Entre los estrenos que llegarán a los cines de todo el país el próximo jueves se encuentra Battle Angel: la última guerrera, la nueva película del director de Sin City, Robert Rodríguez. En ella cuenta la historia de una androide adolescente que es descubierta en la basura por un científico, quien la reconstruye, la adopta como su hija y la acompaña en la complicada tarea de redescubrir quién es y cuál es su lugar en el mundo del año 2500. Aunque muchos descubrirán recién ahora a Alita, su protagonista, gracias a este proyecto que comenzó hace más de 15 años de la mano del director y productor James Cameron (Titanic, Avatar, Terminator), se trata de una historia que nació muchos años antes, muy lejos de Hollywood.
La historia tiene su origen en Japón como una novela gráfica típica del manga, nombre con el cual se conoce la historieta oriental, sobre todo la de procedencia nipona. Su creador es Yukito Kishimiro y el nombre original de la novela es GUNNM, pero se la conoce internacionalmente como Battle Angel (Ángel de combate). La misma nace a comienzos de la década de 1990 y comparte el espíritu de algunos de los clásicos del manga y el animé (los dibujos animados japoneses). Algunas de estas referencias son obvias. Es fácil reconocer en la historia de Gally –nombre que recibe la protagonista en la versión japonesa– los mismos elementos que le dan forma a la de Astroboy, el niño robot creado por Ozamu Tezuka en 1952, tal vez el clásico más grande del manga y el animé. Tanto una como el otro son androides en los que la tecnología es combinada con elementos orgánicos humanos por dos científicos, que luego adoptan a los jóvenes robots como sus hijos. Ambos casos también dialogan de forma directa con Pinocho, una de las obras emblemáticas de la literatura italiana, escrita en la segunda mitad del siglo XIX por Carlo Collodi. Los tres personajes no son otra cosa que muñecos dotados de consciencia cuyas existencias ponen en cuestión los límites de lo humano.
Aunque existen diferencias entre a la novela gráfica y su versión cinematográfica, puede decirse que Rodríguez ha realizado una adaptación «obediente». Es cierto que la película incorpora subtramas o les cambia el orden a algunos hechos con el fin de convertirla en un relato clásico respecto de la mirada occidental, pero respeta con rigor el espíritu general. Por su parte la novela también es absolutamente clásica en términos orientales, utilizando con eficacia herramientas como el humor, el absurdo y el melodrama.
Por supuesto que ambas versiones de Battle Angel pueden ser conocidas de forma independiente, pero vale la pena darles una oportunidad a los nueve volúmenes de la novela gráfica publicados por Editorial Ivrea, impresos respetando el sentido de lectura oriental, que para un lector argentino equivale a leer un libro de atrás hacia adelante. Un detalle adicional que potencia la experiencia de la lectura.
Battle Angel y su protagonista vienen a sumarse a diferentes universos dentro de la cultura pop, ya sea en los territorios del cine, la historieta o la ciencia ficción. Por un lado dentro del manga, donde la novela de Kishimiro pertenece a un subgénero en el cual prevalecen los elementos del cyberpunk (hibridación entre lo humano y la tecnología, escenarios distópicos o posapocalípticos, etc.). Espacio que comparte con clásicos como Akira (1982) de Katsushiro Otomo, o Ghost in the Shell (1989) de Shirow Masamune. Como Batlle Angel, esta última también tiene como protagonista a una chica androide de armas tomar y fue «hollywoodizada» en 2017 con Scarlett Johansson como protagonista. Algo que no es tan raro en obras populares producidas en oriente como lo es en occidente, donde no abundan las heroínas de acción. Una tendencia que en los últimos años ha comenzado a revertirse a partir de películas como Divergente, Los juegos del hambre o Mujer maravilla; personajes como el de Charlize Theron en Mad Max: furia en el camino, la Trinity de Carrie-Anne Moss en Mátrix; o más atrás en el tiempo, las icónicas Sarah Connor y la teniente Ripley con las que Linda Hamilton y Sigourney Weaver alimentaron los universos de Terminator y Alien, hace 40 años. A esa estirpe se debe añadir ahora a Alita, interpretada CGI mediante por la actriz estadounidense de raíces latinas Rosa Salazar. «
DÓNDE
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