vida de los personajes. Eso ocurre todo el tiempo. Pero en este caso, la realidad no los cambia involuntariamente porque ellos mismos salen a buscarla y a enfrentarla, lo cual es valiente, heroico: no se quedan esperando que les toque la puerta.
– Vos definís a los niños como terroristas, ¿por qué elegís una palabra tan extrema?
– Son terroristas, aunque la palabra sea horrible: terroristas en el sentido de que algo tienen que atacar, en este caso reaccionar contra alguien que desde afuera es percibido como el paradigma de normalidad. Hay abuso, droga, que como sucede acá, ingresa de la manera lúdica, casi como una entrada al Italpark, es decir, como una rueda de la fortuna super tentadora.
- ¿Y qué llevaría a estos personajes a ejercer un acto terrorista?
– Tal vez el acto terrorista sea querer quebrar las leyes naturales de la jerarquía, de la patria potestad.