En un año en que los homenajes se multiplican en todo el mundo, el que le rindió la Feria del Libro de Buenos Aires se convirtió en un acontecimiento multitudinario. Cientos de lectoras y lectoras esperaron el comienzo de la Maratón de Lectura, un clásico de la Feria, que se llevó a cabo en la Sala José Hernández del Pabellón Rojo del predio ferial. Todos tenían un libro de José Saramago: Todos los nombres, Ensayo sobre la ceguera, llevado al cine por Fernando Meirelles, una novela que es en verdad una suerte de tratado filosófico, El evangelio según Jesucristo, que al publicarse en 1991 generó una polémica a pesar de que el país se autodefinía como laico. El gobierno lo vetó del Premio Literario Europeo porque «ofendía a los católicos». La protesta de Saramago fue abandonar Portugal e instalarse en la isla canaria de Lanzarote, donde escribió el ensayo que también figuró entre los favoritos que sus seguidores llevaron a la Feria.
Acompasada por el primero de ocho movimientos de las suites para violoncello solo de Bach, interpretadas por la cellista Jacqueline Oroc a un costado del escenario, Muriel Santa Ana, vestida de negro absoluto e iluminada en la sala oscura, empezó la lectura de los fragmentos elegidos especialmente por la periodista y traductora española Pilar del Río, viuda del escritor. Fueron el Ensayo sobre la ceguera, el Memorial del convento, Las intermitencias de la muerte y El Evangelio según Jesucrito, las obras a las que recurrió Del Río para darle forma a esta maratón de hora y pico que tuvo como su segunda «corredora» a Busnelli, seguida por Georgina Barbarosa, Natalia Ginzburg, Manso, Attias, Manso, Lago y Anamá Ferreira (en portugués).
Los fragmentos leídos hablaron de sometimientos brutales y no solo constituyeron una interpelación personal a la autodeterminación, sino también una dura crítica al capitalismo.
La muerte «al transformarse en un ejemplar de la especie de la que es enemiga», lee Del Río sobre el escenario», «estaba muy guapa y era joven». Al «transformarse en un ser humano», elige la muerte «preferentemente hacerlo como mujer», «por esa cuestión de géneros», le responde su compañera de maratón. El fragmento que leían correspondía a Las intermitencias de la muerte.
La intensa actividad que Del Río viene realizando en todo el mundo para promover y rescatar la obra de su compañero de vida, hace unos días se asentó en Buenos Aires. Y lo hizo después de publicar La intuición de la isla. Los días de José Saramago en Lanzarote, donde cuenta los procesos creativos del Nobel, después de donar objetos personales y manuscritos del escritor a la legendaria Caja de las Letras del Instituto Cervantes.
«Somos ciegos que viendo no vemos», que «estamos viviendo en una pandemia como si no la viviéramos», dijo Del Río, además presidenta de la Fundación José Saramago, en una entrevista que repasaba la obra de quien en sus ficciones supo «escribir una pandemia, escribir que nos estamos quedando ciegos y que no tenemos salida, que ni el Estado nos puede atender porque fracasa, porque no hay luz, no hay agua, los aviones caen, los autobuses se paran».
Es así que, en este esperado regreso en su modalidad presencial la Feria retomó los vestigios de una pandemia y de una perspectiva de género que José de Sousa Saramago (1922-2010) supo poner en palabras en su obras.
Una maratón que dejó claro que las ideas fallecido hace doce años, tienen vigencia en el presente y lo interpelan, porque ese futuro ya estaba en sus ficciones ante de transformarse en realidad. De eso hablaba su biógrafo literario, amigo personal y autor del recién publicado José Saramago. El pájaro que pía posado en el rinoceronte, Fernando Gómez Aguilera, cuando afirmaba que la novela inconclusa Alabardas, alabardas podía «dialogar con la invasión rusa a Ucrania».
La capacidad de Saramago para «alertar y cuestionar» las «desviaciones» del capitalismo, tanto desde su literatura como desde su activismo como ciudadano e intelectual comprometido con su tiempo, devino en «una vigilancia crítica muy dinámica, alejada de la indiferencia y el aislamiento estético», había dicho Gómez Aguilera en esa entrevista. De eso hablaron los fragmentos leídos en esta maratón.
En su paso por Buenos Aires Pilar del Río le contó a Télam que con la difusión del centenario del nacimiento del autor ya se realizaron a nivel mundial «más de 190 actos en más de 50 países», entre presentaciones de libros y obras de teatro de su autoría. «No tenemos capacidad para organizar un acto en Corea, Filipinas o Turquía, pero se han hecho, han salido y nos llegan las noticias. Saramago está vivo».
Una de las acciones más importantes para el centenario Saramago (Azinhaga, 1922-Lanzarote, 2010) es la reedición de su obra completa y la publicación por primera vez en español de La viuda, la novela que el autor escribió a los 26 años, y que tiene como protagonista a una mujer que al morir su esposo debe abrirse camino como encargada de la finca que estaba a cargo de su marido, como madre y mujer que buscará una segunda oportunidad en el amor.
El tono filosófico de esta novela iniciática es lo que luego se verá reflejado en la obra del autor de un estilo tan personal que se hará evidente a partir de Levantado del suelo (1980), a la que se sumaron luego El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) y La balsa de piedra (1986) y el libro de cuentos Casi un objeto (1978).
Saramago. Sus nombres, de Alejandro García Schnetzer y Ricardo Viel, es otro de los libros que por estos días homenajea la memoria del escritor y periodista: un álbum biográfico que reúne material inédito, fotografías y textos del Nobel e indaga en sus primeros años de vida, su origen humilde, las numerosas ciudades a las que viajó, los escritores que admiró, así como el pensamiento de un hombre comprometido con su tiempo.
El libro, editado por Alfaguara combina textos del escritor surgidos de sus libros y entrevistas, con 500 fotografías, muchas de ellas inéditas, y reúne 200 nombres que aluden al mundo del autor e incluye en ese universo al cine, la pintura o los libros que lo nutrieron y los acontecimientos del siglo XX que marcaron su pensamiento político como la denominada «Revolución de los claveles» que dio lugar a la caída de la dictadura en Portugal en abril de 1974 y el surgimiento de la democracia.
A través del libro es posible acceder a confesiones del escritor, en textos donde cuenta la historia de su familia, humildes campesinos sin tierra, la pequeñísima casa propia en la que vivieron con su familia, recién a sus 13 o 14 años; sus estudios, la ausencia de posibilidades económicas que solo le permitieron ingresar a una escuela de formación profesional donde aprendió el oficio de cerrajero mecánico; y la compra del primer libro, a los 19 años, con dinero prestado.
El texto revela además las influencias literarias que recibió de escritores como Federico García Lorca, Franz Kafka, Rafael Alberti o Fernando Pessoa, y de filósofos, pintores, cineastas y bailarines como María Pagés, Pedro Almodóvar, Federico Fellini, Paco Ibáñez o Frédéric Chopin.
Como balance del Año Saramago, Del Río resumió: «Nos estamos dando cuenta de que tenemos la suerte de tener un contemporáneo que va a cumplir 100 años que nos ayuda y nos estimula como lectores y ciudadanos.”