“Yo empecé a guardar papelitos en 1955. Me quedó como una marca para toda la vida, el antiperonismo férreo de ‘la inglesada’ de Quilmes y Ranelagh donde vivíamos. Mi padre era antiperonista, pero aun siéndolo le resultó incomprensible que una noche sus vecinos –gente educada, arquitectos, médicos- fueran a mi escuela y quemaran libros. Quemaron todos los ejemplares de La razón de mi vida, de Eva Perón, y todos los ejemplares del segundo plan quinquenal. Era la noche del 20 de septiembre de 1955. (…) Esa noche en el patio de mi escuela sobraron pedacitos de ejemplares de La razón de mi vida. Los guardé, papelitos sobre la vida pública argentina, y al cabo de unos años los metí en un libro.” El testigo de este acto digno de la Inquisición es el periodista Andrew Graham-Yooll, quien fuera director de redacción y miembro del Directorio del Buenos Aires Herald.
Aquella escena de aquelarre que guardó en su memoria es la manifestación de un odio que no se ha extinguido. Sus ecos medievales siguen resonando en pleno siglo XXI y las mujeres que brillan con luz propia y que se atreven a hacer uso del poder que les confirió el pueblo son su blanco preferido. Que Evita no lo haya obtenido a través de un acto eleccionario no cambia las cosas. El pueblo se lo entregó de manera directa, sin mediaciones.
Quizá, como lo afirman varios intelectuales, José Pablo Feinmann entre ellos, La razón de mi vida, en cuanto a su contenido, no sea el libro que mejor refleje el pensamiento de Evita y sus pasiones viscerales. Pero desde su gestación controvertida, desde su condición de hijo “ilegítimo” de Eva que lo llevó en sus entrañas pero no lo parió ella misma y desde la conflictiva paternidad compartida de dos autores diferentes, uno que lo escribió y otro que lo bastardeó como fue bastardeado el propio cuerpo de Eva después de su muerte, quizá refleje esa impureza que parece ser una característica esencial del peronismo. Si este fue definido por John William Cooke como el “hecho maldito del país burgués”, La razón de mi vida pueda ser definido como el libro maldito del antiperonismo. Su carácter de lectura obligatoria en los colegios irritó a quienes tanto entonces como ahora hablan en nombre de la libertad y tan libertarios son que hasta le conceden al pueblo la libertad absoluta para morirse de hambre.
¿Quién fue el padre?
La razón de mi vida nació en 1951. Parece haber un consenso generalizado sobre su autoría. El libro le pertenece al escritor español Manuel Penella de Silva quien lo escribió en base a diálogos que tuvo con Evita. Ella lo supervisó e hizo distintas observaciones. La versión que se imprimió, sin embargo, dista mucho del original. Manuel Penella (h) lo cuenta diversas entrevistas, luego de haber publicado el texto escrito por su padre que Planeta editó con el título Evita y yo.
“El original de mi padre –le dice Penella (h)a Perfil-, leído, corregido y aprobado por Eva, fue mutilado y tergiversado para complacer a Juan Perón. Como se comprenderá, el original tenía que pasar por un corrector argentino, que debía eliminar los españolismos. Esta tarea coincidió con la enfermedad de ella, circunstancia en la que fue fácilmente engañada sobre los alcances del ‘trabajito’ (que debían hacer). Lo más lamentable del caso es que se privó a Eva Perón de su proyección feminista. La visión de Mendé y de Perón sobre el papel de la mujer era conservadora, retrógrada e incluso fascista, pues daba por sentado que debía permanecer bajo el dominio del hombre. Y del feminismo revolucionario que compartieron Eva Perón y mi padre, nunca más se supo.”
La misma versión da Hugo Gambini, quien fue un antiperonista manifiesto y es lo que cuenta también el padre Hernán Benítez en la larga entrevista que le realizara el historiador Norberto Galasso publicada con el título Yo fui el confesor de Eva Perón. “Penella –le cuenta Benítez a Galasso- había escrito unos apuntes para una biografía de la señora de Roosevelt, el presidente norteamericano. ¿Sabía usted eso? Mire que es muy poco conocido. Ella le propuso que los adaptara para relatar su vida. Lo hizo y salió muy bien, requetebién.”
Pero fue entonces que el diablo metió la cola, el pensamiento de Eva fue bastardeado y se menoscabó su condición de mujer. Benítez lo cuenta de una forma que no deja dudas acerca del entorno machista de Eva, machismo naturalizado del que tampoco se salva su confesor a pesar de quererla y valorarla: “Entonces, los borradores los tomó Mendé. Un escritor simple, sencillo y con un estilo muy de mujer, lo digo sin ánimo de crítica. El libro salió muy bien escrito. Pero tenía muchos inventos, muchas macanas. Mendé lo escribió pensando en quedar bien con Perón.” Y agrega: “Fíjese la paradoja, lo digo siempre: ese libro lo leyeron millones de mujeres argentinas, menos una, la que aparece firmándolo.”
Santa Evita
La razón de mi vida apareció con una imagen de Evita en la portada realizada por Raúl Manteola, un dibujante chileno que hizo su carrera en Argentina, ilustró los afiches de propaganda justicialista y en la década del ’50 se dedicó a dibujar figuras femeninas para la revista Vosotras.
“Habrán visto La Razón de mi vida con la tapa de Manteola –dice José Pablo Feinmann en un acto conmemorativo de los 60 años de la muerte de Eva Perón realizado en la Biblioteca Nacional- con una Evita santa. (…) La razón de mi vida fue escrito para la luz pública, como biografía oficial de Evita y libro de texto para los colegios, cosa que los antiperonistas le van a criticar siempre al peronismo. Y yo siempre les voy a criticar que me hayan hecho leer Juvenilia de un miserable, enfermo, paranoico sexual como Miguel Cané. ¿Por qué tuve que leer ese texto? Hubiera preferido leer La razón de mi vida que, aunque kitsch, tiene un genuino amor por los desposeídos. La Evita de La razón de mi vida es la Evita santa, sin contradicciones, toda ella buena. No tiene pasiones extremas, no tiene amores excesivos salvo los que tenía por Perón y por los pobres. Tampoco tiene resentimientos ni odios, ni siquiera por las clases dominantes, por esa oligarquía que tanto la atacó, la injurió y que habría de festejar su muerte. Ya sabemos: ‘Viva el cáncer’. Diría que ese odio contra ella se ha agravado y hoy va contra Cristina Fernández. (…) En cambio en Mi mensaje aparece la voz verdadera y ya exangüe de una mujer que se muere entre dolores innombrables.”
En el mismo acto mencionado, Horacio González, expresa una posición diferente. “Evita no escribió La razón de mi vida-dice-, lo escribió un periodista profesional. Pero hay que aclarar que, aunque no lo escribió, su voz está allí. Es un libro cristiano escrito por un movimiento que fue condenado por la Iglesia (…) Es un libro que tiene un modelo retórico muy antiguo: el de que quienes encuentran su verdad después de haber pasado un momento muy confuso de sus vidas. Es el modelo de las Confesiones de San Agustín, que tuvo su momento confuso cuando fue actor, pero luego encontró su palabra verdadera. En el libro de Eva escrito por otro se produce lo que se llama el momento maravilloso, que es su encuentro con Perón. Está escrito como una hagiografía, es decir, como una vida sagrada.”
Evita no necesitó de la canonización de la Iglesia para ser reconocida como santa. La canonizó el pueblo que le levantó altares en todos los puntos del país para expresar su devoción laica.
Tomás Eloy Martínez escribió una novela monumental, Santa Evita, en la que expresa en la ficción el carácter invencible de esa santa que, a pesar de la muerte nómade a que la habían condenado sus enemigos, ocupó y sigue ocupando un lugar inamovible en la historia. Tan potente fue su identidad que Rodolfo Walsh no necesitó llamarla por su nombre para escribir uno de sus mejores cuentos, Esa mujer. Néstor Perlongher la hizo renacer punk en los ’70.
A ella le bastaron 33 años para descubrir cuál era la razón de su vida. Luego se fue y, como dice María Elena Walsh, “el pobrerío se quedó sin madre llorando entre faroles sin crespones. / Llorando en cueros, para siempre, solos.”
EVA PERÓN EN LA HOGUERA
En 1972 Leónidas Lamborghini publica Partitas. El libro incluye un largo poema, “Eva Perón en la hoguera”. Se trata de una reescritura de La razón de mi vida en la que retoma, quiebra, desarma, fragmenta, interroga y recompone a su manera el texto de Eva Perón. Es decir, lo “interviene” y saca a relucir la voz oculta de Eva quitándole la domesticación y los buenos modales a que el texto está sometido por su carácter oficial.
“Partitas –dijo el autor en una entrevista- es un libro que escribí directamente bajo la influencia de las partitas para violoncello solo, de Bach. “Eva Perón en la Hoguera”, después de haber metido mi oreja, durante un año, en una jam-session.”
Algo de ese ritmo parece estar presente en el unipersonal que montó la actriz Cristina Banegas basándose en el poema de Lamborghini. Se estrenó en 1994 durante el menemismo y fue puesto nuevamente en escena veinte años después. Se transcribe aquí un fragmento del poema que nació de La razón de mi vida. «la justicia social: cada tarde. las tardes. las audiencias. Las / secretas: son almas destrozadas /desfilando. me dicen:/ en voz baja./me dicen: sus casos. los más raros. los más difíciles./me dicen: qué hacer. sus más íntimos. sus casos. el hambre. la miseria./ me dicen: les han hecho caer. en voz baja. me dicen: el dolor./ hombres y mujeres: les han hecho:/ la injusticia./por ejemplo esa mujer. por ejemplo: arrojada. qué hacer. /cada tarde: casi al oído. cada tarde y casi: llorando. muchas veces./por eso./porque yo./ porque conozco: las tragedias. los pobres. hombres y mujeres:/ en voz baja. las víctimas. los explotadores. les han hecho: el dolor / por eso: / la justicia inexorablemente. la justicia qué: cueste lo que cueste/ qué: caiga quien caiga. porque yo./cada tarde los pobres: son almas. me dicen: les han hecho la / persecución. por ejemplo: esa mujer arrojada. me dicen. qué hacer./»