María Teresa Andruetto no solo escribe poesía, sino también narrativa y ensayo. Sus interlocutores literarios no son solo los adultos, sino también los chicos. Ha desarrollado, además, una enorme labor de acercamiento a la lectura a través de talleres y distintas actividades relacionadas con la literatura.
En esta oportunidad es una de las protagonistas de los Encuentros Magistrales que forman parte de la programación de la tercera edición del Festival Internacional Poesía Ya! Su interlocutor será el escritor y crítico Jorge Monteleone, quien ha sido también el prologuista de su libro Poesía reunida.
Además, junto con Carlos Battilana y Silvio Mattoni, integra el jurado de la tercera edición del Premio Nacional de Poesía Storni a libro inédito que se lanzó en el marco del festival.
Andruetto es una figura insoslayable de la literatura argentina que vale la pena leer y, además, escuchar.
-¿Sobre qué va a girar la charla con Jorge Monteleone?
-Le di total libertad a Jorge, por lo que no me va a pasar las preguntas previamente porque me parece que es mejor así. Será una conversación en medio de la cual leeré poemas míos en la medida en que él me vaya habilitando, pero la charla girará en torno a mi propia poesía, a mi relación con otros poetas y al tipo de poesía que me gusta. Pero no hemos pautado nada específico porque los dos consideramos que es más fresca, más verdadera la conversación cuando no sabés qué es lo que el otro te va a preguntar.
-En la presentación de este festival el ministro de Cultura Tristán Bauer se refirió a la importancia de la poesía. ¿Cuál crees vos que es la importancia de la poesía en este momento preciso que atraviesa el mundo?
-Creo que la poesía, así como el resto de la literatura y el arte en general quizá sean una de las pocas zonas de libertad de pensamiento dentro de la tendencia que existe a uniformar, a que la palabra sea pasada por un rasero. Me parece que el arte y la poesía ofrecen una fisura, una rajadura en esos modos autoritarios de transmitir la información, en los modos de sentir, de imponer una forma cercana a lo unívoco. El arte es una forma de libertad, una forma de resistencia, una de las formas mayores de resistencia en cuanto a la pluralidad, a la cantidad de maneras de mirar el mundo. Creo que en el campo de la poesía es donde las palabras dejan de ser tan funcionales, donde son menos utilitarias y se ponen a decir otras cosas del mismo modo que dicen otras cosas los gestos en el teatro, los sonidos de la música, los movimientos en la danza. Es decir que van hacia a otro lugar, un lugar de gratuidad, de mayor libertad.
-¿Se escribe mucha poesía en la Argentina?
-En nuestro país se escribe y se edita mucha poesía y no sé si hoy diría, como hemos dicho en otros momentos como los años 80 y 90, que la poesía no se vende porque ella misma no se vende, no se vende en las librerías. Hay un gran sector de lectores que compra y lee poesía y que no son solo los que escriben poesía. Creo que la poesía tiene una presencia federal más potente que la narrativa.
-¿Por qué crees eso?
-Por ciertos modos de circulación que tiene que facilitan su tránsito por la web, los espacios virtuales, las revistas…También por lo que hacemos los poetas que es mandar de regalo los libros a otros. Por eso creo que la poesía tiene una presencia federal muy importante que, además, se condice mucho con este festival que está buscando una mayor federalización que es siempre un tema en la cultura nacional. Leí hace poco una nota de la directora del Fondo Nacional de las Artes en la que hablaba de la necesidad de federalizar y, a la vez, de la dificultad que eso ofrece porque no es solamente una cuestión de buenas intenciones, sino de romper dinámicas culturales muy asentadas.
-Las grandes editoriales no publican mucha poesía, se dedican más a la narrativa. ¿Cuál crees que es la causa?
-La narrativa tiene una expectativa comercial más amplia. El lector de poesía es un lector especial, no necesariamente porque tenga una formación intelectual muy fuerte respecto de las corrientes poéticas, sino porque es un lector atravesado por cierta sensibilidad. La narrativa puede expandirse a lectores menos frecuentadores del mundo literario. Y también hay una apuesta de las editoriales grandes a ciertos géneros. La novela, según se dice, vende más que los cuentos. Cada género tiene una circulación distinta. Pero cuando yo era muy joven hubo una época en que se vendían miles y miles de ejemplares de poesía. Losada sacaba colecciones muy abundosas de libros que se vendían mucho y así leíamos a los grandes poetas del momento.
–¿Hay también un encasillamiento? Recuerdo un libro de Alejandro Zambra, Poeta chileno, en que habla de Chile como el país de los poetas. Quizá sea porque Neruda ganó el Nobel. A nosotros, en cambio, se nos suele atribuir, quizá por Borges, el cuento. Sin embargo, el cuento tampoco se publican tanto, lo que más se publica es la novela.
-Sí, se publica más la novela. Creo también que son épocas. Respecto de lo que decís de Chile, creo que Neruda valorizó el género y, a la vez, hizo sombra. Luego fuimos descubriendo grandes poetas que son opacados cuando hay una figura tan condensadora. En el panorama de la poesía argentina, creo que no ha habido un referente único, sino más diversificación. Y eso tampoco está tan mal. Pensaba en el libro 200 años de poesía argentina que hizo Monteleone, donde alguien habla del canon como un remolino de poetas que entran y circulan, de una diversidad. A mí, tanto en la literatura como en la vida, eso me interesa mucho. Me parece que la diversidad de escrituras, de estéticas, de géneros, de lugares de procedencia de los autores, resiste el autoritarismo, ayuda a la resistencia a una palabra autoritaria o autorizada en grado sumo que no permite el ingreso de otras voces. La literatura de un país es un tejido de voces que intenta decirnos quiénes somos y ésa es una manera de ir construyéndonos con esa riqueza que es tan potente en la literatura argentina.
-Siempre admiré a los escritores que, como en tu caso, abordan distintos géneros. No sé si se sabe de antemano a qué género pertenece lo que se va a escribir o si surge un brote que luego va adquiriendo su propia forma. ¿Cómo es en tu caso?
-Siempre me interesó mucho eso. No es que me proponga escribir un libro de poemas o un libro de cuentos, sino que siempre hay eso que llamás “brote”, una palabra que me gusta porque es como algo que irrumpe. Por supuesto que a veces algo cambia y se abandona en el camino, pero lo que irrumpe en la poesía para mí es siempre distinto de lo que irrumpe en la narrativa. Suelen preguntarme si los poetas tienen una manera poética de mirar el mundo y algunas personas que no son poetas, también la tienen. En mi caso, esa mirada poética sólo está en ciertos momentos que son los momentos en que escribo poesía porque algo me llama a hacerlo. Soy una persona que también tiene un aspecto racional fuerte en el sentido de que también tengo una mirada práctica del mundo que agradezco mucho porque me permitió salir de malas temporadas económicas y de vida y resolverlas. El “brote” de la poesía apareció en algunos momentos y, a veces, en una situación de esas y otra pueden pasar meses o años y eso no es algo que me preocupe. No es algo que yo convoque, sino más bien soy convocada. Por ejemplo, Kodak lo he escrito a lo largo de diez años, por supuesto escribiendo otras cosas en el medio, pero fueron años de un largo duelo por mi hermano, mi papá y otras cosas. Cleofé lo escribí durante el proceso de Alzheimer de mi mamá. Me considero una persona con cierta fortaleza, como todos, fuerte para algunas cosas y frágil para otras que tienen que ver más con lo emotivo. En esos momentos algo se requiebra en la manera de funcionar en la vida, me vuelvo muy vulnerable y eso me abre a la poesía. El brote de la narrativa, en cambio, viene siempre de algo del afuera, que veo, que me impacta y que, por supuesto, me lleva a algo interno. A veces una escena en la calle, algo que escucho, abre un canal, pero, aunque cada libro es distinto, es algo de los otros hacia mí. En cambio, en la poesía es del más mí misma posible. La poeta italiana Patrizia Cavalli tiene un libro que se llama “El yo más propiamente mío”. En mi caso, eso tiene que ver con la poesía , lo que no quiere decir que sea una ley general. Creo que la narrativa está un poco más atada al oficio, aunque no del todo. El ensayo, en cambio, está más ligado a la idea de trabajo. Mi cuerpo transita de distinta manera esos distintos modos de escritura.
-Creo que la poesía se lee de un modo distinto. En mi caso, no puedo leer los poemas en el orden en que están propuestos, siempre hay alguno o algunos que me llaman primero.
-Claro, no hay esa sucesión temporal que uno le pide al relato o a la novela, aunque los cuentos también se pueden leer salteados. Yo a veces también lo hago. Es cierto que hay poemas que nos llaman. Uno lee más rápido hasta que encuentra dónde demorarse, ese poema que pide ser leído de un modo distinto. A ése lo releo, vuelvo a él, lo guardo, lo comparto, tomo algunas citas y las guardo en una carpeta…El modo de lectura de la poesía no es el vértigo. En cambio, a veces, en una novela, la propia escritura pide avanzar.
-¿No crees que hay un mito romántico sobre la poesía que habla del poeta como alguien de una sensibilidad extrema y que aleja un poco al lector?
-Sí, yo no tengo una mirada idealizada acerca del artista en general ni del poeta en particular. No concuerdo con que sean seres “distintos”. Creo que cuanta más empatía tenga un artista con los otros, más capaz será de captar una voz que esté en él, pero también en la sociedad de su tiempo. Yo tengo una idea popular del arte. He trabajado siempre ayudando a construir lectores. He trabajado con mujeres no alfabetizadas, con ancianos de geriátricos, con jóvenes encarcelados, con niños de centros culturales barriales. Sé que el acceso a un poema o a un relato no sé si les ha mejorado la vida, pero sí se ls ha hecho más rica. Yo nací en una familia de pasar muy modesto, pero mis padres eran lectores y en mi casa había un mueble con libros. En el barrio, en cambio, no había nadie que tuviera un solo libro. Cuando me di cuenta de eso, como me gustaba leer, pensé que eso era algo bueno. Los libros han sido mi consuelo, mi refugio, mi trabajo social en la construcción de lectores y también mi ganapán, porque he vivido toda la vida de trabajos relacionados con los libros: coordinar talleres, leerle a determinadas personas, enseñar…No importa quién lo reciba, qué elementos culturales tenga, creo mucho en el impacto de la belleza, de la potencia o del horror en un receptor. Eso es para todos. En los años de recuperación democrática he trabajado, por ejemplo, con mujeres escasamente alfabetizadas en una zona de una pobreza impresionante, un barrio de altísima marginalidad rodeado por tres cementerios y Campo de la Ribera, que había sido un campo de concentración de la dictadura. Era un barrio rodeado de muerte. ¿Qué leerles a estas mujeres? Les llevé fragmentos de Sara Gallardo, de Libertad Demitrópulos, de Elvira Orphée, de Katherine Mansfield, de Marguerite Duras. Los leía y después hablábamos. Eso es un derecho de todos. Considero la literatura como un derecho humano.
El diálogo entre María Teresa Andruetto y Jorge Monteleone se realizará en la Sala Federal del Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151, CABA, el viernes 10 de febrero a las 17.