La novela Como agua para chocolate, de la escritora mexicana Laura Esquivel, fue adaptada al formato ballet por uno de los coreógrafos más relevantes de la actualidad, Christopher Wheeldon, y se estrenó ayer, 2 de junio, en el Royal Ballet británico de Londres. Wheeldon es uno de los coreógrafos que goza de más prestigio en la actualidad, por lo que hace presentaciones en Estados Unidos, en el Ballet Bolshoi de Moscú y también en compañías de ballet líderes en toda Europa. Creó obras como Alicia en el país de la Maravillas (2011) para el Royal Ballet, y Cuento de Invierno (2014), adaptación de la obra de Shakespeare de 2014.
En esta ocasión, trabajó en forma cercana con la autora de la novela, cuyos elementos de realismo mágico constituyen un punto de partida para su nueva creación.
Por su parte, la directora mexicana Alondra de la Parra es la consultora musical del compositor inglés Joy Talbot encargado de la partitura. Además, la participación del guitarrista mexicano Tomás Barrero es un elemento importante en el ballet. La iluminación es de Natasha Katz y el diseño de video de Luke Halls. El vestuario y escenografía corresponden a Bob Crowley.
“México hoy está de fiesta con el estreno mundial del ballet Como agua para chocolate en el Royal Opera House de Londres, basado en la obra entrañable de Laura Esquivel, y con Alondra de la Parra en la batuta y como consultora musical. El talento mexicano en los mejores escenarios del mundo”, dijo la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto Guerrero, según lo reproduce Ciudad Tijuana.
Por su parte, comentó Alondra de la Parra “No se trata de una obra con música y bailes mexicanos, pero nos encargamos de brindarles referencias y acercarlos a nuestra cultura para que pudieran tener el sabor del lugar del que viene esta aclamada novela de Laura Esquivel”, comentó Alondra de la Parra a través de sus redes sociales y agregó que una muestra de la pieza se presentará posteriormente en el festival PAXGNP.”
Publicada en 1889, esta primera novela de Esquivel la catapultó a la fama internacional. Su éxito resonante hizo que el director Alfonso Arau la llevara al cine con el guión de la propia autora.
La novela es, entre otras cosas, la historia de un amor imposible porque Tita, la hija menor de Elena, no puede casarse con Pedro, a quien ama y por quien es amada, porque está destinada de cuidar de su madre hasta que esta fallezca. Tal es el amor que Pedro siente por Tita que para poder estar cerca de ella no encuentra mejor solución que casarse con su hermana, Rosaura.
Una de la grandes innovaciones de la novela fue incluir recetas de cocina con la misma categoría discursiva que el resto de la narración, reivindicando la cocina, un espacio que fue durante siglos privativo de la mujer y en el que, más allá de la aparente mediocridad que representa cocinar todos los días para la familia, es un acto de amor y guarda una sensualidad escondida. Precisamente sensualidad que recorre la novela es uno de los elementos que rescata la versión para ballet, según se puede comprobar en la breve escena que puede verse en YouTube pero que es un adelanto del clima que tiene la adaptación.
La cocina es en la novela un espacio particularmente erótico. Tita cocinará, por ejemplo, codornices con los pétalos de rosas que le regala Pedro para su cumpleaños y que su madre la obliga a tirar. Los platos de Tita causan efectos extraños en los comensales. Su cocina es, quizá, su único elemento de poder.
En una entrevista que Esquivel le concedió a El País de España el 24 de diciembre de 2021, habla de sus propias ideas acerca de la cocina. “Cuando yo era niña –cuenta- mi mamá tenía en la azotea hasta sus gallinas. Era una casa en el centro de la ciudad y comíamos los huevos que nos daban. Con la incorporación de la mujer al trabajo realmente hay un abandono. No estoy diciendo que esté mal, ojo. Este es uno de los motivos que me lleva a escribir Como agua para chocolate, porque yo desde siempre defendido ese espacio de la cocina, que es un espacio realmente importante donde suceden cosas muy importantes para el ser humano. ¡Imagínate! Las grandes civilizaciones surgen cuando se descubre la siembra, cuando el hombre se convierte en sedentario, cuando cuida sus cultivos y asegura su alimentación.”
Respecto de la relación entre la cocina y el amor, afirma: “(La cocina) es un acto de amor. No deja de maravillarme esa idea de que al cocinar para alguien más se junta tu energía, estás formando parte del conjunto. Cuando haces que dos cositas separadas se conviertan en una sola, eso es un acto de amor. Es esta alquimia que logra la fusión, la integración de todo, que cuando cocino para ti, tú vas a sentir esta energía que yo puse. El sabor o el olor permanecen, ese efecto invisible, que tiene que ver con esa energía que se integró y que va a correr por todo tu cuerpo. Es un acto maravilloso.”
El realismo mágico, elemento fundamental, según parece, en la versión ballet de Como agua para chocolate, ha tenido y sigue teniendo sus detractores, sobre todo cuando se transforma en una fórmula derivada de Gabriel García Márquez, dueño legítimo de la máquina de hacer milagros literarios cuyos productos otros se dedicaron a imitar. Entre las acusaciones figura la de ser un tipo de literatura “for export” que consolida la teoría europea del salvaje latinoamericano y que edulcora la pobreza y los padecimientos que se sufren por estas latitudes.
El realismo mágico, que no goza hoy de demasiado prestigio entre escritores e intelectuales de América Latina, parece, sin embargo, seguir seduciendo a los europeos que quizá encuentran en él una suerte de exotismo turístico que no encuentran en otra parte.
Quizá, lo criticable no sea el realismo mágico en sí mismo. A esta altura parece innegable que Cien años de soledad es una novela insoslayable en la historia de la literatura. Lo que sí parece desdeñarse es su conversión en repetida fórmula literaria.
Sin embargo, estas consideraciones nada dicen de la calidad que pueda tener la adaptación de Como agua para chocolate al ballet, de la que apenas se ha podido ver aquí una breve escena. En cuanto a la novela de Laura Esquivel, quizá su mayor mérito haya consistido en homologar escrituras consideradas de distinto nivel y de restituirle a la cocina la importancia cultural que realmente tiene.