Desde hace tiempo la Fundación El libro, institución que nuclea a las diversas cámaras del sector y a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) viene advirtiendo sobre el enorme deterioro que sufre la industria editorial y cada uno de los puntos de la cadena de producción de libro, de la que las librerías son el eslabón más débil. Tal como lo informó Tiempo Argentino en su edición digital del 17 de noviembre, entre otras acciones, promovió una campaña en redes sociales, protagonizada por escritores y escritoras, bajo el lema “Sin ATP no hay libros ni librerías argentinas”. “Para seguir respirando –decía el flyer que fue parte de la campaña- pedimos que el Estado no quite la Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción a gráficos, editoriales, distribuidoras y librerías.”
Pero el reclamo no tuvo resultados esperados y hoy comienzan a hacerse visibles de manera ostensible las consecuencias de esta muerte anunciada. La Librería de la Luces ubicada en Avenida de Mayo 979, una empresa familiar que lleva más de 60 años en el rubro, liquida su stock al tiempo que anuncia su cierre definitivo. Su propietario, José Roza, tomó la drástica decisión luego del retiro del programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) para editoriales y librerías en noviembre de este año.
Su caso no es el único, pero tiene características particulares. Su librería está ubicada en la zona céntrica, comercial, una de las quedó más despobladas a raíz de la pandemia.
En un comunicado publicado ayer por Tiempo, la Cámara de Libreros y Editores, tomando este cierre como evidencia, le solicita al gobierno nacional y especialmente al gobierno de la Ciudad que arbitren los medios necesarios para evitar el cierre de la Librería de las Luces y de otras firmas.
Pocos días antes, La Fundación El Libro también había hecho público un comunicado en el que decía: “Llamamos la atención de los gobiernos nacional y provinciales (en este caso puntual al de la C.A.B.A.) sobre la crisis terminal del sistema de librerías, que ha sido un orgullo del país. La indiferencia de los poderes públicos frente a esta situación condena a muchas de ellas al cierre, como única salida para los quebrantos mensuales sucesivos.”
“Ya antes de la pandemia nuestra librería estaba en la línea de la flotación, dice Roza. Hace tiempo que veníamos en una situación muy conflictiva. Estamos en pleno centro y cada vez que hay una movilización, hay también una caída del 20 al 30 por ciento en las ventas y aún más si el conflicto es muy intenso. Por ejemplo, cuando fue el velorio de Maradona directamente tuvimos que cerrar por las balas de goma. Desde 2009 en adelante el lugar en que está emplazada la librería es una zona muy caliente. Entonces, para compensar esa baja en las ventas comenzamos a abrir la librería también sábados y domingos porque los fines de semana había turistas y nosotros teníamos que llegar a una facturación mínima. Si en ese momento estábamos con el agua al nivel de la nariz, ahora estamos diez metros bajo el agua.”
Roza vive en Villa Gessel desde hace 40 años, donde es titular de la conocida librería Alfonsina y también tiene un local en Pinamar y otro en Valeria del Mar. La Librería de las luces la heredó de su padre, Mario Roza, y la mantuvo abierta junto con su hermana que falleció recientemente. Está ubicada en Avenida de Mayo 979 pero antes había estado en Avenida de Mayo y Florida. “Nosotros nos especializamos en libros descatalogados –afirma-, en libros que no se venden cuando están recién editados y algunas editoriales mandan a la destrucción y otras les sacan un valor marginal bajándolos mucho de precio. Tenemos todavía, por ejemplo, miles de ejemplares del Centro Editor de América Latina. Esos libros iban a ir a la destrucción no por obra de la dictadura militar, sino del capitalismo transformándolos en pulpa de papel. También tenemos libros de Planeta que no se vendieron de inmediato, colecciones de ciencias de las que se vendían en los kioscos, ediciones de literatura argentina y de literatura latinoamericana. A esta altura de las circunstancias, lo único a lo que aspiro es a que podamos salir prolijamente de estas situación.”
Una situación de orden administrativo impidió que pudiera cobrar los ATP en los primeros meses. “Mientras no recibí el beneficio del ATP -dice- de todos modos hubo que pagar el alquiler, los servicios, los sueldos, las cargas sociales. Yo pagué y en este momento estoy endeudado con el banco porque tuve que pedir un crédito pensando que la situación de la pandemia no iba a durar tanto. Hoy evalúo que esta situación va a tener un horizonte de seis o siete veces más. Por eso mi plan A es cerrar la librería, porque si sigo en esta situación no voy a poder afrontar siquiera los retiros que les corresponden a los empleados. Tengo un déficit aproximado de 300.000 pesos todos los meses. No hay gente, no vienen turistas y, por lo tanto, no hay ventas. Voy a almorzar al mediodía a un local ubicado en Suipacha y Avenida de Mayo y estoy yo solo.”
Y agrega: “La situación es general de toda la zona céntrica. Una cosa es tener una librería en un barrio donde siempre circula gente. Colegas que tienen librerías en barrios, no es que estén bien, porque todas las librerías están con problemas en este momento, pero por lo menos tienen un público que vive ahí. En la zona céntrica no sucede lo mismo. Las oficinas están cerradas, los hoteles no trabajan, los empleados públicos tampoco. En este momento estoy pagando el 50 por ciento del alquiler. El dueño, por supuesto, no está muy contento, pero yo no puedo hacer otra cosa. En estas condiciones no puedo renovar el contrato, por lo que el 30 de junio debo entregar el local. Decidí cerrar porque me fundo.”
“El ATP –continúa- era una ayuda, pero se lo sacó y eso nos terminó de matar. Estamos colgados de una cuerdita muy fina. Las librerías de la zona como la Librería de Ávila están en la misma situación. En todo el microcentro el paisaje es el de un domingo a la mañana en la city: no hay nadie. Estoy dando a conocer la situación a través de la prensa para que se sepa lo que pasa y para aligerar el stock de libros que tenemos. Estoy al día con los sueldos. Este mes es el primero en que tuvimos un atraso porque el gobierno prometió que iba a dar el ATP y luego lo limitó para dárselo a algunas actividades críticas y el sector editorial y de librerías quedaron afuera, pero eso lo supimos el último día del mes, lo que no dio tiempo a hacer ninguna previsión.”
Las librerías que alquilan locales ubicados en zonas estratégicas del centro tienen además, otro problema adicional que es que son muy codiciadas por grandes empresas, por lo que siempre están sujetas a que se les rescinda el contrato, si el dueño recibe una oferta más tentadora. Esto fue –precisamente- lo que le pasó con el local anterior. “Veníamos con una situación complicada –cuenta- porque los dueños recibieron una oferta de McDonald´s por ese local y enloquecieron. Nosotros, por supuesto, no podíamos pagar un alquiler como el de McDonald’s. Tuvimos que dejar el local en 15 días, les hicimos un juicio y lo ganamos, pero de todos modos nos tuvimos que mudar al local en que estamos ahora. Los dueños de los locales son siempre los dueños de la situación. Nosotros hace 60 años que estamos en Avenida de Mayo y nuestra trayectoria no vale nada. El dueño del local no te renueva el contrato y uno se tiene que ir como una rata. Esa es una falencia de nuestro sistema comercial porque todo está hecho a favor del propietario independientemente de que uno pueda tener una buena relación con él o no. No hay un equilibrio de poder.”
“Se solidarizaron con nosotros La Fundación el Libro y todas las Cámaras del sector, -cuenta-. Nosotros pertenecemos a la Cámara de Libreros y Editores Independientes. La Fundación El Libro tomó nuestro caso como bandera para defender a las librerías.”
“Yo no sé si mi librería se puede salvar porque ya llegamos a un arreglo con la gente para que comience a cobrar su retiro”, concluye cuando se le pregunta qué medida tomada por parte del gobierno de la Ciudad y /o de la Nación podría ser realmente efectiva, y contesta: “Una medida para solucionar esto sería que se abriera una línea de crédito hipotecario de los bancos estatales con una tasa subsidiadas para que las librerías puedan llegar a comprar su local con un crédito a una tasa razonable. Ese local debería estar destinado solo para la venta de libros y en el caso de que se le cambiara el destino, el crédito se anularía. Esa sería una medida capaz de darles estabilidad a las librerías y muchas de ellas que alquilan un local se podrían sostener sin depender tanto de los vaivenes de la economía y planificar con cierta proyección en el tiempo, cosa que ahora no es posible, sobre todo en las librerías ubicadas en las arterias principales porque esos locales siempre son codiciados por empresas grandes. Venimos de una recesión prolongada que comenzó en los últimos años del gobierno de Cristina y del gobierno de Macri mejor ni hablar, y luego vino la pandemia que fue un mazazo. Uno hace un gran esfuerzo en su librería y por ahí en dos años ese local lo quiere Coca Cola y todo ese esfuerzo resulta que no sirvió para nada. El ATP fue una ayuda en su momento y hoy sería importante volver a recibir ese beneficio. En mi situación creo que no tengo vuelta atrás. No quiero ser negativo, pero esa es la triste realidad.”