La exposición abarca un período temporal que va de principios del siglo pasado a la actualidad y explora los imginarios políticos, sociales y afectivos de la Argentina. A través de una investigación de nuestra cultura material a lo largo de la historia, con instalaciones de obras de arte, documentos y objetos cotidianos, la exposición explora los imaginarios políticos, sociales afectivos de la Argentina y lleva a “una introspección sobre las ilusiones, aspiraciones y realidades del ser argentino”, dice a Tiempo Argentino Verónica Rossi, una de las curadoras de la muestra.
Se trata de 600 piezas que se organizan a partir de una mirada etnográfica, guiada por una serie de preguntas sobre los objetos y la vida en común: ¿cómo las cosas atraviesan a la cultura argentina y son atravesadas por ella? ¿cómo se resignifican sus usos, sus rituales y simbolismos? Todo en el marco de un nuevo contexto, en un museo, dando paso a la desnaturalización de sus funciones y a más preguntas a partir de este otro orden de cosas.
“En esta muestra jugamos mucho con cambiar el uso del objeto. Tal vez, un objeto que fue creado y concebido para una cosa, termina en la muestra estando en un lugar completamente diferente. Siguiendo a Walter Benjamin, cuando el objeto entra al museo ya cambia la forma en que lo percibimos, pasa a ser un objeto en exhibición. El espectador puede ir, pensar, apelar a su memoria de una forma particular, porque está viéndolo en otro contexto, en una vidriera. Al estar exhibido, tiene otra forma de interpelarnos”, explica Rossi.
La organización de la muestra
La exposición se organiza alrededor de trece constelaciones o núcleos temáticos, que no están guiados por la cronología sino por diálogos conceptuales. Empezando por “Argentum”, que parte de las crónicas de Ulrico Schmidl sobre el Río de la Plata, pasando por ejes como el “Centro”, “Campo”, “Rutas”, “Antártida”, “Avanzada”, “Recreo”, “Siam/Di tella”, “Cuerpo”, “Hogar”, “Cicatrices”, “Economía” y “Veraneo”.
Así es como se van sucediendo microhistorias, como la de una vidriera del artista Juan Batlle Planas que recuerda a la mítica tienda de Harrods. “La primera y única sucursal que Harrods tuvo fue en Argentina. Hay una historia detrás de estas tiendas departamentales que era tan famosa en Inglaterra y que termina teniendo una filial acá y que, además, como parte de su programa de relación con el arte, convocaba artistas en un ciclo que se llamaba ‘El arte en la calle’ para que hicieran diferentes vidrieras, que se valían en muchos casos del surrealismo y de una relación particular con el mercado de consumo. Cada una de las piezas de la exhibición tiene una historia detrás de la Historia y la relación con los objetos que lo rodean”, dice Rossi.
Otra escena singular la conforman las viñetas y horóscopos de los chicles Bazooka que hacía Enrique Fogwill en los ‘90, quien además de escritor fue publicista. “Fogwill fue central en la exhibición, porque era muy apegado a los objetos y en sus relatos hace hablar a los objetos para que hablen de la época. Martín Kohan, para esta exposición, realizó una serie de ensayos alrededor de su figura. Fogwill es uno de los grandes contadores de la Historia y de historias a través de las cosas. No en vano tanto él como la literatura en general tienen una presencia importante en la exhibición”.
En la exposición vuelve a aparecer una referencia directa a Fogwill en la serie “Cicatrices”, que explora las heridas de la historia argentina, con la dictadura y Malvinas. En ese punto, hay un núcleo en la muestra alrededor de Los pichiciegos, novela emblemática para pensar la guerra (y más allá de ella también).
Forma parte de las cicatrices de argentina también una obra del pintor Pablo Suarez, que pone sobre la mesa a los diarios argentinos junto a la Radio Colonia, dos medios que brindaban un discurso contrapuesto alrededor de la guerra. Mientras en los diarios ganábamos, en Colonia perdíamos. “Esta obra cruza las realidades de lo que estaba pasando en ese momento: tanto su pintura como los relatos de Fogwill, entre muchas otras obras que pueden verse en la muestra, nos permiten hacer esos cruces, darle diferentes capas a la lectura de la historia. Y una lectura de diferentes capas a la exhibición, puede ser una exhibición simple y a la mano de todos, pero también en cada una de las constelaciones o núcleos temáticos hay múltiples capas de sentido”, afirma Rossi.
La exposición incluye también instalaciones de Sofía Durrieu, Valentín Demarco y Daniel Joglar, tres artistas contemporáneos argentinos que reflexionan a partir de temas tan variados como el innovador instrumental quirúrgico creado por Curutchet en los años cuarenta, una selección de mates y las legendarias pelotas Pulpo, respectivamente.
“Esta exposición fue concebida para un público amplio, que tiene ganas de pensar en la historia argentina a través de objetos, apelar a la memoria, a la excelencia de objetos que se produjeron en argentina y también a nuestras heridas”, cierra Rossi.
Se trata de pensar la historia argentina de otra manera, a partir de un nuevo orden de cosas.
Del cielo a casa se puede visitar en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). De jueves a lunes de 12 a 20 horas. Los miércoles desde las 11. Martes cerrado. Hasta el 12 de julio.