Aletargados, entumecidos, enfrentados a sus demonios. Así son los personajes que retrata la norteamericana Emma Cline (Sonoma, 1989) en su nuevo libro de cuentos. Hombres y mujeres que parecen sacados de un cuadro de su paisano Edward Hopper. Postales de la era del vacío en pleno siglo XXI.
Papi es una colección de diez relatos de la joven Cline. La obra fue recientemente publicada en español por la editorial Anagrama. Seguro recuerdan a la muchacha por su ópera prima, Las chicas (2016). Para los distraídos: una novela que narraba un trip iniciático al lado más oscuro del Summer of Love sesentero. El sueño húmedo hippie de paz y amor que terminó en una pesadilla a secas teñida de sangre rojo shocking y muerte al ritmo del Clan Manson y sus angelicales fanáticas.
La novela ganó demasiados premios, fue traducida a 40 idiomas y el productor Scott Rudin (Red social, Las horas y Closer) amaga con llevarla a la pantalla grande hace años. Con Las chicas, la piba cosechó prestigio literario por su fina, sutil y perturbadora pluma. También, un jugoso cheque de 2 millones de verdosos dólares de la editorial Random House. “¡La nueva promesa de la literatura estadounidense!”, dijo la prensa especializada. Por una vez, no se equivocaron. Bueno, basta de rodeos. Cline está de regreso. Por suerte.
Un libro, diez cuentos, mucha desolación. Ese es el clima que atraviesa los relatos de la escritora nacida y criada en California, militante activa del Me Too. Algo del Menos que cero de Bret Easton Ellis sobrevuela la obra. Brillo plástico y mucha oscuridad, belleza exterior y podredumbre interna, éxito fugaz y fracaso eterno. Una aspirante a actriz que se gana el mango vendiendo ropa en una tienda física y su ropa interior por la red digital; una piba adicta en rehabilitación que fabula en chats de citas; un editor venido a menos que escribe las biografías de millonarios que se creen lo más; un padre que debe ir al estreno de la película infumable de su hijo “artista”; las desdichas de los universitarios yanquis que sobreviven labrando la tierra por monedas. Miserias, decadencias, perversiones, miedos y ascos del país erecto arriba del río Bravo.
Papi incluye “Marion”, el cuento que ganó el Premio Plimpton de The Paris Review en 2013. El relato es la semilla que parió la novela Las chicas. Cuando le preguntaron a Cline sobre el origen de la historia seminal que narra la relación entre dos chicas en una comunidad alternativa de la Costa Oeste, la escritora mencionó la violencia cotidiana, la vergüenza, la humillación, las traiciones. Al final, sinceró, el combustible es la amistad.
Pastillas, ketamina, merca, antidepresivos… las drogas están muy presentes en los relatos de Papi. También en el presente norteamericana que Cline retrata sin caretas. En una reciente entrevista con el diario español El País, la escritora echa luz sobre el tema: “Adam Phillips dijo algo acerca de que todos decidimos cuánta realidad podemos soportar, y las drogas son una forma efectiva de modular la realidad para las personas que la encuentran abrumadora o que no quieren experimentar toda su fuerza. Muchos de estos personajes no quieren vivir en la realidad; hasta cierto punto, ninguno de nosotros lo hace, o configuramos nuestras vidas para evitarlo. Las drogas son un atajo.” Otra forma de evitar el vacío. O quizá, al igual que con la lectura, de disfrutarlo.