En 2012 Ricardo Piglia dictó cuatro clases en la TV Pública. El ciclo, organizado junto con la Biblioteca Nacional, se llamó Escenas de la novela argentina. Han transcurrido desde entonces diez años, aunque ese pasado parece haber tenido lugar en un tiempo mucho más lejano que una década.
El mundo y el país eran otros y también parecía otra la TV que convocaba a uno de los más significativos escritores e intelectuales argentinos para hablar de literatura, un tema generalmente abordado por escasísimos programas y vapuleado en el sacrosanto nombre del rating.
De todos modos, aquello constituyó una novedad un tanto insólita para el medio. Lo dijo el propio Piglia en el comienzo de aquel ciclo memorable: “Desde el principio decidimos darle a esta intervención en televisión la forma de una clase. Como saben, las clases tienen mala prensa, suelen ser consideradas algo completamente ajeno a lo que sería la circulación en los medios de masas, pero para nosotros se trata de adaptar la televisión a la cultura y no al revés. A mí me pareció importantísimo no solo llevar la literatura a un espacio como la televisión, sino también llevar el formato de la clase, que tiene, como sabemos, algo de teatral y tiene también una larguísima tradición como forma de transmitir la experiencia, de transmitir ciertos saberes. Por eso creo que debemos conservar la forma de la clase como intercambio, eso le da cierto aire de conversación que estoy buscando.”
Lo cierto es que aquel ciclo, realizado sin la fanfarria circense que parece una condición sine qua non para realizar un programa televisivo, sobre todo hoy, tuvo una repercusión que debería obligar a repensar a quienes se arrogan el privilegio de saber qué es lo que le gusta a “la gente” si realmente saben lo que le gusta a “la gente”.
Por suerte, ese valioso material no se perdió ni quedó en un archivo polvoriento para ser desenterrado y mostrado parcialmente en algún informe de ocasión. Eterna Cadencia acaba de publicar Escenas de la novela argentina en un volumen que reúne no solo las cuatro clases de Piglia, cuyas transcripciones fueron revisadas por él mismo, sino también cuatro ensayos inéditos que compuso especialmente para incluir al final de cada una de las clases. A esto se suman cuatro entrevistas imperdibles sobre literatura que mantuvo respectivamente con María Moreno, Juan Sasturain, Ricardo Bartís y Horacio González. Luego de la primera clase que se cierra con la charla con María Moreno se incluye también la charla abierta con el público.
La edición del libro publicado por Eterna Cadencia estuvo a cargo de Luisa Fernández, quien cuenta que en 2015 Piglia y ella recibieron el material de video para la transcripción de las sesiones y realizaron el primer borrador cuya revisión estuvo a cargo de Patricia Somoza. En 2016, Piglia revisó aquella versión y “compuso, mediante un ejercicio de archivo y escritura, los cuatro ensayos que acompañan cada clase”.
La primera palabra del título, “escenas”, por supuesto, no es casual. Las escenas constituyen la esencia de las clases desde las palabras preliminares con que Piglia se refiere a la “teatralidad” de ese formato clase, se repite en las constantes alusiones a la forma en que la palabra de la novela pasó, con mayor o menor fortuna, al cine argentino, y es el punto de partida de su discurso, el punto nodal a partir de que se hilvanan nombres clave de la literatura argentina. “La idea –dice- es partir de pequeñas escenas que han surgido de modo casi invisible en la historia argentina y que tomaremos como un elemento que nos permitirá recuperar el contexto dentro del cual se han escrito y leído, y sobre el cual también actúan. Son escenas menores, diría yo. No grandes escenas históricas, sino acontecimientos mínimos que, sin embargo, condensan muchos aspectos de la sociedad de la época y nos permiten entender algunas situaciones que rodean la lectura de esas novelas y también el modo en que fueron escritas. Esa manera de trabajar con circunstancias menores, muy individuales, tiene que ver con el modo en que la novela se relaciona con la historia. La novela no es la historia, que trabaja con grandes acontecimientos y grandes masas, sino que individualiza los hechos y trabaja sobre acontecimientos microscópicos a través de los cuales logra transmitir la experiencia de la época, ya sea del presente o de un momento histórico.”
Si en la geometría el segmento se define como la menor distancia entre dos puntos, en la literatura, por el contrario, el camino más directo entre un punto y otro parece ser la digresión. A través de las cuatro clases, Piglia hace digresiones que dejan de ser comentarios al margen para constituirse en piezas imprescindibles para la comprensión de sus planteos. Es así que su largo recorrido por la novela argentina comienza con un dato aparentemente marginal, la llegada a Buenos Aires en 1856 para presentarse en el Teatro Argentino, de Mister Charles, “el hombre más fuerte del mundo”, y el desafío que, desde uno de los palcos, le lanza Lucio. V. Mansilla para batirse a duelo.
Desde esa “escena” tan teatral parte Piglia para hablar del propio Mansilla, de Gutiérrez, Alberti, Sarmiento, Cambaceres, Macedonio, Arlt, Marechal, Borges, Puig, Walsh, Aira entre muchísimas referencias que van de Cané y Wilde a Briante y de Sábato a Cortázar, entre otros.
Subrayados al margen
La digresión, por lo menos en Piglia, está relacionada con una enorme capacidad para la asociación que, por supuesto, no es “libre”, sino a la vez creativa y erudita, producto de muchísimas lecturas que de tan profundas e internalizadas, parecen por momentos ocurrencias espontáneas. Estas son algunas de las perlitas digresivas de Piglia que pueden leerse en sus clases sobre la novela argentina:
“Yo digo que la novela trabaja con historias ya narradas, recoge las historias que circulan y las convierte en trama y las recompone.”
“Siempre he pensado que hay una conexión secreta entre Armando Discépolo y Roberto Arlt porque Discépolo es como nuestro Joyce, captaba todos los matices de la oralidad argentina que se había producido después de la inmigración y era capaz de hacer que los personajes hablaran con el español del turco o con el español del polaco.”
“A mí me parece que el nuevo periodismo es el eje sobre el cual nosotros podríamos encontrar un caso de viraje en el uso del grabador. El nuevo periodismo es difícil de entender si no es por la aparición y el desarrollo de la tecnología que permite expandir el modo en que se recoge la experiencia.”
“Durante años la sociedad literaria ha tendido a corregir a Arlt y hasta los burócratas más melancólicos de nuestra literatura se han sentido con derecho a tratarlo con una especie de condescendiente benevolencia. La manifestación más visible de su rechazo, se expresa, por supuesto, en los juicios sobre su estilo. Difícil encontrar en la historia de nuestra literatura un ejemplo más claro de incomprensión y de ceguera.”
“Quizá Rayuela es la novela que lleva más lejos la propuesta de Macedonio, citado muchas veces en el libro. Me parece que el personaje de Morelli, el novelista que tiene una serie de hipótesis sobre lo novelístico y que está escribiendo una novela interminable a la que no logra nunca ponerle fin, es una alusión a Macedonio Fernández y a su relación con el género.”
Es, sin duda, una experiencia singular reencontrarse con las clases de Piglia luego de una década porque significa reencontrarse no con el profesor-escritor que es una suerte de guardián del campo literario para que no se manche ni se contamine con los vapores ácidos del mudo. Por el contrario, es la posibilidad de reencontrarse con un escritor-lector insaciable para el que la literatura estaba en el centro mismo del mundo.