“Muchos escritores ven su labor como un conflicto de fidelidades. Umberto Eco una vez dijo en broma: «O se escribe o se lee. Las dos cosas a la vez no se hacen». O se vive o se escribe. ¿Ve esa disyuntiva?”, le preguntaron a Ricardo Piglia en una entrevista. Él contestó: ”Se vive para escribir, diría yo. La escritura es una de las experiencias más intensas que conozco. La más intensa, pienso a veces. Es una experiencia con la pasión y por lo tanto tiene la misma estructura de la vida. No son muy diferentes la vida y la literatura. Uno enfrenta las mismas cuestiones en los dos lados. Las contradicciones son más bien prácticas. Hace falta cierto aislamiento para escribir y a veces es difícil de lograr. La fantasía de la isla desierta o de la torre de marfil son ilusiones bastante legítimas que tienen, yo diría, todos los escritores. Un lugar tranquilo para escribir, fuera del mundo. La disciplina, ciertos horarios de trabajo son formas, creo, de elaborar y de resolver la contradicción con todas las cosas que uno podría estar haciendo en el momento de sentarse a escribir, que siempre es un momento difícil, que se trata de postergar.”
Piglia mantuvo esa relación de intensidad que menciona respecto de la literatura no solo con ella, sino también con la lectura –alguna vez midió la gravedad de la hepatitis por la prolongada falta de ganas de leer que le dijeron que producía- y con el pensamiento acerca de lo leído. Su pasión por la lectura lo llevó a la pasión por la escritura y ambas pasiones confluyeron en un agudo sentido crítico, en un modo particular de leer que sacó al lector de la función de receptor pasivo para convertirlo también en un creador que recibe y procesa una narración desde su propia historia de vida. Para Piglia, un crítico era un lector exacerbado “que reconstruye su vida en el interior de los textos que lee. La crítica es una forma posfreudiana de la autobiografía. Una autobiografía ideológica, teórica, política, cultural. Y digo autobiografía porque toda crítica se escribe desde un lugar preciso y desde una posición concreta.”
Nacido en Adrogué el 21 de noviembre de 1941, murió en Buenos Aires el 6 de enero de 2017. Su nombre completo era Ricardo Emilio Piglia Renzi. Con su segundo nombre y su segundo apellido, construyó su alter ego, Emilio Renzi, presente en sus obra de ficción y autor, precisamente, de Los diarios de Emilio Renzi (Anagrama), ordenados por Piglia poco antes de morir y publicados en tres tomos, el último de los cuales, Un día en la vida, apareció en septiembre de 2017, poco después de su muerte. Estos diarios ocupaban 327 cuadernos que había comenzado a escribir en la adolescencia y que continuó durante toda su vida. El documentalista Andrés Di Tella filmó una película que se llama precisamente así, 327 cuadernos y que está basada en la lectura de esos cuadernos. Se estrenó en 2015, en simultáneo en la TV Pública y el cine. A través de él, el espectador puede acceder a la intimidad del escritor que está procesando su vida. Piglia, ya atacado por la enfermedad, participa activamente de este documental.
Tres obras le bastaron para convertirse en una figura clave de la literatura argentina: los libros de relatos La invasión (1967), Nombre falso (1975) y la novela Respiración artificial (1980).
A principio de 2021 se editaron sus Cuentos completos, libro que incluye La invasión, Nombre falso, Prisión perpetua (1988), Cuentos morales (1993), Los casos del comisario Croce (2007) e Historias personales (2015-2017). Según lo refiere su agente literario Guillermo Schavelzon, “entre 2014 y 2017, consciente de las dificultades que vendrían, conociendo ya el diagnóstico de la enfermedad que un par de años antes había comenzado como “un malestar en la mano izquierda” (esclerosis lateral amiotrófica, ELA), Ricardo Piglia trabajó minuciosamente en un plan de futuras publicaciones. Entre las instrucciones para el futuro, como él las llamaba, tanto en reuniones personales como por correo electrónico, expresó su deseo de publicar un libro que reuniera todos sus cuentos escritos desde 1967.”
Luego de su novela definitivamente consagratoria, Respiración artificial, vinieron otras: La ciudad ausente (1992), que llevó al formato ópera Gerardo Gandini en 1995, Plata quemada (1997), Blanco nocturno (2010) y El camino de Ida (2013).
En el campo de la crítica publicó: Crítica y ficción(1986) donde reúne diversas entrevistas periodísticas, Formas breves(1999), Diccionario de la novela de Macedonio Fernández (2000), El último lector (2005), Teoría del complot (2007), La forma inicial (2015), Por un relato futuro. Conversaciones con Juan José Saer (2015), Las tres vanguardias (2016), Escritores norteamericanos (2017), Teoría de la prosa (2019).
Fue docente en la UBA y en la Universidad de Princeton (EE.UU) e impulsado por el entonces director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, realizó dos ciclos televisivos, uno dedicado a la novela y otro a Jorge Luis Borges. A esto debe agregarse su condición de guionista de cine.
Muy cerca de su final, en 2016, lo visitó en Buenos Aires la traductora e impulsora de su traducción al chino Mónica Lou Yu. “El año pasado –le contó a Tiempo Argentino en esa oportunidad- terminé mi tesis doctoral sobre Piglia. En el mes de mayo de ese mismo año me enteré de su enfermedad y decidí hacer algo para él. Así comencé a buscar editoriales chinas para introducir sus obras en mi país. En agosto, me llamó una editorial para darme una buena noticia: habían aprobado mi propuesta. Compraron los derechos de El camino de Ida, su última novela, y Respiración artificial, que es la primera.” Lo que le llevó Lou Yu de regalo fue El camino de Ida con traducción del catedrático chino Zhao Deming, mientras ella seguía trabajando en Respiración artificial. “Me impresionó ver en su biblioteca –contó- la traducción de su obra a lenguas muy extrañas para mí como el coreano, el rumano, el árabe y alguna otra que ni siquiera pude descifrar.”
La vida tiene a veces una manera extraña de reciprocidad. Lou Yu contó también que en su juventud Piglia, interesado por el maoísmo, había estado dos meses en su país.
A cinco años de su muerte, el autor de Respiración artificial es una referencia insoslayable de la literatura argentina a la que le dedicó la vida como lector-crítico y escritor. Desde ambos campos impulsó a pensarla. Igual que pasa con Borges, quien sin duda fue el mayor promotor de la Enciclopedia Británica aunque la casa editorial nunca se lo haya reconocido económicamente, Piglia convirtió cada libro comentado por él en una tentación irresistible para el lector. Precisamente por estos días, El Fondo de Cultura Económica relanza a precios promocionales la colección “Serie del Recienvenido”, cuyo nombre evoca los “Papeles de Recienvenido” de Macedonio Fernández, un escritor admirado por Piglia. La promoción está integrada por diez libros elegidos por él para esa colección. Allí se pueden encontrar a precios más que accesibles, entre otros títulos, Vudú urbano de Edgardo Conzarinsky, El río de las congojas de Libertad Demitrópulos, ¡Cavernícolas! de Héctor Libertella, Hombre en la orilla de Miguel Briante y Nanina de Germán García.
Piglia es uno de esos autores que siempre impulsa no solo a seguir leyéndolo, sino a convertirse en un lector omnívoro.