Al costado del Riachuelo, en uno de los barrios humildes que se levantaban sobre la orilla sur (y que todavía siguen ahí), nació José María González en 1903. Dicen que el pibe llegó de golpe, como si estuviera apurado, y que el parto fue asistido por el veterinario del vecindario que, después de todo, también era un doctor. Cuentan que además tenía el pelo rojo como una brasa y que ya de chiquito se le daba bien eso de andar pateando la pelota en potreros en los que sobraba la basura y escaseaba el pasto.
Así empieza Llamarada, la historieta creada por el argentino Jorge González. Publicada primero en Francia en el formato de novela gráfica, Llamarada llega a Argentina a través del sello Hotel de las Ideas, en una edición que es un verdadero lujo. Para quienes hayan notado que el apellido del personaje es el mismo que el del autor, sí: Jorge es el nieto de José María. Y el libro es una saga familiar que atraviesa cinco generaciones, en la que el fútbol es una vocación hereditaria que no todos concretan y el pelo color de fuego una marca que no todos heredan.
Es que el abuelo José María gozó de gran fama entre 1928 y 1938 como defensor central en Racing Club, donde recibió el apodo de Llamarada debido a las marcas registradas de su cabellera enfurecida y su recia forma de jugar. Pero Llamarada González no es un jugador más en la centenaria historia de la Academia: su nombre se encuentra entre los únicos 100 que aparecen destacados en la web oficial del club, como uno de sus máximos ídolos de todas las épocas.
Llamarada es además la piedra fundamental en el relato que su nieto Jorge bautizó en su honor y que se extenderá por casi 12 décadas. En ese recorrido, organizado a partir de años clave, aparecerán hitos que jalonan el recorrido. La fundación del club y los años de futbolista. Los intentos fallidos de Jorge, hijo de Llamarada, por seguir los pasos del padre en las canchas; sus estudios de arquitectura. El nacimiento del autor y el divorcio de sus padres. La adolescencia marcada por el contraste entre la intimidad con los amigos y la distancia paterna. Y el fútbol, una vez más como destino fallido. La muerte trágica del abuelo. Y ya en el siglo XXI, la emigración y el nacimiento de Mateo, hijo del autor y primer varón de la casta González en volver a recibir la divisa de aquel inolvidable pelo rojo.
El de las sagas es un género de larga tradición y reglas claras, que Llamarada cumple con rigor. Como corresponde, González traza la red de vínculos y sentimientos que tejen los miembros de un linaje a través del tiempo, pero haciendo que el recorrido dramático ilustre un devenir histórico que, de forma ineludible, afectará el destino de los personajes. El género incluye obras como Cumbres borrascosas de Emily Brontë, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y Mujercitas de Mary Louise Alcott. O la historia de la familia Glass, que atraviesa la obra de J. D. Salinger, incluyendo los libros Nueve cuentos (1953), Franny y Zooey (1961) y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: Una introducción (1963). En la pantalla grande el género quedó asociado a la cultura italiana gracias a El Padrino, obra de origen literario y fama cinematográfica. Pero también a películas como Novecento (1976), de Bernardo Bertolucci; La familia (1987), de Ettore Scola; o Cinema Paradiso (1988), de Giuseppe Tornatore. El trabajo de González alcanza la altura de esa estirpe utilizando con maestría los recursos de su propia lengua, la historieta.
En Llamarada los estilos formales se alternan con el fin de hacer que el relato gane en elocuencia y emoción. Así, la infancia de Llamarada aparece ilustrada en un predominante sepia, en el que solo se destacan el pelo anaranjado del protagonista y las bandas celestes de la casaca racinguista. Las imágenes de los partidos de fútbol combinan la atmósfera espectral de las viejas fotografías de prensa, con la épica de los bajorrelieves que los griegos utilizaban para perpetuar su gloria bélica. Un contrastado blanco y negro sirve para representar la compleja relación entre los dos Jorges, padre e hijo. Y el color aparecerá, pleno, con el nacimiento del pelirrojo Mateo, el último de los González. Todos esos recursos están puestos al servicio de una historia compleja pero narrada con poética sencillez, sin las incómodas interrupciones de la pretensión. No se preocupe el lector si al pasar las páginas se les escapa alguna lágrima: esa facilidad para llegar profundo sin caer ni en traiciones ni en excesos es uno de los regalos más grandes que ofrece esta extraordinaria Llamarada.