La obra de Albertine Zullo se hizo conocida en la Argentina cuando visitó el país en 2017 para asistir al Filbita. La editorial Limonero publicó cuatro libros ilustrados por ella: Mi pequeño, que realizó junto a su pareja, Germano Zullo, y que fue destacado en la Feria Infantil de Bologna como el mejor libro de ficción 2016 y obtuvo el Primer Premio de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP); Ya vienen, con texto de Sylvie Neeman, que trata del regreso de los chicos a la escuela y está narrado desde el punto de vista de una maestra; Bimbi, un libro que recorre escenas de infancia con la que pueden sentirse identificados tanto chicos como grandes y Palabras para la noche. Instrucciones para un buen dormir, con texto de la francesa Annie Agopian, un recorrido poético por las imágenes oníricas.
La otra ganadora de esta edición del Hans Christian Andersen es la escritora estadounidense Jacqueline Woodson (1963), distinguida por «un prolífico cuerpo de escritura desde libros ilustrados hasta literatura para adultos jóvenes, todos los cuales presentan lenguaje lírico, personajes poderosos y un sentido de esperanza permanente». Ha publicado más de 30 libros para pequeños lectores y antes de ganar el Hans Crhistian Andersen fue finalista del mismo premio dos veces. Ganó, además, otro importante galardón, el Astrid Lindgren con una novela juvenil y autobiográfica, Brown Girl Dreaming.
Por su parte, la narradora argentina Maria Cristina Ramos que resultó finalista, es mendocina nació en San Rafael (Mendoza) en 1952, pero vive en la ciudad de Neuquén. Ha publicado poesía, cuentos y novelas destinados a los lectores chicos y adolescentes y es la fundadora de la editorial Ruedamares. También escribe para adultos. Su poemario En un claro del mundo, por ejemplo, está dirigido a los lectores mayores.
El prestigioso galardón internacional es entregado cada dos años por la institución Board on Books for Young (IBBY). Se concede en dos categorías: desde 1956 sólo a autores de textos y, desde 1966, también a ilustradores. “Las nominaciones –dice en su página oficial- son hechas por las Secciones Nacionales de IBBY y un distinguido jurado internacional de especialistas en literatura infantil selecciona a los destinatarios. Su Majestad la Reina Margarita II de Dinamarca es la Patrona de los Premios Andersen, que cuentan con el apoyo de Nami Island Inc. Se entrega una medalla de oro a los ganadores en el Congreso Mundial bienal de IBBY.” Premia no solo un libro, sino la totalidad de una obra.
Respecto de Albertine Zullo, el jurado precisó que «sus libros tienen múltiples niveles de interpretación, con dibujos hechos con infinita precisión que son vivos y llenos de humor»
Detrás de sus dibujos, hay una elaborada concepción de lo que es un libro destinado a los más chicos. Cuando en 2017 visitó la Argentina junto con su esposo, le dijo a Télam refiriéndose a Mi pequeño: “No pensamos en la edad de nuestros lectores sino en la historia misma. Particularmente, cuando teníamos la idea de lo que queríamos contar me llevó casi dos años y medio encontrar la herramienta con la que elaborar los trazos. Probé distintos pinceles, carbonilla, acuarelas… un montón de elementos hasta que finalmente me sentí cómoda con los trazos que se ven en el texto”.
Su declaración pone en evidencia un enorme respeto por el pequeño lector, a quien tantas veces se le ofrecen desde películas a libros que son más un producto de marketing que piezas elaboradas con la seriedad, sensibilidad y conocimiento que merecen los lectores de todas las edades.
Por esta razón, no es casual que Albertine haya ilustrado cuatro libros de la editorial infantil argentina independiente Limonero, cuyos fundadores son Lulu Kirschenbaum y Manuel Rud y cuya concepción de la literatura infantil coincide con la de la dibujante.
Hace apenas unos meses Tiempo Argentino entrevistó a ambos. Rud contestó entonces de qué forma la editorial lograban saca a literatura infantil del lugar menor a la que tantas veces se la confinó y se la sigue confinando y de la relación estrecha que a veces los libros de ficción para los más chicos guardan con lo didáctico: “En principio –dijo, tratando de desencajonar la idea de literatura infantil que también nosotros palpamos que muchos autores y editores consideran un género menor. Nos interesa la literatura infantil pero no desde lo infantil, sino desde la experiencia de lectura. De hecho, no creemos mucho en la división entre literatura para adultos y literatura para chicos. Un libro es bueno para quien lo lea, ya sea un adulto o un chico. Nos interesa hacer libros que les interesen a chicos y grandes. Uno se pregunta qué es lo infantil y la verdad es que no sabría cómo definirlo. Sí hay una literatura infantil estereotipada, asociada a ciertos temas, a cierto tipo de ilustración, a la transmisión de un mensaje, de un contenido. Nosotros le escapamos a eso. Trabajamos mucho con literatura funcional haciendo videotextos para Estados Unidos que transmiten un determinado contenido, una pauta. Con eso nos curamos en salud. Es una cuestión de principios. Creemos que la literatura infantil no viene a enseñar nada, ni a dar un menaje, sino a dar gozo. De ese modo tomamos nuestras decisiones de catálogo, pensando en el disfrute del lector.”
Resulta evidente que Limonero y Zullo comparten un mismo criterio sobre la creación destinada a los más chicos.
Desde 2014 Limonero se dedica al libro-álbum y ya antes de que Zullo ganara el Hans Christian Andersen, la editorial había obtenido uno de los mayores premios del rubro: había sido galardonada como la mejor editorial de América del Sur y América Central en la 56° Feria del Libro Infantil de Bologna, la más importante en el género infanto-juvenil. Su especialidad es el libro-álbum, un tipo específico de libro en el que texto y la ilustración tienen la misma importancia. Es decir que el ilustrador no se pone al servicio de un texto ya escrito, sino que el color y las formas tienen el mismo protagonismo que la letra escrita. Además, publicó un texto de una ganadora argentina del Hans Crhistian Anderson, la escritora María Teresa Andruetto: Clara y el hombre en la ventana, con ilustraciones de Martina Trach. Andruetto obtuvo el galardón en 2012.
El libro-álbum cuestiona el concepto mismo de ilustración ya que en el sentido de esta palabra hay una implícita dependencia del texto. Mientras que en este tipo de libro el dibujo y la letra están en pie de igualdad. Y esta quizá sea, como dijo Rud: “una de las pocas buenas cosas que están pasando en el mercado. (…) mantiene su carácter de libro-objeto y, en este sentido, por su materialidad, es más difícil que las plataformas electrónicas lo desplacen”.