Las leyendas siempre tienen un destino de inmortalidad, sobre todo cuando son capaces de captar ciertas cuestiones esenciales del carácter humano, hasta volverse universales. Eso es lo que ocurre con Lucky Luke, el famoso vaquero capaz de vencer en un duelo de pistolas a su propia sombra, cuya figura larga y desgarbada ha vuelto a ser vista rondando las vidrieras de las librerías de toda la Argentina, siempre acompañado por su fiel caballo blanco, Jolly.

Es que la editorial Libros del Zorzal acaba de publicar la última aventura del personaje, Un cowboy en París, inédita en el país. Este nuevo volumen, dibujado por el ilustrador francés Achdé, responsable de darle vida a Lucky Luke desde la muerte de su creador, el belga Morris, fue presentado el domingo pasado por su actual guionista, el también francés Jul, autor de los dos últimos álbumes del personaje.


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Se trata de una de las criaturas más famosas de la historieta pop europea del siglo XX, en especial dentro de la poderosa producción franco-belga, donde forma parte de un verdadero Dream Team que comparte con otras leyendas como Tintín, Astérix, Titeuf o Los Pitufos. Creado tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Lucky Luke representa en partes iguales un homenaje y una parodia del western, género emblemático del cine de los Estados Unidos. En sus historias incluyen todos los elementos que definen al género.

En primer lugar, la figura omnipresente del héroe solitario, seductor e invencible, quien a partir de un riguroso sentido de la justicia le aporta un poco de orden al caótico universo del Oeste salvaje. Un caos que encarna en la cuádruple figura de sus archienemigos, Los Dalton, cuatro rufianes de rasgos idénticos pero estaturas escalonadas, cuyos planes criminales son invariablemente desbaratados por Lucky, quien termina dándoles una lección al final de cada aventura.


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Y así es como comienza Un cowboy en París, con Lucky llevando a prisión a Los Dalton, sólo que esta vez una presencia inesperada se cruza en su camino: la del escultor alsaciano Auguste Bartholdi, autor de uno de los monumentos más famosos del mundo, la Estatua de la Libertad. Como bien se sabe, la famosa alegoría que custodia la entrada del puerto de Nueva York es un regalo que el Estado francés le hizo al de los Estados Unidos con motivo del primer centenario de la independencia del país norteamericano, conmemorada en 1876. Una historia que está plagada de idas y vueltas que provocaron que la instalación del monumento en su emplazamiento actual se demorara diez años. Parte de esas peripecias son centrales en el argumento de este volumen.

Porque Un cowboy en París es, además de una aventura de fantasía, una excusa que sus creadores aprovechan para hacer que los lectores puedan conocer algunos detalles en torno de un acontecimiento relevante de la historia. Una aspiración educativa que no es ajena a las motivaciones históricas del género de la historieta. De esta forma es posible enterarse de que uno de los motivos de aquella demora fueron las dificultades económicas para completar la financiación del proyecto, escollo que se superó a partir de colectas, donaciones y campañas públicas de apoyo, como la que llevó adelante el New York World, uno de los periódicos más leídos de la época. Todos estos hechos aparecen mencionados de forma satírica en el guión escrito por Jul, en el que Lucky Luke escolta a Bartholdi en una gira promocional por los Estados Unidos, vendiendo muñequitos de su obra.

Un cowboy en París también es una oportunidad que el guionista aprovecha para sacar al personaje del territorio americano por primera vez en sus más de 70 años de historia. ¿El motivo? Lucky debe acompañar al escultor a París y escoltarlo de regreso transportando la Estatua, encargado de seguridad de una misión que el malo de turno intentará boicotear por todos los medios. Una excusa para volver a jugar con las diferencias sociales y culturales entre los EE UU y Francia. No deja de resultar significativa en ese sentido la cita a los huelguistas ferroviarios que detienen la marcha que lleva a Lucky Luke por primera vez a París. «

El romance del vaquero y la Argentina

Existen varios datos que directa o indirectamente vinculan a Lucky Luke con la Argentina. El más conocido es la infancia y la adolescencia que el dibujante y guionista francés René Goscinny pasó en Buenos Aires. Goscinny es el creador junto a Albert Uderzo de Astérix, el personaje más famoso de la historieta francesa, pero también fue durante muchos años guionista de Lucky Luke. Goscinny vivió en la Argentina entre 1928 y 1945, de los dos años de edad hasta los 20 y, se dice, se inspiró en los personajes de Dante Quinterno Patoruzú y Upa para diseñar a Astérix y Obélix.

En lo que se refiere a Lucky Luke, a finales de 2008 se rodó en la Argentina la primera adaptación cinematográfica del personaje. Protagonizada por Jean Dujardin, quien años más tarde se haría globalmente famoso por su rol en la película ganadora del Oscar El artista, Lucky Luke se filmó en escenarios de las provincias de Salta, Jujuy, San Juan, Mendoza y Buenos Aires. En ella trabajaron 42 actores locales, entre los más conocidos Gabriel Corrado, Pompeyo Audivert, Luciano Cáceres,   Mirta Wons y dos populares escritores: Martín Kohan y Alberto Laiseca. Pero nunca se estrenó en Argentina.