“Manauta es un clásico contemporáneo y hoy no se lo lee bien, aunque han salido sus cuentos completos editados por una universidad. Pero hay lo que llamo una justicia poética. En Rayuela, de Cortázar, cuando Oliveira viene a la Argentina el único escritor por el que pregunta es por Manauta. La publicación de Las tierras blancas, además de una justicia con Manauta es una especie de homenaje a Oliveira”. De esta forma Abelardo Castillo se refería en 2008 al escritor nacido en las tierras entrerrianas de Gualeguay Juan José Manauta.
Sin duda, Las tierras blancas, publicada por primera vez en 1956 y llevada al cine por Hugo del Carril en 1959, es un clásico de la literatura argentina. Castillo la reeditó en 2008 en la colección que dirigió en Capital Intelectual, Los recobrados.
Este año se cumplen este año 100 años del nacimiento de este autor fundamental, razón por la que se le rendirán una serie de homenajes. Uno de ellos será este viernes en la Feria del Libro.
Leticia Manauta, una de sus hijas, dialogó con Tiempo Argentino sobre este y otros temas relacionados con la vida y la obra de su padre.
-¿De qué forma se lo va a homenajear a tu padre en la Feria del Libro a 100 años de su nacimiento?
-El viernes 3 de Mayo en la Sala Bioy Casares de la Feria Internacional del Libro, a las 20.30 se le va a hacer uno de los primeros homenajes a Juan José, en el año del centenario de su nacimiento. Pensamos en la Feria porque él fue uno de sus impulsores, allá en 1975 cuando se inauguró con la consigna «Del autor al lector». Manauta fue militante de la SADE, de los derechos del escritor y de la Ley del libro, una de las tantas en que alguna vez se pensó. Esa Feria funcionaba en el viejo predio municipal que estaba atrás de la Facultad de Derecho.
– ¿Quiénes participarán de la mesa que lo recordará?
-María Rosa Lojo gran escritora, ensayista, amiga y conocedora de la obra de Juan José, fue quien estuvo en la presentación de la primera edición en la Feria de los Completos editados por EDUNER. Miguel Angel Federik, gran poeta, entrerriano de Villaguay, quien hizo el estudio introductorio de la Poesía Completa también editada por EDUNER. Alfonsina Kohan, catedrática de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, nacida en Gualeguay pero que vive y da clases en Paraná, enseña la obra de Juan José, en sus cátedras. Es la manera de mantener vivo a un escritor, que permanezca en las bibliografìas, además de promover la lectura de sus obras. Maria Elena Lothringer que era directora de EDUNER cuando se tomó la decisión de publicar los Cuentos Completos, gran amiga y también admiradora del Chacho, como le dicen todavía a papá. Liliana Herrero prima de Juan José, gran cantante, intérprete de la música argentina, estará en esa mesa también como parte de la familia. Además, habrá un representante de la SADE y de la Fundación El Libro y la coordinación estará a cargo de Gustavo Martinez, actual director de EDUNER.
-¿Qué ediciones puede conseguir en este momento quien quiera acercarse a su obra?
-Los Cuentos completos (primera y segunda edición de EDUNER), la Poesía Completa (también editada por EDUNER), esto en el stand Universidades nº 315 Pabellón Azul. Las tierras blancas, novela, cuya última edición la hizo Capital Intelectual; este año esperamos que la edite nuevamente EDUNER. Con dicha editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos, que ha sido la que más se ha ocupado de su obra, por suerte en vida de Juan José, finalmente él se sintió reconocido por su provincia.
-Qué rasgo recordás y valorás de Manauta como padre.
– Que nunca me impidió el acceso a su biblioteca. Sutilmente guiaba mis lecturas. Mi generación fue muy lectora. El libro, la radio y el cine eran nuestros entretenimientos, además de los juguetes que nos compraban o los que inventábamos. Así que entre los 11 y los 17 años leí a toda la literatura norteamericana de la llamada «generación perdida», desde John Dos Passos , Serwood Anderson (comunista él), Ernest Hemingway, Eugen O’Neill (el papá de Oona, la última mujer de Chaplin), Erskine Caldwell y su maravillosa obra de teatro El camino del tabaco, Faulkner, muchos. Por supuesto todos los rusos de antes, durante y después de la revolución bolchevique. Especialmente los que hablaban del heroísmo del pueblo ruso ante la invasión de los nazis. Así se templó el acero, Los marinos del Mar Negro etc. También recuerdo que yo era la que hacía la segunda pasada de sus escritos. El escribía un cuento, luego corregía y en ese momento yo tenía que pasarlo a máquina de nuevo con las correcciones. Así aprendí a escribir a toda velocidad, primero en la máquina y luego en la computadora con dos, a lo sumo tres dedos. Y hasta que vivió con nosotras, Katy Russo mi madre, mi hermana Adriana y yo, después de varias correcciones nos leía su cuento. A veces también lo hacía con nosotras y algunos amigos que nos visitaban.
-¿Cómo era el ambiente de la casa en que vivían?
– Allí, a Vicente López, donde vivíamos, solían ir escritores, artistas, sobre todo a almorzar los domingos. Entre ellos Davis Viñas con sus hijos, Mercedes Sosa , Fabián y Oscar Matus, Helena Tritek, algunos más jóvenes que iban a pedirle opinión sobre sus poemas o relatos. También el pintor Roberto ”Cachete” González
-¿Cuál fue el escenario en que escribió su obra?
-Papá escribió toda su obra en Buenos Aires. Se fue de Gualeguay a los 18 años a estudiar en la Universidad Nacional de La Plata, en la Facultad de Humanidades, en 1938. Más precisamente en la carrera de Letras. El que ayudó a convencer a mis abuelos fue Juan L. Ortiz, quien les dijo «es la mejor Facultad del mundo». Estaba maravillado del cuerpo de profesores y del rector que firmó el título cuando Juan José se recibió: don Alfredo Palacios.
¿Qué recordás de Juan L?
-Don Juan L. (por Laurentino) vivía en Puerto Ruiz cerca de Gualeguay, en donde trabajaba como empleado del Registro Civil (donde se jubiló y luego se mudó a Paraná) «porque disponía de papel y tinta sin límites» confesaría años después. Estaba casado con Gerarda Irazusta (hermana de los Irazusta nacionalistas). Mi abuelo en su almacén siempre le aceptaba una pila de libros de poemas que el propio Juan L. pagaba la edición, y los vendía junto con la yerba y el azúcar. A Juan L. le decían «el loco» en el pueblo. Era un adelantado en esto de vida sana. Andaba en bicicleta (una rareza) nunca su bolsillo dio para más. Cuidaba de los animales abandonados o maltratados. Era y siguió siendo amigo de mi padre, y años después nos visitaba en Vicente López. Tengo un recuerdo muy nítido de sus manos con dedos largos con las que preparaba unos cigarritos finitos que colocaba en la punta de una larga boquilla. Era muy delgado y hablaba en voz baja y pausada. Me quedó fijado que esa era la voz de los poetas. Estaba radiante de regreso de un viaje a China (antes de la ruptura China con la URSS). Era como si hubiera encontrado finalmente la tierra de sus ancestros.
-¿Cómo era la situación de los escritores en el momento en que tu padre producía su obra?
– Yo no conocí en ese entonces (años 50, 60 y 70) a ninguno que viviera de la literatura. Los más aristocráticos como las Ocampo o los Bioy vivían de sus fortunas personales. Todos trabajaban en periodismo, cátedras, oficinas públicas, papá en una Compañía de Seguros, después en publicidad, como administrativo de un aserradero en Tigre, etc. Viñas, Costantini, venían a casa, fueron amigos a pesar de diferencias políticas. Siento que antes de la dictadura genocida no había entre los escritores tanta grieta. Mi padre tenía variedad de amigos como José María Castiñeira de Dios, no pensaban igual pero intercambiaban, dialogaban. Esa generación tenía en común el amor a la literatura, que nunca fue profesión, sino pasión y su compromiso con «la revolución». Diferentes organizaciones, diferentes políticas, sin embargo todos educaron hijos militantes, algunos de esos hijos fueron desparecidos (Viñas, Gelman y otros).
-¿Cómo estaba formada la familia?
-Mi padre primero se casó con mi madre, Katy Russo, también egresada de la Universidad Nacional de la Plata, allí se conocieron. De ese matrimonio nacieron dos hijas: Leticia (yo) y Adriana. Luego se separaron y formó una familia con María Teresa Bordón con la que tuvo otras dos hijas: Adelaida y Josefina. María Teresa, además, tenía ya una hija, Melina Macaggi. Se separaron después de años de convivencia en la ciudad de Lanús. Mi padre volvió al centro y vivió como soltero en a calle Viamonte y Paso durante unos cuantos años. Había obtenido el Premio Municipal y luego el Fray Mocho, el máximo de la Provincia de Entre Ríos. Eso aseguró su sustento, ya que alquilaba. Años más tarde se reencontró a los 85 con Lucia Montero, hija de su amiga la cantante de jazz Lois Blue, y a los 89 nuevamente fue al Registro Civil. Lucía fue su último amor. Ella tenía dos hijos ya grandes: Mariana y Emiliano. Todos estuvimos en el casamiento. Además, yo tuve dos hijos Flavia y Alfredo. Adriana, otros dos, Pedro e Inés. Ellos son sus nietos. Flavia tuvo a Tomás Gabriel Valobra, su bisnieto. Mi padre era el mayor de cinco hermanos, que a su vez tuvieron hijos así que somos muchos. Su hermana menor, Maria de la Luz, aún vive y está en Gualeguaychú.