La obra del fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson (1908-2004), pionero del fotoperiodismo, llega este martes a la Usina del Arte, con una gran muestra compuesta por más de un centenar de imágenes que reflejan la impronta de un artista original cuyo trabajo documental serpenteó entre lo surreal, lo documental y lo político.
Para él todo se trataba de mirar, como en un dibujo. Lejos de categorías taxonómicas que lo definan, de Cartier-Bresson puede decirse que es el patrono de una forma moderna de captar la imagen, en la que no fija su atención en lo extraordinario, sino en lo ordinario, en el detalle, la composición de la escena, en el instante preciso en el que ocurre la acción.
Este fotógrafo nacido en 1908 en un pueblo del norte francés cofundó en 1947 con Robert Capa, George Rodger y David Seymour la agencia internacional Magnum Photos, la primera organización que ponderó el trabajo del reportero gráfico a partir de sus propios criterios de edición y selección. Hoy esa misma agencia junto a la Fundación Henri Cartier-Bresson presenta en Argentina la exposición en la Usina.
Como si su vida se dividiese entre un antes y un después de Magnum, la exhibición se escinde en dos partes cronológicas: la primera muestra sus primeras imágenes hasta 1947, inclusive los años como prisionero durante la Segunda Guerra Mundial; y en la otra se pueden ver las fotos como reportero en Asia y Europa, los retratos a escritores y artistas, la fascinación que cultivó en torno a los paisajes. Son dos salas grandes que no escatiman en imágenes – en total 133 que se extienden desde la década del 30 hasta la del 80- y en todas ellas hay obras emblemáticas. Es que Cartier-Bresson fue autor de cientos de fotos icónicas y de eso da testimonio la muestra curada Emmanuelle Hascoët, de Magnum, y Audrey Leclerc, de la fundación que lleva el nombre del fotógrafo.
Dos parejas, un picnic y el Sena como paisaje. La imagen es potente, pero más lo es por lo que no dice: son trabajadores disfrutando de sus primeras vacaciones, por derecho, en la Francia de fines de los años 30. Las escenas obreras se repiten en varias obras del primer período, anticipando la empatía de Cartier-Bresson por eso que pueblan sus imágenes: las personas. Del mismo modo, son imperdibles las instantáneas en España y México, donde el fotógrafo retrata a transexuales, travestidas y prostitutas, como la famosa fotografía de dos mujeres que salen de una puerta en la calle Cuauhtemoctzin, en el DF.
Dueño de una composición que combinó geometría y movimiento, dando forma a un recorrido visual que hasta el menos experto puede seguir si se detiene a mirar con precisión la imagen, Cartier-Bresson visitó en sus primeros años de trabajo Italia y Alemania, dejando escenas impactantes como la que capta a una delatora nazi a punto de dar una bofetada. En otra imagen, se ve que todos miran embelesados hacia un lado pero nadie sabe qué hay en ese lado. Un poco de historia ayuda: es la coronación de Jorge VI en Gran Bretaña en 1937. Pero como a Cartier-Bresson no le interesan los grandes ornamentos ni lo extraordinario, lo que le muestra al público son las calles con sus gentes, lo que ocurre detrás del mostrador.
Mientras que en el segundo piso de la Usina del Arte el recorrido comienza en Estados Unidos, donde se crea Magnum, cuando él empieza a dar sus primeros pasos como fotoperiodista profesional, y continúa con exquisitas imágenes de la India antes y después de la muerte de Mahatma Gandhi, como la que registra a cuatro musulmanas de espalda rezando en la ladera de un monte. «Busco sobre todo un silencio interior. Intento traducir la personalidad y no una expresión», es la frase con la que Cartier-Bresson condensó lo que para él es un retrato. Con esa magia casi animista, el público puede ver a Jean Paul Sartre fumando su pipa en el Puente de las Artes; a Matisse rodeado de pajareras y palomas; o a un joven Truman Capote enmarcado por platas de grandes hojas, entre otras fotos que tienen como protagonistas a Ezra Pound, Samuel Beckett, Colette y Giacometti.
Capítulo aparte es el gigante asiático. Cartier-Bresson fue a China sin saber qué iba a buscar y encontró momentos clave de la historia: los días previos al comunismo, la avalancha humana que dejó 10 muertos en la crisis económica de 1949 o el gesto, difícil de describir, del último eunuco de la Corte Imperial. Además, están los viajes exploratorios a la Unión Soviética luego de la muerte de Stalin, a Japón, Egipto, Portugal, Turquía y Alemania, donde deja imágenes memorables como la de tres hombres calvos enfundados en trajes negros en una misa de medianoche o la de un grupo mirando la estructura de hierro de un incipiente muro de Berlín.
– ¿Cómo definirían a Cartier-Bresson?
Emmanuelle Hascoët:-Fue «el ojo del siglo» según el dicho de su amigo Pierre Assouline. Con la agencia Magnum, inició los principios del fotoperiodismo y con sus colegas recogió el mundo en una época muy rica, de muchas transformaciones y capturó momentos clave. Además, su mirada sigue promoviendo e influenciando generaciones de fotógrafos y artistas, con una inmensa libertad creativa y una innovadora noción de autor que reflejó en toda su obra.
Audrey Leclerc:- Introdujo una manera de captar los momentos, pero no solamente eso. A él le gustaba decir que «fotografiar es poner en una misma línea de mira la cabeza, el ojo y el corazón». Sus imágenes ponen de relieve su capacidad para captar lo fugitivo y al mismo tiempo la fuerza estética del momento. Estableció la fotografía como un arte.
¿Cómo influyeron las otras artes en su fotografía?
A.L: -Todo su obra es influenciada por sus lecturas, encuentros con artistas y su inmensa curiosidad intelectual. Su trabajo se puede leer a la luz de estas influencias, por ejemplo su viaje a Irlanda no se puede entender sin la lectura de James Joyce.
E.H:- El se enriqueció de las influencias de pintores como Bonnard o Matisse. Estaba cerca de Giacometti, cuyo retrato increíble se puede ver en la exposición. También lo influyó el cine. Fue el asistente del gran realizador Jean Renoir y eso se puede sentir en la composición de las imágenes.
– ¿Cómo se vincula esto con su concepto más famoso «El momento decisivo»?
A.L:- La noción del «momento decisivo» fue creada por los editores estadounidenses Simon & Schuster que debían buscar un título para el libro Images à la Sauvette, una obra clave en el trabajo de Cartier-Bresson. Sin embargo sería reductivo definir simplemente su trabajo con esta noción. Por supuesto existe la captación genial del momento pero sobre todo, la obra de Cartier-Bresson resulta de una comprensión del mundo, una inteligencia en la acción, una mirada sensible y profunda.
E.H: Su trabajo resulta de la interiorización de todas sus influencias y referencias de forma inconsciente. No es exclusivamente la espontaneidad del momento.
La muestra Henri Cartier-Bresson: fotógrafo, puede visitarse, con entrada gratuita, desde hoy y hasta el 22 de abril en el edificio de Agustín Cafarena 1, La Boca, de martes a jueves de 14 a 19; y viernes, sábado y domingo de 12 a 21.