La aparición de textos inéditos es siempre una gran novedad para los lectores de Borges y estos cuatro no son la excepción. Aunque, como se ha dicho, en ellos vuelven a darse cita sus obsesiones temáticas, la genealogía del tango que Borges traza en estos cuatro encuentros pone el acento en la figura del compadre como una continuidad urbana de la del gaucho y, por lo tanto, del tango como una extensión de la gauchesca. En ellas el escritor realiza el camino que lleva al tango de ser una expresión marginal a convertirse en un eufemismo para nombrar a la Argentina. Así como alguna vez dijo que la gauchesca sólo fue posible a partir de «la mediación de un letrado que imita o recrea la oralidad del gaucho», Borges acierta al atribuir la canonización del tango a la acción de aquellos «niños bien» que lo llevaron a París para legitimarlo y traerlo de vuelta, convertido en danza de salón. Porque como Borges y como Dahlmann, la Argentina también suele necesitar el espejo deformante de la mirada de los otros para aceptarse a sí misma. «
Edgardo Cozarinsky, tras los pasos de Borges
Tal vez Edgardo Cozarinsky sea el último de los escritores que mantuvieron cierta proximidad íntima con el círculo borgeano y su obra es testimonio de esa conexión. En ella se repiten algunos temas que solían aparecer con frecuencia en la del propio Borges: la literatura (y el cine) como espacios vivos; la memoria personal como espejo de lo universal; la búsqueda de una identidad y los rastreos de ella a través de la propia genealogía. Y por supuesto, el tango. Igual que Borges, Cozarinsky tiene una especial obsesión con el tema, aunque para uno y otro signifiquen cosas distintas. Si para el gran escritor argentino el tango y sus personajes constituían una continuidad de la gauchesca, un espacio mítico a partir del cual creía posible construir una mitología y una épica nacional, para Cozarinsky en cambio se trata de una de las entradas secretas al universo que más los fascina: el de la noche. En su libro Milongas, Cozarinsky deja constancia de la pasión con que toda su vida se ha entregado a perseguir el espíritu lúbrico del tango, tentado por la promesa sensual de los cuerpos que se entrelazan entre cortes y quebradas con la complicidad de las sombras. «