¿Cuáles son los lazos que unen a la música de Johann Sebastian Bach y la de Gustavo «Cuchi» Leguizamón? La respuesta la da el guitarrista argentino Pablo Márquez quien este domingo 30 de octubre a las 18 horas llevará a cabo la presentación oficial del disco El Cuchi bien temperado con entrada libre y gratuita en la Usina del Arte.
La placa, que fue elogiada y premiada en el mundo entero, es la primera aproximación integral a la obra del compositor salteño realizada por el guitarrista argentino de mayor trascendencia internacional, fue publicada por el prestigioso sello alemán ECM y será editada en Argentina por el sello Universal. Márquez es actualmente considerado como uno de los máximos referentes de su instrumento. Es un reconocido intérprete de música contemporánea y colaborador frecuente de agrupaciones tales como el Ensemble Intercontemporain de París y de algunos de los más grandes creadores del siglo, como Luciano Berio, György Kurtág, Mauricio Kagel o Pierre Boulez.
Su versatilidad como intérprete le permite transitar con soltura tanto el repertorio académico internacional de la guitarra como el de la música tradicional del Noroeste de Argentina, su tierra de origen. Además incursiona en el arte de la dirección orquestal, para el cual se perfeccionó con maestros de la talla de Eric Sobzcyck, Rodolfo Fischer y Peter Eötvös y, en especial, el legendario pianista húngaro György Sebök, quien marcó profundamente su evolución artística.
En el CD que está presentando, Márquez interpreta 16 títulos clásicos del autor de Valderrama, con la particularidad de que cada uno fue llevado, total o parcialmente, a cada una de las 24 tonalidades de la escala cromática, a la manera del Clave bien temperado, la monumental obra que en el siglo VXIII Johann Sebastian Bach compuso con la misma premisa. En el abordaje de la música de Leguizamón, Márquez profundiza en sus transcripciones para la guitarra las características armónicas y de modulación con las que el creador salteño elaboraba sus piezas.
«El Cuchi es uno de los máximos representantes de la cultura musical salteña, junto a Eduardo Falú y Dino Saluzzi. Si Falú se encuentra más cerca de la tradición, Leguizamón se impuso desde sus inicios como un renovador. Siempre cuestionó la tradición, no para romperla o para deshacerse de ella, sino para ponerla en perspectiva y enriquecerla con nuevos hallazgos. Fue un visionario. Luego Dino Saluzzi se situará naturalmente en esta línea, llevando aún más lejos su búsqueda», comenta Márquez.
Precisamente, la libertad armónica con la que el salteño enriquecía sus composiciones, devienen del conocimiento y la admiración que les profesaba a los grandes músicos clásicos, pero también (y sobre todo) a los creadores de principios del siglo XX como Debussy, Ravel, Stravinsky y Schönberg («Este tema se lo quiero dedicar a Erik Satie, ese compositor francés que tanto queremos en Salta», expresó «El Cuchi» al anunciar el tema que iba a interpretar en un concierto registrado en 1983 y que fue publicado por el sello argentino Melopea años atrás).
Márquez explora con su guitarra la música de Leguizamón y brinda los espacios necesarios para que afloren las sonoridades propias de obras como «Coplas de Tata» Dios (vidala olvidada desde que la versión original de Leguizamón fue prohibida en 1966 por la dictadura argentina de entonces), en la que utiliza de manera sabia los recursos de su instrumento. Conocedor exhaustivo de los secretos del instrumento, el guitarrista incursiona en territorios en los que la música asume características de introspección, como ocurre con «Zamba del carnaval», «Zamba de Lozano» o «Canción del que no hace nada».
Rica en diferentes dinámicas, la obra del «Cuchi» muestra sus particulares características en composiciones como «Chaya de la albahaca», «Carnavalito del duende», la chacarera trunca «Corazonando» o la «Chacarera del holgado», con su audaz atonalidad. Márquez a su vez enaltece las partituras con su técnica precisa y elegante y con la utilización de recursos de factura académica a la que le incorpora su alto conocimiento del lenguaje folklórico argentino. «No pienso que la música tradicional necesite ser elevada para existir y tener un valor intrínseco sumamente alto. Como dice Cuchi, ´la canción popular es una síntesis de emoción y sabiduría. Es por muchas razones un mensaje muy breve, aunque nunca de menor calidad ni de pequeña trascendencia frente a las grandes obras, siempre y cuando tenga el nivel que debe tener´», agrega el guitarrista.
El Chuchi bien temperado es un trabajo atrapante, en el que la excusa de pasear a la música de Leguizamón por las tonalidades de la escala cromática sirve para seguir demostrando la riqueza y la originalidad de un creador fundamental de la música popular argentina.