¿Qué pasó en la Argentina en los 40 años de democracia? La exposición Sistemas de representación. Fotografía y democracia 1983-2023, inaugurada recientemente en el Centro Cultural Kirchner (CCK), propone un viaje, a través de la fotografía, por algunas problemáticas y sucesos puntuales que tuvieron lugar durante estas cuatro décadas. El recorrido que realiza la muestra busca abrir una puerta para percibir el clima de una época, pero también lo expande, combinándolo con nuevos sentidos y preguntas hacia el futuro.
Con curaduría a cargo del fotógrafo Francisco Medail, quien también es editor y licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Avellaneda, la exposición se vale de la creación de contrastes entre diferentes fotografías para construir una mirada singular, sin pretensiones totalizantes. Más bien, se trata de una muestra que abre preguntas y transforma al ejercicio de la memoria en una experiencia que trasciende (y transgrede) la simple enumeración de hechos.
Cuatro décadas de democracia
Lo que cuenta la exposición: los reclamos por los desaparecidos, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la Guerra de Malvinas, el retorno a la democracia, el gobierno alfonsinista, los desocupados, el crecimiento del neoliberalismo y sus consecuencias para el pueblo argentino, la crisis del 2001, el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), la toma del Parque Indoamericano y la pandemia.
La conformación de un mosaico
Pero todos estos sucesos, a través de la mirada curatorial de Medail, van conformando un mosaico más amplio, como si se pudiera volver a estar ahí, sentir lo que se sentía en la época y atravesar las imágenes para encontrarse no sólo con la historia argentina, sino con su impacto en las pequeñas historias de la gente. De esta manera, por ejemplo, no se ve sólo el proceso de inicio de la democracia del ‘83, sino también el clima opresivo y a la vez frívolo del final de la dictadura.
Esto se logra a partir de la disposición de las fotografías en el espacio: las fotos de Lucrecia Plat y Daniel Merle, quienes retrataron para La Nación las fiestas nocturnas de la oligarquía a finales de los ‘70, conviven en una misma pared con las imágenes de la represión a las Madres y a manifestantes, retratadas a partir de obras fotográficas de Adriana Lestido, Eduardo Longoni, Daniel García y Eduardo Gil. En esta serie se encuentran piezas emblemáticas como Madre e hija de Plaza de Mayo de Lestido y El siluetazo de Gil.
«Puede verse el contraste entre gente que la estaba pasando muy bien y otra parte de la sociedad que no», dice Medail, en una recorrida junto a Tiempo Argentino.
Alicia D´Amico en blanco y negro
Salvando las distancias, ese contraste vuelve a encontrarse, aunque de otra manera, en la serie de la fotógrafa y referente del feminismo Alicia D’ Amico. En blanco y negro, y dispuestas casi en miniatura como si fueran postales, hay imágenes de la vida cotidiana de los sectores populares durante los ‘80: nenes jugando felices en un contexto de total precarización, mujeres cocinando, obreros trabajando, familias enteras posando frente a la cámara.
Con su cámara, D’Amico realizó el registro fotográfico del trabajo de campo de los sociólogos e investigadores Elizabet Jelin y Pablo Vila, luego documentado en el libro Podría ser yo. Los sectores populares en imagen y palabra. A través de sus páginas, este libro, publicado en 1987, empezó a configurar una nueva relación entre las ciencias sociales y la fotografía, porque la voz de los fotografiados interactúa con las imágenes.
“Alicia D’ Amico logra sintetizar el espíritu de una época marcada por la postdictadura y las consecuencias del plan económico impulsado por la junta militar. Para la exposición, inventamos un dispositivo exhibitivo que a través de la multiplicidad y la fragmentación repone ese universo que viene a sintetizar lo que fueron esos 80 post dictadura, donde se pueden encontrar, por un lado, las infancias con cierta libertad y alegría, primeras generaciones de niños criados en democracia, contrapuestas a colas enteras de jubilados, la asistencia a través de la caja PAN y filas de desempleados”, afirma Medail.
Desaparecidos y Malvinas
Un collage de la fotógrafa Lucila Quieto, hija de Carlos Quieto, militante de Montoneros desaparecido en dictadura, busca recuperar la figura de su padre a partir de la superposición de fotos de Carlos Quieto y de ella misma.
La emblemática obra El Río de la Plata (Al río los tiraron. Se convirtió en su tumba inexistente), de Marcelo Brodsky, también tiene lugar en esta exposición. En la imagen de un río calmo, el lugar donde su hermano, Fernando Brodsky, fue arrojado en un vuelo de la muerte, el fotógrafo y militante de Derechos Humanos vio la fotografía de una tumba inexistente, tal como lo dice el pie de la imagen. Julio Pantoja se suma a la genealogía de las heridas familiares con fotos de hijos de desaparecidos junto a la imagen de sus padres.
En una serie escalofriante, Inés Ulanovsky retrató espacios de la Esma antes de que se convirtiera en el Centro Cultural Haroldo Conti. Las fotografías son impactantes, recrean una atmósfera intimista, en formato pequeño y con colores cálidos, generando contraste y extrañamiento con el espacio en donde funcionó el Centro Clandestino de Detención y Tortura.
La icónica imagen de Julio López con los ojos cerrados, bajo la lente de Helen Zout, también forma parte de esta exposición en una serie que tiene imágenes de intervenciones de hijos en los ‘90, escraches a represores que fueron beneficiados con la sanción de las leyes de Obediencia de Vida y Punto Final.
Malvinas está presente con retratos en blanco y negro de excombatientes, de Juan Travnik, y fotos de paisajes de las Islas, de Gerardo dell Oro, en formato a color. “La muestra trata de jugar con diferentes acercamientos fotográficos y contrastes, no quedarse únicamente con un ‘tipo’ de fotografía”, dice Medail.
Más allá de los ´90
Para inaugurar los ‘90, la exposición se vale de un mashup, un contrapunto entre el registro irónico y grotesco de la serie “Pop latino” de Marcos López y la mirada documentalista de Sub Cooperativa. Convive, en un mismo sector, una pieza con colores saturados que se llama “Carne Argentina” -en verdad retrata una hamburguesa de una cadena norteamericana-, de López, con una imagen en blanco y negro de una persona en situación de calle. “En el contraste está la fortaleza del impacto: hicimos una selección de las obras de ‘Pop latino’ más políticas y las colocamos en contraposición al registro documental que realizó Sub Cooperativa del 19 y 20 de diciembre en Plaza de Mayo”, cuenta el curador.
Próximo a esta serie, hay una fotografía de la represión del 2001 de Hugo Aveta en clave de terror. A través de un tratamiento especial de la imagen, logra un retrato fantasmagórico de un grupo de policías montados a caballo en la calle. No sabemos hacia dónde se dirigen, pero una luz verde en el centro no parece augurar nada bueno.
Por debajo de esta imagen, un dispositivo audiovisual de Gabriela Golder, titulado La lógica de la supervivencia, muestra en cámara lenta el saqueo a un supermercado chino en 2001: la gente, desesperada, se agolpa para conseguir comida.
Compuesto por 20 trípticos, La ausencia, de Santiago Porter, combina fotografías de familiares de víctimas de la Amia, con un objeto perteneciente a ese familiar y un texto que de alguna manera vincula el objeto con el retrato.
Un párrafo aparte corresponde al rol de las disidencias en los 90, con fotoperformances de Liliana Maresca y la serie Cóctel, de Alejandro Kuropatwa, que tiene una doble connotación: la celebración y esperanza por avances con el famoso cóctel contra el sida, logrado en 1996, y la evocación de la tragedia de la enfermedad.
El juicio a las Juntas reaparece en una obra de RES, quien estuvo en el juicio contra Massera «con una cámara de placa antigua dispara en el momento en que le dictan la condena a perpetua al dictador. Masera aparece sentado en el banquillo de los acusados con cara de póker y varios genocidas más», explica Medail. Y, más adelante, dice el autor de la imagen: “Es una foto que, por la disposición que tiene, podría pasar por algo azaroso, me tuve que ubicar en un lugar predeterminado, entonces decidí ponerle un marco porque es el registro de una acción trascendental”.
El acuartelamiento de la policía de Córdoba en 2013 y los linchamientos públicos, está presente en material de archivo de Agustina Triquell, junto con un karaoke que reproduce la canción “Beso a beso”, de la Mona Giménez, pero con una letra que toma los gritos de la gente en la calle: “Ahí viene la cana otra vez. Salí negro chorro de acá”.
La exposición se completa con imágenes de Cecilia Estalles, que fotografió el primer cacerolazo a Cristina en el 2012; la serie “88 piedras”, un registro arqueológico con imágenes de Fernando Paladino de la reforma jubilatoria en el 2017, que muestra las piedras que tiraban al Congreso en formato afiche; la pandemia con fotografías de Flavia Da Rin, en un registro que se aleja de lo documental, con una mirada humorística e irónica.
Una pregunta sobre el futuro
En el epílogo de la exposición, hay un cambio de iluminación, con juegos de luces y oscuridad destacan dos obras contrapuestas: una imagen de Gabriel Valansi, quien en un rojo fuego muestra tomas de ensayos de explosiones nucleares y a través de un lenticular se produce cierto efecto de movimiento, y un collage digital de Manuel Fernández que muestra un mar revuelto con un sostén en el medio. “Estas dos obras vienen a preguntarse qué futuro queremos o cómo salimos de esta encrucijada, hay una dicotomía entre la posibilidad de tratar de construir consensos en contextos de mucha confusión o una distopía. El arte puede venir a plantear imaginarios”, concluye Medail.
“Sistemas de representación. Fotografía y democracia 1983-2023” puede visitarse hasta el 3 de septiembre, con entrada libre y gratuita, en la sala 607 del sexto piso del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151).