Alberto Muñoz es músico, compositor, poeta, dramaturgo, actor, guionista –en este rubro pueden citarse a modo de ejemplo Okupas y Magazine For Fai, el programa más deliciosamente delirante de la televisión argentina–, cofundador en los ’70 de Músicos Independientes Asociados (MIA), editor (Ediciones en Danza) y creador de diversos proyectos artísticos. Pero también podría ser encantador de serpientes o sacamuelas en una plaza de Marruecos, reparador de alas de mariposa, relojero de relojes que sólo marquen las horas de la eternidad, aguatero de colibríes, médico especialista en penas y quebrantos, vendedor a domicilio de melancolías usadas a mitad de precios. Es imposible definirlo por un solo oficio. Es que Muñoz, como muy bien lo percibió la cantante y pianista Liliana Vitale, es un ser irreductible a una sola palabra. Es más bien un modo que, como el modo avión, se activa en el vuelo y permite levitar en la altura sin interferencias.

Es por eso que Vitale editó Modo Muñoz, un libro que compila textos y letras de canciones producidos en las décadas del ’70 y el ’80. Pero antes de ser un libro, Modo Muñoz fue un espectáculo que se presentó en 2019 en Pista Urbana. La idea, selección y dramaturgia estuvo a cargo de Liliana Vitale, lo mismo que la voz, el piano y la dirección musical. La acompañaron Eliana Liuni en vientos y Ana Ponce en percusión. 

–Liliana, ¿cómo saltaste del espectáculo al libro?

Liliana Vitale: –Desde el estreno quise que la gente se llevara escrito algo de lo que le había inoculado para siempre Muñoz. Sabía que Modo Muñoz iba a quedar tatuado en la memoria porque quien fue inoculado por Muñoz no lo olvida. Fue un trabajo ensoñado. El sueño me condujo a plantearme qué hacer y cayó de maduro que tenía que ser un libro, porque esa performance, ese espectáculo, no era reproducible en un disco.

–¿Qué es el modo Muñoz, es como el modo avión?

Alberto Muñoz: –Yo creí que era Moño Muñoz, porque todo el mundo piensa que lo que escribo y lo que compongo es un moño. Luego entendí que estaba leyendo mal el título. Una vez, un gran músico argentino que se llama Gustavo Nasuti me dijo muy seriamente: “Vos no necesitás un arreglador para tus temas, necesitás un detective”.

–¿Y qué averiguaría ese detective?

AM: –Hay una gran pregunta que se plantean todos los músicos y es dónde vive la música. No vive en las partituras. No vive en los discos. No vive en las cintas. Se pasea, trabaja y produce en el aire. Entonces, averiguar la dirección que tiene la música de uno es muy difícil. Hay que transitar muchos barrios para saber dónde está la casa.


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–Y, según vos, ¿dónde está la casa de tu música?

AM: –Adentro de mi cabeza. ¿Viste esa canción que dice “en un rincón del alma”? Bueno, ahí vive, en un rincón del alma.

LV: –Ahí es donde mantiene prendido el fuego.

AM: –Exactamente.

Ustedes tienen toda una historia en común desde la formación de Músicos Argentinos Asociados (MIA).

LV: –La historia arranca desde antes de MIA. Desde 1972, antes de Cámpora. Aunque él era un hombre grande, éramos niños los dos. Creo que siempre fuimos niños. Ese es un lugar de comodidad.

AM: –Es el lugar en que descansamos. Somos niños que no queremos dejarnos atrapar por el viento, como dice un texto bíblico. La niñez es asombro y atención. Con el tiempo vamos perdiendo el asombro en primer lugar y la atención en segundo lugar. Nosotros dos somos aniñados. En nuestra relación estamos atentos a lo que pasa, atentos a cuando estamos distantes. A veces uno se distancia de uno mismo, mirá si no se va a distanciar de otro. Y casi siempre uno se distancia sin ningún motivo. Con Liliana y con otros amigos nos avisamos de la distancia, nos buscamos. Y, cuando nos avisamos, con ella siempre se produce un hecho creativo. A veces no es una pieza musical, sino una conversación.

LV: –Adhiero a lo que decís sobre la atención que tiene un niño sobre las cosas. Con el tiempo uno va muteando señales para seguir adelante. Por eso está buenísimo encontrar un lugar donde uno deje de silenciarlas. Pero no estoy de acuerdo con lo de la distancia. Yo la valoro porque soy de tomar distancia. Con distancia uno puede ver algo más de lo que sucede en una situación o en un vínculo. Eso fue lo que sucedió con MIA. En plena dictadura estuvimos todos mirándonos para adentro. Nadie decía “esto se hace así”. Era un juego lleno de permisos y de libertades. Ahí descubrí un sistema operativo. Más adelante, después de MIA, como intérprete, para los que fuimos inoculados con Muñoz, cantar canciones como «La última jirafa», cantar «Pasaron cuervos» o «Mamá, deja que entren por la ventana los siete mares» tiene múltiples sentidos. Es como una fórmula para que otros se emocionen. Es un sistema operativo. Eso es el modo Muñoz.


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(Foto: Roxana Tana Balsarini)

Es imposible escuchar «La última jirafa» sin emocionarse. Uno entiende lo que dice de una manera emocional, no literal.

AM: –Se dice que la voz humana es oscura y es clara. Pero yo no creo que haya modos de decir claros y modos de decir oscuros. Nadie va a querer hacer poesía para que no se la entienda. Cuando en «La última jirafa» dice «hermana, deja esa fruta que nos ha vuelto a engañar», yo me refería al pecado, esa fruta es la manzana. Pero no creo que eso sea lo que escuchó el público. Así fue compuesta. Sin embargo, cuando llega, lo hace de un modo emocionante. Una canción, en primerísimo lugar, es un milagro. Hay milagros que llegan hasta mil metros y hay otros milagros que llegan a la orilla del mar. Siempre que escribí, desde muy chico, la pluma se iba a otro lado. Yo quería que fuera al norte y se iba al este.  Llegó un momento en que dije ya basta, por qué tengo que estar tirando de esa rienda. Pero la pluma no se equivoca cuando elige hacia dónde va porque la gente tiene la posibilidad de escuchar de otra manera. El oído militar es triste porque no escucha ninguna otra cosa que una orden. El oído puede ser triste, puede ser tonto, fanático, bello, transparente, elíptico. ¿De qué se ocupa un poeta? De hacer cosas con palabras, nada más que con palabras. Nosotros estamos hechos de palabras. Entonces, el modo particular de ordenar esas palabras lo que hace es oxigenar la lengua y si oxigena, la lengua es un pulmón. Por eso, cuando uno entra ahí ya no sale nunca más.

¿Por qué vivís de incógnito, sin el menor interés por el marketing?

AM: –Sinceramente, soy así. Lo único que me importa y que me gusta es el acto de la creación. Una vez que las cosas están creadas, me voy a la ducha. No me sale ir a mostrarlo aquí o allá y cuando lo he hecho, me salió mal, porque no soy eso. No soy modelo de nada. Sólo soy así, no pertenezco a ninguna corriente, no tengo Facebook, no tengo nada y no hago nada para estar en determinados lugares. Pero la corriente te lleva. Hace un par de años yo había hecho un graffiti, lo armé como si fuera un poema. En una oportunidad hubo una exposición de graffitis en Buenos Aires, me invitaron, fui y lo puse en una pared. Un tiempo después, un amigo mío lo encontró en un baño de Barcelona. Cómo llegó allá, la verdad es que no lo sé. Decía: “El hombre araña, la mujer maravilla”.

LV: –Nació anónimo. Muñoz, laburar con vos es buenísimo. En esto coinciden todos los que alguna vez trabajarron con vos. Modo Muñoz es un homenaje. 

Alberto, leí en una entrevista que decías que te estabas quedando sin mundo. Sé que sos reacio a las nuevas tecnologías, a las redes sociales. ¿Tu afirmación tiene que ver con eso?

AM: –Hay un fenómeno actual que repite otro. Antes era antes de Cristo o después de Cristo. Ahora es antes de pandemia o después de pandemia. El mundo como lo entendíamos antes ya no está más. Por ejemplo, en esta entrevista estamos hablando a través de una lata de sardinas. Y esto no es mundo. Mundo era cuando yo hablaba con alguien de frente en la mesa de un bar o de una casa. Me refería a eso. Yo soy un sujeto de lo otro, soy un sujeto de los libros, no de pantalla. Cuando uno lee un libro, el libro lo lee a uno. Pero cuando uno lee en pantalla, la pantalla no lo lee a uno. Eso es una marca. No es ni mejor ni peor. No me voy a acostar en la hamaca paraguaya a extrañar al mundo que ya no está. No me acuesto en hamacas paraguayas. Lo mío, hasta que pueda, es caminar y, si es posible, correr. En el otro mundo caminaba y corría y también trato de hacerlo en este. No soy un anacrónico. Entiendo las cosas a mi modo.

–¿Cómo fue tu infancia?

–Un poco complicada porque tenía mucha dificultad de comprensión. El lugar de la comprensión estaba puesto en la escuela. Yo padecía en la escuela. Para mí era como un corral donde era como un animalito, no porque nadie me tratara de ese modo, sino porque yo lo sentía así. Sentía al mundo como un lugar inhóspito y lo único que me liberaba de eso era jugar. Jugaba e inventaba como un modo de defensa. En la hora del recreo no salía. Me quedaba en la puerta del aula, enganchaba a uno o dos y contaba películas que no había visto, que inventaba. Era un chico muy querido por mis padres, por mis amigos, por mi perro, pero estaba en un lugar otro.

–¿Qué es para vos el circo?

AM: –En el circo siempre vi una estética, una estética extraña porque no era teatro, era otra cosa. Me fascinaba lo que había allí adentro. Había música, todos estaban locos, había gente que volaba por el aire. Había una estética muy interesante. La otra estética que me pareció interesante en mi infancia y que continué teniendo como un marco estético era el catch. Era algo que estaba entre el deporte y el espectáculo. Con el catch, por ejemplo, aprendí ciertas cosas que tenían que ver con soluciones éticas. Tanto en mi colegio como en mi barrio estaban mal vistos los judíos y uno de mis héroes del catch se llamaba Tenembaum de Israel, era un luchador judío. Por otra parte, siempre había visto en las películas que los buenos siempre eran los cowboys y los malos, siempre los indios. Mi otro gran héroe era El Indio Comanche. Me gustaban las máscaras, los enmascarados, por eso sentía pasión por El Caballero Rojo. Hubo algo realmente inolvidable en mi vida y que ahora, cuando lo diga, no va a significar nada, pero que en el momento me hizo mejor. Y es que una vez fui a ver a los Titanes a un club y al Caballero Rojo lo tiraron del ring, cayó a mis pies y yo lo toqué. Creo que nunca salí de ese lugar.  «

Dos veces Modo Muñoz

El espectáculo Modo Muñoz se estrenó el 6 de septiembre de 2019 en Pista Urbana, en el barrio de San Telmo, a poca distancia de la casa de la familia Vitale, un espacio casi legendario por el que pasaron casi todos los grandes músicos argentinos.

Hubo una función en enero de 2020 y se proyectaba una segunda temporada que comenzaría en abril. Pero confluyeron dos hechos determinantes que modificaron los planes: el inesperado fallecimiento de la percusionista Ana Ponce y el aislamiento social obligatorio debido a la pandemia.

El libro Modo Muñoz fue publicado de manera conjunta por Ciclo 3 –una extensión editorial del sello de producción musical creado por Rubens “Donvi” Vitale y su esposa Esther Soto– y La Mariposa y la Iguana.

Se puede adquirir directamente en Ciclo 3 llamando al 011 4307-1581,  por mail en o bien por Facebook: <https://www.facebook.com/Ciclo…