Rumiante es el último disco de la cantante y compositora Florencia Ruiz. En él continúa con la línea de sus trabajos anteriores: crear atmósferas atrapantes a través de sus canciones. Juan Carlos «Mono» Fontana en sintetizadores y Seba Leandro en batería electrónica, bajo, guitarras y teclados fueron los acompañantes en el viaje propuesto en esta placa.

Ruiz tiene una larga trayectoria en la música. Publicó Centro (2000), Correr (2005), Fogón (2006), Mayor (2007), Ese impulso superior, junto con Ariel Minimal (2008), Luz de la noche (2001), MA (recopilación – 2014), 7 cartas invisibles (2015), y Parte (2016), junto con Juan Carlos «Mono» Fontana, con quien forma un dúo desde 2011.

Junto con Fontana y Claudio Cardone en teclados, Ruiz presentará el álbum este jueves 3 a las 21 (puntual) en el Centro Cultural Fundación Mercedes Sosa, Humberto Primo 378, San Telmo.

Mientras Olaf, su perro, merodea la mesa atraído por el aroma de un budín de banana que perfuma el ambiente, la cantante dialoga con Tiempo Argentino sobre los diversos aspectos que forman parte de su obra.

– ¿Cuáles fueron las motivaciones que te llevaron a componer las canciones de este disco?

Rumiante surgió porque sentía que estaba todo el día rumiando lo que pasaba en nuestro país a nivel social y lo que eso me afectaba en lo personal y cotidiano. Antes, todo esto lo canalizaba a través de mi labor como docente, del contacto con los chicos y sus familias. Pero ahora no trabajo más en la docencia, y toda esta mochila que cargaba como todos en estos momentos, la deposité en este puñado de canciones.

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(Foto: Prensa Florencia Ruiz)

– ¿Cómo fue el proceso de grabación de Rumiante?

En Parte, el disco que hicimos a dúo con el Mono, grabamos en vivo y sonó de manera fresca porque casi no lo ensayamos. Pautamos algunas cosas y nos lanzamos. En el caso de Rumiante, si bien yo ya tenía las canciones compuestas y «armadas», fue él quien le dio el impulso sonoro definitivo. En un momento se le ocurrió utilizar un sonido que él había usado en Téster de violencia de Spinetta, rescató un sintetizador que tenía en esa época y lo agregó a algunos de los temas del disco. Es como un pintor que trabaja con múltiples capas de pintura, pero él lo hace con múltiples capas de sonido y así consigue atmósferas increíbles. Algunas canciones las grabamos en estudio y otras en mi casa con el flautista Juan Pablo Di Leone.

– En tus composiciones hay un gran equilibro entre la música y la letra. ¿Qué lugar le das a la poesía en tus canciones?

– Me interesa mucho darle un lugar importante a las letras de las canciones. Muchos músicos no tienen en cuenta el valor de la poesía en una canción, pero yo necesito lograr un equilibrio entre la música y lo que canto. Hay muchos músicos y músicas que me gustan respecto a lo que consiguen con sus melodías, pero que no me terminan de conmover porque sus textos no llegan a tener el nivel de sus músicas. En esos casos, la canción termina dejándome afuera. Cuando trabajamos con el Mono, él se sumerge en las letras y las transforma en sonidos a través de su visión y su imaginación que son muy personales.

-Lo social está presente en algunas tus canciones.

-Sí, por ejemplo, en «Canción de domingo» trato lo que tal vez sea un pensamiento un poco hippie, y es que si generamos buenas familias todo puede llegar a ser mejor. Pero para esto es necesario tener una sociedad mejor, que los padres tengan trabajo, que los chicos puedan tener una buena educación y buena salud, que las familias puedan tener proyecciones hacia el futuro. La situación actual es muy difícil.

– ¿Qué tipo de influencias reconocés en tus composiciones?

– Me gustaría que en mi música esté presente toda la música y los músicos de los cuales me nutrí. Creo que todavía no lo conseguí y sigo en la búsqueda para lograrlo. La música de Spinetta nos llegó a todos y tocó el timbre de todas nuestras casas. Del mismo modo ocurre con la música de Hugo Fattoruso o Charly García. Creo que la música de Luis está en un nivel muy elevado. En cambio, lo que hago recién está aprendiendo a volar, a pesar de que ya hace veinte años que publiqué mi primer disco. Me gusta vivir con alegría el proceso de crear, tocar y seguir construyendo. La de Fattoruso es una gran enseñanza porque disfruta tanto tocar en una salita para tres personas como en la Ballena Azul del CCK repleta. Esa capacidad de disfrute que tiene es contagiosa y es lo que yo intento hacer cada vez que me presento en vivo.

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(Foto: Prensa Florencia Ruiz)

– Tus discos se publicaron en Japón, a donde viajás de manera periódica. ¿Cómo fue que llegaste a hacerte conocida en ese país?

– En 2003 un amigo colgó un tema en una página colombiana y luego me contactó un argentino que lleva mucha música argentina a Japón. Esto lo viene haciendo desde los años 60. Empezó a ubicar mis discos, que en realidad eran copias en CDR. Todavía hoy se acercan a mis conciertos personas que vienen con esos discos copiados para mostrarme cómo es que me conocieron. Finalmente editaron mis dos primeros álbumes en una edición doble. Con lo que percibí por esta edición, pude producir mi tercer disco, Fogón. En 2008 hice mi primer viaje a Japón y en 2010 conocí al percusionista Tomohiro Yahiro, que tiene el dúo Dos orientales con Hugo Fattoruso. Desde 2011 suelo viajar más seguido, toco con él y hacemos presentaciones y clínicas.

– ¿Qué lugar pensás que ocupa la música popular que se está haciendo en este momento en Argentina?

– No quiero hacer una revolución con mi música. Muchas veces los artistas tenemos la presión constante del reconocimiento o la búsqueda del éxito. Me asusta que a los chicos y a los jóvenes se los presione demasiado en la búsqueda de algo que no se sabe qué es. Creo que tenemos que propiciar esa búsqueda pero desde el interior de cada uno. No creo que en la música haya diferencias de clase, que lo culto tenga más valor que lo popular.  Un chico de una villa puede aprender un instrumento y llegar a tocar en el Colón. Solo tiene que tener las posibilidades y la protección de un Estado para acceder a ese tipo de conocimiento. Pero si el Estado no le da educación, salud y protección, menos le va a permitir acercarse al conocimiento, en este caso, de un instrumento. No se me ocurriría hacer trap porque no es mi modo de expresión. Pero sí lo respeto como modo de expresión que parte de la gente joven. Ahora que estoy viajando más seguido a Japón y me contacto con muchos músicos japoneses, empecé a entender otras cosas sobre la música moderna como el rock o el pop de allá.

– ¿Reconocés en tu último disco una mayor libertad a la hora de encarar las nuevas composiciones?

– Es posible que sea así. En todos los discos trato de dar un paso, aunque sea muy chico. Con Rumiante tuve la necesidad de liberarlo lo más rápido posible. Por esto es que lo grabamos en pocas sesiones y con pocos músicos. Y me parece que eso le dio una frescura que se percibe. El disco también fue editado en Japón y tuvo buenas críticas, lo cual me dio mucha alegría. Pero ahora siento que necesito cerrar el círculo de este trabajo con presentaciones como la que vamos a hacer este jueves. Tengo necesidad de embarcarme en un nuevo proyecto, aunque todavía no tengo idea de para qué lado puede llegar a ir. Esta presentación es posible gracias a la generosidad de Claudio y el Mono. Además de los míos, también habrá música de ellos y algunos temas de Luis, en los que el Mono tocará la guitarra. Me siento muy afortunada de tener la posibilidad de hacer música con esta calidad de personas, a las que no solo admiro, sino que también les tengo un gran cariño.