María Negroni sumó un nuevo galardón: el VII Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro-Fundación Centro de Poesía José Hierro.
“Reunido el 24 de noviembre de 2023 el jurado de la VII edición del premio Margarita Hierro –puede leerse en la página oficial del ayuntamiento de Getafe– compuesto por Manuel Borrás (director editorial de Pre-Textos), Jordi Doce (poeta), Erika Martínez (poeta), Ada Salas (poeta) y Julieta Valero (directora de la Fundación Centro de Poesía José Hierro y poeta), y actuando como secretaria sin voz ni voto Mayka García, acordó por mayoría otorgar el premio al libro Utilidad de las estrellas. Abierta la plica, resultó ganadora la poeta argentina María Negroni.”
En los fundamentos del premio el jurado destacó: “la alianza de una palabra austera, cercana al minimalismo, con imágenes intensas y fulgurantes de la mejor tradición expresionista que dialogan con los mitos y la historia. El resultado es un libro casi testamentario, que mira al mundo con esperanza y convencimiento, sin deponer la voluntad utópica que tiene siempre la mejor poesía.”
En el mismo sitio virtual se reproducen las palabras de la alcaldesa Sara Hernández en relación con la distinción obtenida por Negroni: “Getafe y su Fundación Centro de Poesía José Hierro, son nuevamente referente internacional en el ámbito de la poesía, mostrando al mundo el valor de ser una sociedad crítica, abierta, moderna y comprometida, y con la cultura por bandera”.
María Negroni, una escritora extraña
Si hay una escritora extraña en la literatura argentina en el sentido de singular es precisamente María Negroni. Una de sus particularidades es que hace poesía incluso cuando hace prosa. En Pequeño mundo lustrado (Caja Negra, 2011) definió a la poesía como “la continuación de la infancia por otros medios.”
De hecho, conserva intacto de la infancia ese estado de asombro permanente ante la extrañeza del mundo que es uno de los privilegios que se van perdiendo con el tiempo. Quizá por eso le gustan los dioramas, los juguetes, las cajas de Joseph Cornell que armaba pequeños universos cautivos con elementos que el mundo desechaba, la música de Erik Satie, la escritura de Emily Dickinson y de Bruno Schultz, los teatritos italianos de cartón, las miniaturas que en su pequeñez embellecen el mundo y lo hacen más soportable.
Su relación con la palabra es intensa, apasionada y tiene el papel protagónico en todo lo que escribe. Su actitud es una posición estética: “Creo que no existe nada más allá de las palabras” dijo en una entrevistas realizada por Tiempo Argentino.
Otra de sus particularidades es que escribe a contrapelo de las modas y tendencias, un tanto ajena a lo que se valora en cada momento y completamente ajena tanto a lo que consagra el mercado como a los cambiantes cánones de academias y grupos de escritores.
Además, confiesa sin ningún tipo de pudor que no se ocupa de la lectura de los escritores contemporáneos. A ella le fascina el siglo XIX y su interés se extiende hasta los principios del XX. Está convencida que lo que ocurre hoy es la repetición de algo que ya ha ocurrido antes y, por supuesto, siempre es preferible el original a la copia. “Me gusta el anacronismo, le dijo a Tiempo en la entrevista ya mencionada. El objeto que me da qué hablar no es el celular, sino, por ejemplo, el trencito de un nene que vivió a principios del siglo XX. Correr el eje temporal me permite ver más”.
Su propia entrada al mundo literario es singular. Recibida de abogada por una suerte de mandato familiar, cumplió con el deber exigido -quizá por la familia y por ella misma- y se dedicó por completo a la literatura. Vivió 25 años en Estados Unidos. Obtuvo su doctorado por la Universidad de Columbia con un PHD en literatura latinoamericana.
Regresó a la Argentina hace unos ocho años y dirige la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref).
Negroni y «Las afueras del mundo»
Su último libro publicado en Argentina es Las afueras del mundo (Inerzona) realizado en colaboración con el artista uruguayo Fidel Sclavo con quien también realizó otro libro, Cartas extrañas.
En este caso, Sclavo trabajó viejas postales continuándolas fuera de sus contornos. Cada uno de estos trabajos se corresponde con un texto de Negroni en el que la prosa es poesía o viceversa.
“En Las afueras del mundo –dice David Oubiña en el prólogo- los breves poemas en prosa de María Negroni son la ilustración impensada de esas pequeñas galaxias en expansión que insinúan los dibujos. Son la posibilidad de una narración que aún no empieza o que ya se ha extraviado”.
Una vez más, Negroni echa a girar el anacronismo. La tarjeta postal con su retórica particular y sus fórmulas consagradas: “desde estas hermosas playas…” son hoy casi piezas de museos. Los recortes del mundo para enviarles a amigos y familiares ya no los hacen los fotógrafos ni los dibujantes, sino los propios viajeros que envían imágenes evanescentes a través de su celular. Esos retazos de mundo ya no son coleccionables y han perdido el encanto que tenían las postales. Es que quizá el paso del tiempo sea una condición necesaria para que los objetos dejen de ser utilitarios y se vuelvan poéticos.
Lo cierto es que muy merecidamente Negroni sigue coleccionando premios como en otra época se coleccionaban postales perdurables que no se desvanecían con la luz como si fueran espejismos.