A diferencia de lo que le pasaba al coronel creado por García Márquez, que no tenía quien le escriba, Woody Allen no tenía quién le publique su libro de memorias.
Todas sus películas y su legión de seguidores en todo el mundo no parecen suficientes para acallar el escándalo que provocó en 1992 la denuncia de su ex pareja Mia Farrow por abuso sexual de su hija Dylan, que tenía entonces 7 años. La denuncia se produjo en medio del juicio de divorcio de la actriz y el director de cine, luego de que Allen dejara a Mia Farrow por Soon-Yi, hija adoptiva de un matrimonio anterior de ella. Soon –Syi tenía entonces de 21 años.
Aunque la publicación de sus memorias, A propósito de nada, sería un negocio garantizado para cualquier editorial, fueron cuatro los sellos que se negaron a hacerlo, pensando que el desprestigio sería superior al número de ventas y que, a largo plazo, el libro reportaría más pérdidas que ganancias.
Cabe destacar que Allen es, además de director de cine, escritor. Más allá de los libros que recogen sus guiones cinematográficos ha publicado, por ejemplo, Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, Sin plumas, Perfiles y diversas obras de teatro.
Finalmente, la editorial Arcade Publishing se atrevió a publicar las memorias en inglés, mientras que en el mes de mayo saldrá la edición en español a través de Alianza, luego de un escándalo de proporciones que tuvo como protagonista a la prestigiosa editorial francesa Hachette que tenía en sus manos el original de Allen y que estaba dispuesta a imprimirlo, aunque se vio presionada a desistir de la edición a fin de no empañar su buen nombre en el mundo editorial. Luego de su aparición en España, la autobiografía del neurótico célebre y, a la vez, denostado, será distribuida también en América Latina.
Ronan Farrow, periodista e hijo de Woody Allen, hizo público su desacuerdo con la editorial Hachette y hasta los empleados dejaron en claro su posición contraria a la publicación manifestándose delante de la casa editora en Nueva York.
La propagación del conflicto obligó a la editorial a desistir de su propósito de publicación y a hacerlo público a través de un comunicado que decía: “La decisión de anular el libro del señor Allen ha sido difícil de tomar. Nos tomamos muy en serio la relación con nuestros autores y no cancelamos libros a la ligera. Hemos publicado y seguiremos publicando muchos libros retadores”. A continuación Hachette Book Group le devolvió los derechos a Allen y lo dejó en libertad para publicar sus memorias donde quisiera o, más precisamente, en la editorial que se animara a hacerlo.
Por su parte, en Arcade Publishing justificaron la decisión de publicar el libro: «En estos tiempos extraños en los que a menudo la verdad se califica de ‘fake news’, como editorial preferimos dar voz a un artista respetado en vez de hacerles caso a los que intentan silenciarlo».
El hijo de Allen había publicado en Hachette Catch and Kill (Atrapa y Mata: Mentiras, espías y una conspiración para proteger a los depredadores) y dijo sentirse traicionado por la editorial que no le dijo a él ni a los empleados que ya tenía la idea de publicar A propósito de nada. «Me ocultaron la decisión a mí y a sus propios empleados –expresó- mientras estábamos trabajando en Catch and Kill, un libro sobre cómo los hombres poderosos, incluido Woody Allen, evitan la responsabilidad por el abuso sexual”.
A pesar de tener sólo 31 años, Ronan Farrow ya pisa fuerte en el terreno periodístico. En 2018 ganó nada menos que el Premio Pulitzer por una nota sobre los abusos del productor Harvey Weinstein. En ese momento Ronan era colaborador de The New Yorker y su artículo, junto con otro aparecido en The New York Times escrito por el grupo liderado por Jodi Kantor y Megan Twohey, dieron origen a centenares de denuncias de abuso contra el poderoso productor de cine. Ese fue el punto de origen del movimiento #MeToo.
A los 84 años, Allen se ve en una situación que, seguramente, jamás imaginó. De ser el neurótico más mimado y cotizado de Hollywood, pasó a ser una persona despreciable a quienes sus compañeros de otros tiempos le dan la espalda. Quizá por eso, el verdadero objetivo de sus memorias no sea tanto contar su larga vida comenzando desde el principio, sino dedicarse a lavar su nombre. Por esta razón, buena parte del libro está destinada a demostrar que la acusación, que fue un punto de inflexión en su vida, fue absolutamente falsa. “A medida que pasen los años -dijo en una entrevista con la revista francesa Le Point- las personas comprenderán que cometieron un error. Puede que la verdad salga finalmente a la luz, pero puede que lleve tiempo. Jamás puse un dedo sobre Dylan, nunca le hice nada que pudiera malinterpretarse como un abuso; fue una invención total de principio a fin, cada partícula subatómica de ello.”
Quizá sus memorias sean un nuevo intento de liberarse de la acusación de abuso que alteró para siempre su vida. Por lo menos eso permite inferir el espacio que le dedica y la munición gruesa con que ataca a Mia Farrow: “Le gustaba la reputación de santa, la admiración publicitaria, pero no le gustaba criar a los niños y en realidad no los cuidaba”. Y agrega: “No es de extrañar que dos de sus hijos adoptados se suicidaran y una hija encantadora, que lo pasó mal al ser diagnosticada con VIH, fuera abandonada por Mia para morir sola de Sida el día de Navidad”.
Como no podía ser de otra manera, Allen se refiere a su relación con la hija adoptiva de Farrow, Soon-Yi, con quien se casó y con quien sigue viviendo actualmente. La relación con ella, según lo cuenta el director de cine, comenzó cuando estaban rodando Maridos y esposas, la última de sus películas con la participación de Mia Farrow. Al descubrir la relación de la peor manera –encontró unas fotos de Soon-Yi desnuda sobre una mesa del departamento de Allen- la actriz tuvo un ataque de cólera que no se aplacó con el tiempo y se volvió su peor enemiga. En A propósito de nada, Allen justifica de esta forma la aparición de esas fotos: “En las primeras etapas de nuestra nueva relación, cuando impera la lujuria y no podíamos dejar de tocarnos, surgió la idea de hacer unas fotos eróticas si yo podía descifrar cómo usar la maldita cámara. Resultó que ella podía usarla, y esas fueron fotos eróticas, tomas bien calculadas para llevar la sangre a doscientos doce grados Fahrenheit. De cualquier modo, ustedes probablemente leyeron el resto en los tabloides”.
Es imposible saber qué le dijo su psicoanalista acerca del descubrimiento que hizo Farrow, pero es más que probable que durante la sesión se haya revelado que a nivel inconsciente él quería que Mia se enterara para poder ponerle fin a la relación que mantenía con ella. ¿De qué otra manera podría justificarse que dejara las fotos tan a la vista en un departamento que la actriz visitaba con regularidad, ya que, a pesar de ser una pareja constituida, vivían en casas separadas.
En sus memorias, Allen no se queda atrás en las acusaciones contra sus ex pareja como si sus memorias fueran su revancha, su venganza. Cuenta de ella cosas atroces como que a Soon-Yi, a quien está dedicado el libro, la castigaba “sujetándola boca abajo, colgándola, y amenazándola con llevarla a un manicomio si no aprendía más rápido”. También dice que Farrow, dolida por la relación con Soon-Yi, decidió quitarle a la hija con la que Allen tenía la mejor relación y la convenció de que había sido abusada por su padre en su propia casa. Lo cierto es que hoy Dylan, a los 34 años, sigue repitiendo esa historia, lo que hace difícil dudar de que no sea cierta a menos que se considere que se trata de un falso recuerdo fijado a partir de la insistencia de su madre.
En su momento, cuando se produjo el juicio, las pruebas no fueron lo suficientemente contundentes como para condenar a Allen, pero el juez le prohibió, sin embargo, visitar a Dylan. “Una de las cosas más tristes de mi vida –dice en su autobiografía- es que fui privado de los años de crianza de Dylan y sólo podía soñar con mostrarle Manhattan y los placeres de París y Roma. Hasta este día, Soon-Yi y yo recibiríamos a Dylan con los brazos abiertos si ella quisiera alguna vez acercarse a nosotros como Moses (Farrow) lo hizo, pero hasta ahora eso sigue siendo sólo un sueño”.
También gran parte de su público ha salido a atacarlo, pero él fue siempre moderado en sus respuestas, actitud que justifica en sus memorias: “Dado el caos maligno de un universo sin propósito, ¿qué es una pequeña falsa acusación dentro del panorama general? Segundo, ser un misántropo tiene su salvación: la gente nunca podrá decepcionarte”.