Dejar la agitada vida de la ciudad, olvidarse de los ruidos y vivir en contacto directo con la naturaleza es una idea que seduce mucho. Sin embargo, la vida en la naturaleza tiene también sus particularidades.
¿Cómo se vive en el monte? Fue una de las preguntas que se hizo la antropóloga Cecilia Cisneros una de las guionistas y directoras quien junto a Mariano Raffo realizaron el documental Escuela Monte.
El film llegó a los cines argentinos este jueves y está en cartel en el cine Gaumont. Luego saldrá de gira por Córdoba pero en julio volverá a presentarse en el bar de radio La Tribu.
“La película surge de una inquietud de los dos realizadores por separado. Nos habíamos ido de la ciudad al campo en el mismo año. Nos llamaba la atención la situación colectiva que se genera en Traslasierra donde se realizaban muchos eventos en forma comunitaria”, cuenta Cecilia Cisneros a Tiempo Argentino.
Escuela Monte cuenta diferentes historias de vida de un grupo de personas que se afincan desde la ciudad al monte de Córdoba. Una de esas historias es la de Carmelo, un niño de ocho años que transita todo su aprendizaje en ese espacio rural. También se suman Rubén y Lula dos personas que reivindican su vida lejos de la ciudad.
“Nos dimos cuenta que había muchos personajes que no respondían tanto a nuestra clase social. Que venía más de una vida de barrio dentro de una ciudad inmensa y ahí entendimos que necesitábamos representar la migración con otros personajes. Ahí apareció Rubén que vivía en una villa pero que nos permitía acercarnos a gente que permitía una mayor interpelación al espectador”, analiza Cisneros.
Cisneros afirma que en el hecho mismo de vivir en el monte, hay una trama poética. “Uno puede dejar todo en la ciudad donde uno vive ajustado para irse al monte, pero ahí se enfrenta a un lugar complicado donde no es tan fácil conseguir trabajo, donde la distancias son largas. La biovida o vida sustentable, es un privilegio de unos pocos. Entonces parece quedar inflada la posibilidad de vivir en la naturaleza, por eso queríamos encontrar a la gente común que se encuentra con otras contradicciones”, agrega.
–¿Cuál es la hipótesis que tenían con respecto a esta decisión de irse al monte?
–Había algo de representar de una forma más sensorial esta parte rural, porque sin querer estamos modificando el lugar a donde estamos yendo a vivir. La película nace desde ahí, hablamos mucho sobre esto. Nosotros estábamos enamorados del proceso colectivo y lo representamos en la escuela Semillas del Monte que después se terminó. Ahí vira el enfoque, porque fuimos viendo la realidad y vimos que cuesta ir para allá, buscamos la parte más humana de cuando uno decide irse. Por ejemplo, en tu vida cotidiana hay cosas básicas para resolver y si no las podés resolver, no podés vivir en ese lugar. Eso queríamos contar nosotros como una manera de ser honestos con nosotros mismos.
–Una crisis socioeconómica como la que vive hoy el país, ¿cómo impacta allí?
–Es cierto que allá uno se acostumbra a vivir con muchos menos, que la crisis no toca tanto porque uno tiene la misma idea de necesidad pero tenés tu propia huerta, su compost. Pero la crisis pega de todos modos sobre todo porque genera que los procesos colectivos sean más intensos.
–Hay una elección estética diferente a otros documentales en cuanto al tratamiento de imágenes, ¿a qué se debe?
–Es algo que trabajamos desde el principio y fue un esfuerzo lograrlo. Hay adultos que hablan acerca de sus creencias, que son muy importantes a la hora de pensar por qué se mueven de la ciudad al campo. Se genera entonces en torno a ese relato otra trama expresiva que nos permite hablar sin hablar, hay una tensión constante que representamos con la música. En el monto siempre algo está acechando, y el monte es una presencia grande: las casas están a grandes distancias una de la otra y representar esa sensación tan grande no podía hacerse con palabras. Contar que vivir allá es arriesgarse a desaprender, arriesgarse a que muchas cosas salgan mal. La vida y la muerte están más cerca, y queríamos expresar eso de manera poética lo que veíamos, más que una verdad de lo que vive la gente.
– ¿Cómo lograron estrenar este documental en medio de una crisis del sector audiovisual?
–La cuota de pantalla está cercenando el documental. Uno no hace una película para mostrarla en internet y es eso lo que hoy propicia el propio Instituto del Cine. Pero hay otros espacios de trabajo con el cine documental como el de Realizadores Integrales de Cine Documental (RDI) o el de DOCAS que hacen un trabajo constante con propuestas para el cine documental.
Escuela Monte está en cartel a las 20.30 en el cine Gaumont, avenida Rivadavia 1635. En julio se proyectará en el bar La Tribu, Lambaré 873.