“El verbo leer no admite el modo imperativo” afirma Daniel Pennac en Como una novela. Decirle a un chico que “debe” leer es convertir la lectura en una obligación moral tan penosa como todo lo que se hace por obligación y no por decisión propia, sobre todo a una edad temprana. Se lee por placer y no por obligación. ¿Pero se puede enseñar el placer de la lectura? Juan Villoro contesta que el placer de la lectura no se enseña, “se contagia”.
Nadie, a ninguna edad, lee porque sí. Para hacerlo hay que tener un buen motivo. Es una conducta y puede convertirse en un hábito que nace por imitación, por ver a leer a los adultos y comprender de este modo que si ellos lo hacen, algo placentero debe haber en ese acto silencioso. El ejemplo es siempre más efectivo que el discurso. Otro estímulo es que el chico tenga a mano buenos libros, siempre que no se le exija que los lea en nombre del rendimiento escolar, la necesidad de educarse o de otras razones prácticas que son ajenas al puro placer.
Los caminos para llegar a la lectura son muchos, pero ninguno tiene que ver con la obligación. Uno de ellos, sin duda, es que el chico esté en contacto con una literatura que lo respete como individuo, que sea escrita con las mismas premisas que una buena historia destinada a los adultos.
En esta nota, diez libros recomendables escritos y dibujados por creadores que están convencidos de que hacer libros para chicos es una responsabilidad muy grande.
El ogrelito, de Suzanne Lebeau con ilustraciones de Guillermina Marino. Traducción al español de Cecilia Iris Fasola. La autora es una gran dramaturga canadiense, nacida en Quebec que revolucionó el teatro destinado a chicos y jóvenes. Dice la editora Nora Lía Sormani: “Deliberadamente distanciada del modelo didáctico del `corral de la infancia` -que con tanta lucidez cuestionó Gabriela Montes en los ochenta- Lebeau despliega un arte teatral en estado puro, rupturista, innovador, anticonvencional, que logra emocionar, hacer pensar y encontrar la llave de la esencia de lo humano.” Jacarandá Editoras. Los libros de esta editorial pueden adquirirse a través de su página web: www.jacarandá-editoras.como.ar
Así es mi mamá. Escrito y dibujado por Gabriela Burin, es un libro que muestra que no hay una sola forma de ser madre, sino muchas, todas diferentes, todas únicas. Presenta a una mamá humana, que no responde a los modelos de belleza que preconiza la sociedad, una mamá que tiene una risa escandalosa, que por su cuerpo y su forma de vestir llama la atención allí donde va, que trabaja en su casa, que es divertida, que se arranca con la pinza de depilar los pelitos que le salen sobre la boca y que tiene otras particularidades que nada tienen que ver con las madres que se muestran en las revistas y en la televisión. Fondo de Cultura Económica.
Osos. Pardo Blanco Negro. Escrito y dibujado por Pascal Girard con traducción de Victoria Rusconi. Habla de los diferentes tipos de osos con verdadera pasión explicativa y da ejemplos concretos que ayudan al pequeño lector a hacerse una idea precisa, por ejemplo, de la fuerza que tiene una determinada especie o sus requerimientos diario de comida, por ejemplo: “El grizzly puede comer hasta 20.000 calorías por día, ¡lo que equivale a 200.000 frutas pequeñas.” También se refiere a los peligros que acechan a los osos, a su relación con los pueblos originarios de distintas zonas y a la mejor forma de protegerlos. Pípala.
Las ovejas. Escrito por Micaela Chirif con ilustraciones de Amanda Mijangos. Una enumeración poética de lo que hacen y no hacen las ovejas. Por ejemplo, para dormir, a diferencia de los seres humanos, no cuentan ovejitas, sino flores: girasoles, rosas, geranios y jazmines. Un libro con poco texto, ideal para los más chicos. Limonero.
Música desde el Océano. Escrito y dibujado por Guillermina Marino. Un texto que se instala de lleno en un universo poético. Habla de un hombre que, perseguido por burbujas, cede a la curiosidad y decide descubrir de dónde vienen. Llega así al fondo del mar donde descubre cosas rarísimas como un grupo de hipocampos que ensayan una pieza del gran compositor Stravinski y un castillo en el que se recluta gente que tiene el don de la música. Es así que regresa a su vida cotidiana transformado por su experiencia. Jacarandá Editoras.
Quince ocasiones para pedir deseos en la calle. De Nicolás Schuff con dibujos de Maguma. ¿Qué pasa con el deseo cuando nos encontramos en distintas situaciones? En este caso, la respuesta no es informativa en el sentido periodístico, sino poética. Por ejemplo: “Cundo ves en una panadería un postre recién hecho (el deseo puede ser dulce). “Cuando te encuentras una moneda (el deseo puede tener dos lados). Schuff es un verdadero mago de la palabra como ya lo ha demostrado en otros libros. Limonero.
La sorpresa de Amelia. Escrito y dibujado por Pablo De Bella. Especialmente indicado para los más chicos, se basa más en las ilustraciones que en los textos para contar una historia breve que habla del juego y de la amistad entre Juana, Gael, Iris y Amelia, la integrante del grupo que durante un juego con dados desaparece dejando solo el sombrero e impulsando a sus amigos a ir a buscarla. Fondo de Cultura Económica.
El destino de Fausto. Una fábula ilustrada por Olivier Jeffers con traducción de Norma Muñoz Ledo. “Había una vez –comienza la historia- un hombre que se creía dueño de todo, así que salió a buscar lo que era suyo.” Ese hombre creía que todo le pertenecía, desde una pequeña flor hasta las montañas. El mar le enseñó, sin embargo, que hay cosas que no pueden poseerse por más que se tenga poder, dinero y soberbia. Fondo de Cultura Económica.
Esa cuchara. Escrito por Sandra Siemens con ilustraciones de Bea Lozano, este libro habla de la familia, de los pequeños objetos –en este caso una cuchara- que pasan de generación en generación, que están llenos de historias y que todos atesoramos porque son una parte de nuestra propia vida y nuestra propia identidad. Limonero.
Un día. Escrito por Guillaume Guéraud con ilustraciones de Sébastien Mourrain. Traducción de Delfina Cabrera. El protagonista de la historia es un chico que, como todos los chicos, sueña con ser grande. Cuando llegue ese día, nadie lo obligará a lavarse los dientes, ni a irse a la cama, les contará cuentos a sus padres para que se duerman como ahora lo hacen con él. Además, escribirá sus propios libros, se comprará sus propios regalos sin esperar a Papá Noel, se enamorará y no les tendrá miedo a los monstruos. El futuro es el tiempo en que se cumplirán todos los deseos de la niñez. Limonero.