Las consignas que proclama la autoayuda política como verdades monolíticas son tan frágiles e inconsistentes como las de la autoayuda a secas. Mientras esta última postula que basta con el ejercicio de la voluntad para lograr el bienestar en todos los aspectos de la vida, la primera sugiere que basta con la actitud despótica, el gesto cínico y el desprecio por la verdad para ejercer un cargo público. La renuncia de Darío Lopérfido (¿o debería escribirse Lo-pérfido?) como ministro de Cultura de la Ciudad desmiente, por lo menos en parte, el «Sí se puede», slogan de campaña del ahora CEO de la Argentina Mauricio Macri. El tan difundido slogan aludía a la posibilidad cierta de un «cambio», palabra fetiche, del macrismo, como si el cambio en sí mismo constituyera algo positivo. Los problemas comenzaron cuando, una vez asumido el nuevo gobierno, el tan mentado cambio comenzó a llenarse de contenido concreto. Macri demostró que sí se puede devaluar, producir inflación, generar una legión de desocupados, destruir pymes, desindustrializar el país y borrar de un plumazo gran parte de lo logrado durante los últimos 12 años por políticas que aportaron al desarrollo del mercado interno, la industrialización y al desendeudamiento.
Quizá cebado por los múltiples atropellos a la ciudadanía, el otrora chico sushi creyó que tenía impunidad para decir que «en Argentina no hubo 30 mil desaparecidos», sino que esa cifra «se arregló en una mesa cerrada» con el objetivo de «conseguir subsidios». A esto se sumaron sus declaraciones despreciativas hacia los actores y actrices que apoyaban el kirchnerismo y su calificación del Bafici como «el mayor fraude de la historia audiovisual argentina» y «como un sistema para desviar plata».
Al igual que el propio Lopérfido, Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios, trató de minimizar la renuncia con un argumento que constituye una ofensa a la inteligencia: «Tenía demasiados cargos concentrados sobre sí mismo» y «es muy difícil en la gestión pública tener el Ministerio de Cultura de la Ciudad, el Teatro Colón y algunas responsabilidades de la Ópera Latinoamericana», tuvo que admitir que «es obvio que no podés gestionar si tenés todo el sector con una mala relación». A pesar de que Lopérfido permanece aún como director del Colón, en los festejos del Bicentenario organizados en torno a ese teatro, no permaneció visible ante el temor de sufrir nuevos escraches, ya que son muchas las voces que se alzan contra su permanencia en ese cargo.
El 29 de junio el dramaturgo y director Mauricio Kartun dijo en una carta pública referida al ministro que acaba de renunciar: «Si cada artista de los que así lo padecen, si cada agente de la cultura asume el poder de los gestos personales, de las micropolíticas ordinarias estas nuestras del día a día, si en cada evento del Ministerio suena una nueva voz crítica, un volantito manuscrito pegado en la vereda o en el baño, si en el hall de cada sala del Complejo alguien pide respetuosamente su renuncia, chifla en el entreacto del Colón o transforma al FIBA en un parlante internacional, si la opinión se hace de una vez por todas de todos, sin estridencias, cívicos, si nos quieren así, quizá de esta forma alguien escuche donde es necesario ser escuchado».
Es evidente que alguien escuchó porque, como señala Kartun, se descartó «la idea pigmea de que ‘es inútil, ellos mandan’ o ‘ya hay otros que lo están haciendo'». Los gestos pequeños se vuelven enormes cuando se multiplican transformándose en reclamo colectivo. Lombardi puede justificar la renuncia de Lopérfido con argumentos absurdos. Lo cierto es que, como dice una vieja canción, «una gota con ser poco, con otra se hace aguacero». «
Una larga lista de cuentas pendientes para un ministerio polémico
Por Mercedes Méndez
Fue un paso importante, pero para los artistas y militantes de la Cultura todavía queda mucho por qué luchar. En primer lugar, exigen que Darío Lopérfido también renuncie a la dirección artística del Teatro Colón, cargo público que todavía sostiene en el Gobierno de la Ciudad.
Además, cuestionaron los argumentos que plantearon desde el gobierno respecto de su partida. «Larreta dijo que no estaba de acuerdo con la posición de Lopérfido respecto de la cantidad de desaparecidos y, sin embargo, lo mantuvieron en su cargo. Si hubiese sido verdad, le tendrían que haber dicho que se fuera. La realidad es que el paradigma de memoria, verdad y justicia se impuso socialmente, la sociedad apoya nuestra lucha y no pudieron contra eso», le dijo a Tiempo Argentino Héctor Francisetti, integrante de la Mesa de Acción Cultura y Derechos Humanos, una de las tantas entidades que impulsó el repudio al ex ministro de Cultura.
Al próximo ministro de Cultura de la Ciudad le espera una lista de problemas graves que deben resolverse. En primer lugar, Lopérfido fue quien tomó la decisión de cerrar el Teatro San Martín para que se terminen las obras, pero los plazos de la obra se extienden permanentemente y uno de los espacios culturales más importantes de América latina no tiene programación desde fines del año pasado ni fecha concreta de reapertura.
En el caso del Teatro Alvear es aún peor: hace dos años que la sala está cerrada. El próximo ministro debería dar una respuesta a esta situación.
Otro caldo de cultivo es la situación desesperante que atraviesan los teatros independientes debido al aumento de las tarifas. Muchas salas están a punto de cerrarse y otras se endeudan cada vez más. De por sí, el teatro off es una actividad que no genera dinero y de autogestión.
Los artistas se reunieron en varias agrupaciones como Cultura Unida y Escena, para hacer reclamos y manifestaciones públicas. Todavía no tienen respuestas y el cierre de salas es inminente.