Desde hace casi un siglo Carlos Gardel es la fuente ineludible a la hora de confirmar aquello de que 20 años no son nada, idea expresada en la letra inolvidable de Volver, uno de los tangos más populares compuestos por la mítica dupla creativa que integró junto al compositor Alfredo Le Pera. Pero a partir de ahora también se podrá consultar a Harry Potter. Es que hoy se cumplen dos décadas exactas desde que la editorial británica Bloomsbury lanzara la primera edición de Harry Potter y la piedra filosofal, el volumen inicial de la saga que revolucionó el mercado y la industria editorial a fines del siglo XX.
Cuenta la historia que el manuscrito de dicha novela había sido rechazado una docena de veces por distintas casas editoras, hasta que Bloomsbury se animó a jugársela y publicar el libro de una autora ignota, llamada Joanne Kathleen Rowling. 20 años después, J. K. Rowling es la escritora más rica del mundo, según lo confirma el tradicional ranking anual elaborado por la revista Forbes, justificando con creces aquella confianza inicial. El elemento casi mágico que sirve para explicar esta suerte de cuento de hadas moderno, este cambio de Cenicienta a princesa (o de mendiga a millonaria), es justamente el personaje del mago adolescente, que a pesar de tener sólo 20 años de existencia hace rato alcanzó la mayoría de edad literaria.
Pero Harry Potter no sólo le cambió la vida a su autora, consiguiendo vender alrededor de 450 millones de sus libros en todo el mundo, sino que representó la piedra fundamental de una usina de dinero para la industria editorial. Es que a partir de que la saga de novelas protagonizadas por el personaje se transformara en un boom, el asunto se convirtió en una nueva fiebre del oro y editoriales de todo el mundo (incluidas todas aquellas que habían rechazado publicar el primer libro de Rowling) corrieron a intentar colgarse de la exitosa varita de Harry. Y las sagas de novelas fantásticas pensadas para el público infantil o adolescente, generalmente escritas por mujeres, se volvieron el parripollo del negocio editorial: todo el mundo quiso instalar el suyo propio.
Así surgieron sagas como Crepúsculo, menage a trois de vampiros, humanos y hombres lobo creado por Stephanie Meyer; la saga Hush, protagonizada por ángeles caídos, de Becca Fitzpatrick; las distópicas Los juegos del hambre (Suzanne Collins) y Divergente (Verónica Roth); o la saga gótica de las Dieciseis Lunas (Kami García y Margaret Stohl). Y otras escritas por varones, como la también distópica Maze Runner, de James Dashner, o Percy Jackson, de Rick Riordan, protagonizada por los hijos de dioses griegos que transcurre en Nueva York, en la actualidad.
Claro que el negocio no se quedó en la literatura infantil. Harry Potter también se convirtió en un suceso entre los lectores adultos, quienes se sumaron al furor causado por el personaje. Y las editoriales, que no son nada lentas y mucho menos perezosas, extendieron el asunto de las sagas al mercado de la literatura para adultos. La súper exitosa épica fantástica Juego de tronos, escrita por el también inglés George R. R. Martin, y la softerótica 50 sombras de Grey, de la no menos británica E. L. James, son notables ejemplos de esto. Harry Potter lo hizo.
Pero los responsables de la saga del niño mago no se conformaron con el rotundo éxito editorial y no tardaron en tratar de ampliar las fronteras de su dominio. Como un tiburón es capaz de oler una gota de sangre que cae al mar a kilómetros de distancia, Hollywood no tardó mucho en anoticiarse de que Harry Potter podía convertirse en una lucrativa franquicia para el cine. Apenas cuatro años después del nacimiento oficial del personaje, Warner Bros estrenó la versión cinematográfica de la primera novela, convirtiéndose en un éxito instantaneo. Las películas confirmaron que el personaje era dueño del toque de Midas, aquel rey mitológico que convertía en oro a todo aquello que tocaba con sus manos, transformando en estrellas a muchos de los chicos desconocidos que integraron el reparto de la saga, en especial a Daniel Radcliffe, encargado de ponerle el cuerpo a Potter, pero también a Emma Watson o Rupert Grint, quienes interpretaban a Harmione y Ron, los amiguitos que Harry conoce en Hogwarts, la hoy famosa escuela de magia encargada de formar a los niños magos. Las 8 películas basadas en las novelas de Rowling, estrenadas entre 2001 y 2011, recaudaron en total casi 8.000 millones de dólares.
La celebración de estos primeros 20 años del personaje ha puesto en marcha una buena cantidad de actividades pensadas para celebrarlo. Desde una convención de fanáticos que buscarán romper el récord mundial de cantidad de personas disfrazadas con personajes de la saga, que se llevará a cabo en la localidad inglesa de Bolton. Necesitarán reunir a más de 600 para que el famoso libro Guinness convalide la hazaña. Facebook por su parte incorporó en su plataforma un truco que consiste en que al poner el nombre del niño mago en estado, aparece una varita mágica que lo hace cambiar de color en medio de un aquelarre de rayos y estrellitas multicolores, aunque no está activo en todo el mundo. Con Harry Potter todo es posible.
Sin necesidad de intentar establecer ni discutir acerca del valor estrictamente literario de la obra de Rowling, no caben dudas de que su creación se ha ganado un lugar entre los personajes más famosos de la historia de la literatura. Es posible, aunque nadie es mago como para poder afirmarlo de manera definitiva, que el nombre de Harry Potter siga siendo mencionado en el futuro como hoy se nombra a los personajes de cuentos de hadas, a Tom Sawyer y Huckleberry Finn o las obras de escritores como Julio Verne, todos ellos igualmente vinculados a un universo literario iniciático. Que así fuera no sería más que un merecido acto de justicia.