La escritura puede significar diferentes cosas. Para Guido Veneziale, autor de Bajo Flores, es una forma de las formas de la militancia, la militancia poética. En su poesía aparece el hombre común que debe ganarse la vida trabajando, lo cotidiano, lo que duele. La poesía de Bajo Flores es narrativa: describe y cuenta como una forma de dejar registro de las pequeñas cosas, de las vidas que nunca aparecerán en las pantallas de la televisión ni en las páginas de los diarios y que, sin embargo, tienen algo de extraordinario cuando se las sabe mirar.
A los 23 años, Guido se convirtió en presidente de un club de barrio que desde que asumió la gestión, no para de crecer. También esa es una forma de la militancia y, por qué no, de la poesía. Además, se está por recibir de abogado para poder defender a quienes no tienen la posibilidad de hacerlo.
Carlos Godoy, a quien Guido reconoce como uno de sus grandes maestros, se pregunta en la contratapa del libro: “¿Existe una función de la literatura política que sea diferente de lo que podríamos llamar ´literatura ordinaria´ o ´apolítica´? ¿existe literatura que no sea política? Son preguntas que el libro no intenta formular ni responder. En todo caso Veneziale nos propone una mirada sobre el caos, con una apuesta por la poética como un modo de volver lo terrible, un objeto narrable y bello”.
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El libro de Guido encuentra lo bello allí donde muchos no pueden verlo.
-¿Desde cuándo escribís?
-Desde chico, desde que tenía 8 años. Ahora tengo 27.
-¿Y cómo te acercaste a la poesía y terminaste escribiendo un libro?
-Empecé a buscar quién podía darme una mano, orientarme en el mundo de la poesía. Escribí un primer libro de poemas. No tenía ninguna experiencia en el mundo de la literatura, fui a una editorial y dije que me hicieran 200 copias y me dijeron sí, cómo no, es tanta plata. La pagué, recibí las copias y quedaron debajo de mi cama. (Risas). Por suerte luego conocí a Carlos Godoy y a Gonzalo Unamuno que me empezaron a instruir y a guiar en otras lecturas, en poetas como Martín Gambarotta, Sergio Raimondi, Joaquín Giannuzzi y generacionalmente más cercanos como Patricia González López, Walter Lezcano. Hay todo un mundo de poetas. Me acerqué a todo ese universo cuando sentí que tenía ganas de publicar. Con Godoy hice todo lo que tiene que ver con el taller de obra de Bajo Flores.
-¿Y cómo comenzaste tu relación con él?
– Le llevé uno libro con 40 poemas. Eligió sólo uno y me dijo “con este poema tenés que hacer un libro”. Ese poema era el que aparece en Bajo Flores con el número 34 y comienza diciendo “Camino con la espalda curtida, /violeta, / de tanto aguantar”. Con él hice una clínica de obra. Bueno, así se dice, pero yo de esas palabras no tenía ni idea. Pensé que era meter un libro en el taller mecánico y hacerle chapa y pintura (risas). Pero en realidad necesitaba un poco eso, porque empecé a escribir poesía antes de que me la enseñaran en la escuela primaria.
-Un taller ayuda, corrige, pero la creatividad es tuya, no te la puede dar nadie.
-Sí, y creo que en los “no” que une pone como escritor, se va formando el carácter. A veces hay que desoír algún consejo. Me gusta mucho aprender, pero creo que también uno tiene que preservar su esencia.
-¿Y dijiste muchos no?
-Algunos. Algunas veces me paré de manos (risas). A veces soy un poco bravo, pero Godoy es un gran maestro. Lo contacté después de leer la Escolástica peronista. Me dije a este tipo lo tengo que contactar y me metí en las redes sociales. A veces soy mandado.
-¿Qué crees que encontraste en esos dos años de clínica de obra?
-Creo que terminé de definirme y aprendí que la escritura es un trabajo. Yo pensaba que era un hobby. Cuando entendí que era un trabajo, mi relación con la escritura cambió para siempre. Ahora escribo y corrijo mil veces, les muestro lo que escribo a otras personas, antes de ponerme a escribir me leo todo sobre el tema. Me profesionalicé respecto de la escritura, conocí a autores que estaban en la línea que yo seguía
–Tu poesía es muy narrativa. ¿Cuánto tiene que ver con vos ese yo que aparece en la narración).
-El Bajo Flores está en mi ADN. Mis abuelos fueron comerciantes de toda la vida de ese barrio, tenían un despacho de pan y rotisería. El libro coincide con mi historia, porque mi historia es el Bajo Flores. Siempre sufrí mucho cómo les costaba a mis abuelos pagarles a los proveedores, pasaron momentos muy jodidos. Pero el yo que aparece en el libro que es de un pibe de 16 o 17 años y está inspirado en la historia de un chico del barrio que la pasó muy jodida y que es una historia de tantas. Lo que tiene Bajo Flores es que es un libro muy sincero.
-O sea que la historia del chico que sale con su padre en el carro no la es tuya, pero la viviste muy de cerca.
-Sí, la viví muy de cerca a través de la militancia política y social que yo llevaba a cabo en el barrio. Comencé a militar al día siguiente de la muerte de Néstor Kirchner y elegí como lugar de militancia el Bajo Flores por mi historia. Empecé en una unidad básica allá por el 2011. Hoy soy presidente de un club del barrio, el Villa Miraflores. Asumí como presidente cuando tenía 23 años y no tenía idea de lo que conllevaba ser presidente de un club de barrio, pero lo aprendimos con mucho esfuerzo, con mucha responsabilidad. Empezamos en 2015 a hacernos cargo del club y el panorama era otro. Hoy el club crece día a día por nuestra gestión y porque mucha gente que iba a hacer gimnasia a Parque Chacabuco hoy va a nuestro club. Las cuotas son muy accesibles, nos dedicamos a todo lo que es deporte de contacto, artes marciales y todo lo que son actividades para mujeres porque en el Bajo Flores no había una oferta para ellas. Nosotros llevamos adelante fútbol femenino, patín, gimnasia localizada solo para mujeres. Las mujeres tienen un espacio propio en el club, un espacio que explota.
-¿Cómo nace en vos el interés por la poesía?
-Creo que por la imposibilidad de expresar de otra forma el dolor que siento ante las injusticias que suceden a menudo. Es mi forma de expresarme ante lo que duele de la realidad. Por eso mi poesía tiene que ver con la cotidianidad, con lo real. Otra de las razones por las que escribí el libro es para desestigmatizar al barrio. Siempre que van a sacar fotos al Bajo Flores es por un hecho de inseguridad o porque lo relacionan con el narcotráfico. Y no hay nada más alejado de la realidad que eso. Es un barrio de trabajadores, en el que, como digo en una poesía, los despertadores suenan a las cinco de la mañana y ves a los vecinos y vecinas saliendo para hacer los trabajos más diversos. La mayoría tiene dos trabajos. Quise mostrar eso, que la gente sale a trabajar pese a las adversidades, el deseo que tienen los vecinos es salir adelante mediante el trabajo. Un pibe que pone en un curriculum que vive en el Bajo Flores, en la Villa 11/14 no lo toman o ni siquiera lo tienen en cuenta. Eso es algo nefasto, es veneno puro y son frustraciones que se van acumulando. También hablo de eso en una poesía. Hablé de la entrega de 230 curriculum sin ningún resultado. Puse esa cifra porque pensé que la gente la iba a tomar como algo real, pero tengo amigos que han entregado más de 1.000 o 1.500. No puse ese número porque pensé que la gente iba a pensar que estaba exagerando, pero la realidad es peor de lo que yo escribí.
–Tu libro tiene una unidad, una estética clara. ¿Cómo lo fuiste madurando?
-Con mucho trabajo y mucho esfuerzo. Me llevo dos años. Así surgió un libro que habla de cómo las crisis golpean a las personas, cómo el neoliberalismo golpea concretamente a mi barrio. Jóvenes como el que aparece en mi poesía son los que están padeciendo la política que está llevando a cabo este gobierno.
-¿Siempre escribiste poesía o también te dedicás a la narrativa?
-Terminé una novela que también se sitúa en el Bajo Flores y parte de un hecho real que convertí en ficción. Ahora estoy buscando editorial para la novela. Tengo en marcha también otro libro de poesía.
–Además, estás estudiando.
-Sí, estudio Abogacía en la UBA. Me costó muchísimo, hice mucho esfuerzo, pero ya estoy por terminar. Además, trabajo en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
-¿Por qué elegiste esa carrera y no una ligada, por ejemplo, a la literatura?
-Debe de tener que ver con mi madre que es abogada y también porque siento que la abogacía es una herramienta para ayudar, para dar una mano. Así lo hace mi vieja que atiende gratuitamente a nuchos vecinos del barrio y yo creo que con esa carrera también voy a poder ayudarlos.
-¿Y en qué crees que ayuda la poesía o la literatura en general?
-Creo en la capacidad transformadora de la realidad que tiene la escritura. Por otro lado, elijo escribir poesía porque creo que en este mundo hay dos polos en tensión. De un lado está el algoritmo, la palabra del marketing y el capitalismo salvaje y, del otro, el humanismo, la escritura, la poesía y el peronismo como opción política de vida. Creo que hay que estar de un lado y trabajar en lo que uno cree para hacer un poco mejor este mundo, que necesita del trabajo de todos.