Franco Volonté es conocido como «El comunista mágico». Se dedica a hacer pintadas y murales para el Partido Comunista, aunque sus conocimientos sobre asuntos de izquierda son mínimos y sigue pensando que Mao era uno de Los Tres Chiflados. «Shemp, Larry y Mao, me matan de risa», suele decir cada vez que alguien habla sobre sus adversarios intra-izquierda.

Sin embargo, su brocha es mágica y, al terminarlos, sus murales toman vida. Entonces, sale humo de las fábricas que pinta, mientras los puños cuadradotes de los obreros tiemblan y se agitan. Hasta se escucha un rugir. Porque de los murales también salen sonidos. Este es el único problema de los murales de «El comunista mágico», ya que invariablemente los obreros que pinta gritan «Viva Perón».

También tiene problemas con los Che Guevara que pinta. Los Che suelen seguir con su mirada a las chicas que pasan mientras les dice: «¡Che, qué buena que estás, che!». Algunos aseguran que cuando pasan delante de un cartel, escuchan un «¡Che!». Y cuando se dan vuelta, sólo ven al Che Guevara mirando para otro lado y haciéndose el boludo.

Perdido

En la tarde del jueves pasado, en la Unidad Básica «Imberbes y Estúpidos», integrantes del Peronismo Pediátrico jugaban en la Play Station Constitution, una consola de juegos de origen nacional, fabricada en Don Torcuato, de gran prestación, aunque del tamaño de un secarropas Kohinoor.

En el fragor lúdico que les imponía el «Uocra Invaders II», un videogame donde dos delegados deben atravesar la ciudad para inscribir una lista trostkista antes de que la misma se divida en dos, uno de los púberes militantes sacudió el joystick de manera tal que le pegó en la cara y le hizo volar uno de los lentes de contacto que había obtenido gracias al plan «¡Fuera astigmatismo de América Latina!».

Luego de un intenso debate acerca de cómo organizarse para la búsqueda del lente, un grupo se puso sus pecheras identificatorias de la agrupación, mientras otros decidieron ponerse hombreras (las consideran más elegantes) y se metieron de lleno a una operación rastrillo sobre el piso del local, que de a poco los fue acercando a una gran pila de rollos de afiches, algunos incluso de la época del menemismo y, más atrás, descubriendo uno, incluso, donde Patricia Bullrich todavía era peronista.

Gran sorpresa se llevaron los pre-adolescentes cuando, al sacar los últimos rollos, descubrieron a un militante de algo más de 45 años, que parecía estar allí desde hacía mucho tiempo. «Sí, creo que es hora de que trabajemos por Cafiero Gobernador. Yo estoy con la renovación», dijo de manera casi automática.

Militantes más grandes se acercaron y calcularon, por los pantalones nevados y la campera de jean con corderito, que este simpatizante de la Renovación Peronista estuvo detrás de esos rollos de afiches desde 1986.

Tratando de reconstruir lo que había pasado, el peronista renovador recordó haber estado en una peña, y que frente a la pregunta de una joven («¿Me podes explicar qué es el peronismo?») pidió unos minutos para reflexionar. Y se apoyó contra una pared. Y se quedó pensando la respuesta, mientras unos muchachones que venían de una pegatina dejaron el primer pilón de rollos de afiches. Y allí se quedó pensando en la respuesta mientras con los años los afiches se fueron amontonando, y él reflexionando sobre las preguntas sobre el peronismo. Y después de cada respuesta venía otra pregunta. Y entonces el peronismo más que una respuesta era, quizá, un montón de preguntas.

(Continuará)

Ilustración: Martín Casáres