“Mamá. ¡Ahí llegó Pescetti! ¿Vamos a decirle que nos lea su libro?”, dice una nena de seis años al ver al escritor y músico Luis Pescetti en el cierre del Festival de Literatura Infantil (Filbita) en el Centro Cultural Matta (Tagle 2772) y la Plaza República de Chile (Tagle entre Libertador y Figueroa Alcorta). “¡Buenas tardes, chicos!” -sonríe el narrador musical, a las 18.30-. Tráiganme los libros así les voy leyendo”. Y los nenes y nenas se acercan hasta Pescetti con sus volúmenes en la mano: las palabras para las infancias confluyen con la música en el Filbita 2024.
“Este espacio es único. No se puede creer la movida que organizan”, le dice Luis Pescetti a Tiempo Argentino. Fueron tres días -de viernes a domingo- con profusas actividades gratuitas en el Centro Cultural Matta y bajo los árboles frente a la embajada. Hubo lecturas, entrevistas, paneles, talleres, clases y experiencias con más de cincuenta autores y autoras argentinas: los hacedores de palabras, ilustraciones y sonidos.
“Nosotros buscamos posibilitar este encuentro entre los artistas, el público y los libros”, explica la programadora María Luján Picabea.
¿Cuántos Filbita puede haber en un solo festival? ¿Cuántas escenas afloran desde temprano? En la plaza República de Chile caen las flores violetas de los jacarandás y se oye a los pájaros bajo los palos borrachos. Los niños y niñas entran al Centro Cultural Matta, asisten a los talleres al aire libre -a la sombra-, o van a la Biblioteca Juanito Laguna (para lectores de 0 a 100 años), debajo de los banderines de colores. Se oyen risas, preguntas nuevas, y los autores extranjeros (Ana Sender, Sebastián Ilabaca, Fran Pintadera y Esteban Cabezas) suman sus propuestas sin límites de edad.
Filbita 2024, una propuesta cultural para las infancias
Las imágenes son intensas y múltiples en el Filbita número 14. El motor del festival arrancó el viernes por la mañana con talleres para adultos, y por la tarde los y las artistas programados desplegaron sus sorpresas: hubo talleres de ilustración con diversos disparadores, juegos y propuestas creativas para las infancias. También indagaciones sobre el ritmo en la narrativa visual, el porqué de contar una historia y una mesa acerca de “¿Por qué cantamos?” con canciones de cuna: las músicas expanden los sentidos de lectura en el Filbita 2024.
¿Cómo medir el pulso de un fin de semana de festival? Responde la coordinadora Larisa Chausovsky: “El Filbita 2024 fue más difícil de armar por el arduo contexto económico, pero se nota la colaboración de las editoriales, de las instituciones que apoyan y de los autores participantes. Hay un compromiso común con lo que significa el festival como propuesta cultural para las infancias”.
El fenómeno “se repite durante los tres días del Filbita -prosigue Chausovsky-: hay entusiasmo, alegría y mucha curiosidad de los chicos y de los padres. Los talleres disparan escenas de creatividad, de crecimiento, y las familias circulan de un lado a otro. Es muy movilizante”. ¿Qué mejor que pasar tres tardes entre libros, palabras y sonidos nuevos? Las lecturas fluyen en voz alta y los autores revelan sus más íntimas inspiraciones.
“Esto es un juego de colores. Anímense, chicos. Y también los padres”, invita Diego Bianki en su taller de ilustración, el sábado. Debajo, las nenas y nenes muy chiquitos se concentran en las témperas sobre una larga cartulina que atraviesa el salón. “Fue un momento de alegría -le cuenta Bianki a Tiempo Argentino-. El taller se inspiró en mi último libro, que habla de los migrantes desde el dolor, pero, además, desde el juego. Los chicos se involucran con lo lúdico”.
¿Cómo vive Bianki el encuentro? En el Filbita “toda la gente de la cadena del libro puede vincularse y las familias conocen de primera mano a los autores”. Alrededor corren más chicos y el público del Centro Cultural Matta busca en la grilla su taller de preferencia según el horario: hay reflexiones con murales, danza escénica, ritmos corporales, lecturas sobre la Luna, ciencias y dibujos sobre aves migratorias. El Filbita 2024 es inagotable.
A unos metros de Bianki, la dibujante Mariana Ruiz Johnson y la escritora Valeria Tentoni brindan el taller de experimentación “¿Puede crecer una piedra?”, para chicos de más de cuatro años. Se abren las imágenes en las mentes pequeñitas y la poesía aflora como una epifanía natural de la vida. ¿El disparador? El libro-álbum ¡Quién iba a decir! (editorial Portaculturas), de Tentoni y Johnson. “En el Filbita, los chicos aprenden que, además de escritores, hay editores y muchas otras personas detrás de un libro”, explica Tentoni.
Los chicos se llevan sus cartulinas pintadas; los padres se fascinan a la par y amplía Tentoni: “Los chicos te agradecen con su interés genuino. Para nosotras, las autoras, es incomparable”. Johnson corrobora: “El Filbita es una fiesta, hay propuestas para todas las edades y los colegas dialogan. Es revelador ver cómo los chicos se motivan con los contenidos. Las imágenes poéticas afloran en los pibes con naturalidad”.
La escritora Gilda Manso comparte con Mariano Cattaneo una charla-taller sobre lo fantástico en la novela: ambos cuentan sus deslumbramientos personales con el género y cómo lo trasladan a sus obras. Luego Manso habla con Tiempo Argentino: “El Filbita es un lugar muy luminoso. El público fue muy participativo y hay que saberlo escuchar. A veces es más fácil hablar con gente de ocho o nueve años que con chicos más grandes o adultos. Escribir es una alegría íntima, pero mostrar lo propio completa el círculo”.
El Filbita no le teme a la lluvia
El domingo no aminora la convocatoria, a pesar del cielo gris que anuncia lluvia. “Poesía y música: abrazos en ronda” es el taller que guían Verónica y Emilia Parodi y Gimena Blixen. “Creá tu propio jardín”, propone la artista Jimena Tello, y Ezequiel Dellutri activa una reveladora dinámica de escritura en el auditorio: “Hablar como perros”. Más tarde vendrán el taller de edición de Laura Estefanía y la experimentación sonora del Proyecto Batea (Ariana Jenik y Martín Parselis): allí, los mismos chicos crean sonidos incidentales de truenos y misterios para acompañar la lectura.
A eso de las 16.15, la narradora Melina Pogorelsky y la dibujante María Elina Méndez dan el taller creativo “La Gran Panzada”, con los niños y niñas al cobijo de la lluvia. ¿Cómo viven la experiencia? “No es verdad que los chicos no lean -contestan a dúo-. El FIlbita lo demuestra: siempre es una explosión de niños ávidos por los contenidos. Ellos trabajan en las escuelas con toda la cadena productiva de un libro. Y el cara a cara con cada uno es impagable”.
Son las 17, la lluvia arrecia y adentro del Centro Cultural Matta el autor chileno Esteban Cabezas finaliza su taller de ilustración “Comida dibujada, de la A a la Z”. Los chicos cuelgan sus bocetos de colores en una gran cartulina y Cabezas hace su balance del Filbita: “Me sorprende la cantidad de gente y el compromiso de niños y adultos. Además estuve, el viernes, en una hermosa mesa redonda sobre la música de la infancia: pude evocar cosas que recuerdo de cuando era niño. Lo importante es estimular la lectura”.
El escritor Hernán Ronsino también fue parte de aquella mesa y leyó un texto sobre los sonidos que lo marcaron en su Chivilcoy natal: la naturaleza, la oralidad popular y los personajes pintorescos. “Este festival es un estímulo hermoso para abrir la creatividad en sentido amplio. Tenemos autores e ilustradores extraordinarios en la Argentina”.
Otro fascinante taller de lectura se activa con la narración oral del español Fran Pintadera y los poéticos dibujos de su coterránea Ana Sender. Poder estar en el Filbita es “un gusto increíble -cuenta Pintadera-. Es central que festivales así se mantengan en el tiempo. Se aprende mucho de los niños y valoramos mucho conocer a los autores locales, que no se leen tanto en España, lamentablemente. Nos estimula la calidad de los compañeros argentinos”.
Por la lluvia, trasladan el evento de cierre con Luis Pescetti al auditorio y se forma una larga cola para acercársele. “Mi presencia será con lecturas de fragmentos de mis textos, elegidos por los chicos -adelanta el escritor y músico-. También haré un saludo final con la guitarra. Pero me conmueve lo que pasa sólo con la lectura, en el momento. Es tracción a sangre”. ¿Qué debería suceder para que el Filbita se mantenga más allá de la crisis? Pescetti piensa unos segundos y concibe: “Es importante que expandamos la presencia de todos los que les hablamos a las infancias”.