Hay cadáveres. En los campos de batalla, en las trincheras, en los montes. La Guerra de Malvinas terminó. Y los cadáveres de los combatientes argentinos quedaron abandonados en las islas. Según los fríos números oficiales, en la contienda murieron 649 compatriotas. En el cementerio de Darwin fueron enterrados 237. Sin embargo, la historia de sus restos fue un auténtico enigma por muchos años. Una verdad olvidada, disputada, negada. No se puede repatriar lo que está en suelo propio. El nombre de más de 100 de ellos demoró más de tres décadas en ser esculpido no en la tórrida historia grande de la patria, sino en una fría y digna lápida.
“Al terminar la guerra, miles de soldados regresaron a sus casas, pero, salvo excepciones, el Estado no notificó oficialmente la muerte de quienes no volvieron. Día tras día, semana tras semana, cientos de familiares recorrieron los cuarteles buscando al muerto vivo, al despedido al pie de un autobús semanas antes. Apostados al otro lado del muro gritaban: ‘¿Alguien sabe dónde está Andrés Folch?’, ‘¿Julio Cao, dónde está Julio Cao?’, ‘¡¡Araujo, soldado Araujo!!’”, escribe Leila Guerriero al inicio de La otra guerra, el delgado pero potente libro de la colección Cuadernos Anagrama. El nuevo texto de la cronista, pluma destacada de la no ficción latinoamericana, es un patchwork formado por decenas de retazos y protagonistas que bordan la historia de ese rectángulo repleto de cruces que miran desafiantes el siempre nublado cielo austral.
Pocos días después del fin de la guerra, Geoffrey Cardozo, un militar británico, fue encargado por el gobierno inglés para construir un cementerio donde enterrar a los soldados argentinos y documentar los enterramientos. Este proceso forense terminó en un largo y detallado informe que nunca llegó a las familias a pesar de que la dictadura sí lo conoció y no dio explicaciones al respecto, en un contexto donde las desapariciones eran moneda corriente. Décadas más tarde, en 2013, ese informe llegó a un veterano argentino, Julio Aro, que empezó una aventura de memoria histórica que se ha extendido hasta principios de 2021.
Con las voces de familiares, empresarios, miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense y grises funcionarios, el libro reconstruye la silenciosa lucha que emprendieron Aro y otros excombatientes. La batalla para identificar los restos de sus compañeros sepultados en las islas.
Deriva por las exhumaciones y pruebas de ADN, el “carnaval de huesos” según la mirada de un grupo de cínicos familiares y funcionarios. Pero también delicada memoria familiar de los caídos. En el fondo, La otra guerra es una larga crónica luminosa, que echa luz sobre otra etapa oscura de nuestra historia. Un libro que recupera del olvido a los verdaderos héroes de Malvinas. Que, ahora sí, en paz descansan en las islas.