El de los vínculos culturales entre la Argentina decimonónica y Francia es un hecho harto recorrido por los libros de Historia. ¿Pero qué pasaría si la cosa fuera más allá de la simple influencia? ¿Qué pasaría si una logia secreta, integrada por los hombres más influyentes de la Argentina del Centenario, hubiera planeado copiar literalmente a París en Buenos Aires, replicando sus edificios más emblemáticos en esta ciudad que por entonces crecía alocadamente a orillas del Río de la Plata? Ese es más o menos el disparatado punto de partida de Los Corroboradores, un falso documental (o ficción documentada) que se estrena el próximo jueves, en la que su director Luis Bernardez integra en un mismo objeto cinematográfico géneros dispares como la comedia, el policial negro y el documental de investigación.
El nudo de la teoría que da lugar a Los Corroboradores es la arquitectura porteña, cuyas influencias claramente proceden de la Francia imperial y la película de Bernardez se encarga de trazar el paralelo de manera eficiente. Pero lo interesante es la forma en que el relato que propone la película consigue atravesar esa realidad histórica con una línea de fantasía verosímil que se vuelve atractiva a partir de su juego con los géneros cinematográficos, desdibujando en el camino los límites entre ficción y realidad.
«Todo documental tiene un altísimo componente de ficción y en Los Corroboradores mucho de lo que parece ficción (copiar otra ciudad, traer las piedras y el mobiliario para construir los edificios o contratar arquitectos franceses para que los diseñen) fueron hechos reales», afirma Bernardez. «En ese sentido la ficción está documentada y lo documental está visto desde un borde levemente corrido a partir del que, según el imaginario de la época, todo podría haber ocurrido. Lo que está puesto en cuestión es ese imaginario, que es el de la Generación del ’80», completa. «Nada más real que el imaginario. Y nada más imaginario que lo real.»
En un presente en el que el concepto de pos verdad parece haberse instalado y las fakes news son una tendencia en alza, una película que juega a manipular la realidad resulta muy actual. Sin embargo, Bernardez considera que entre ambas cosas hay una «diferencia ideológica y por ende moral» que las diferencia de manera terminante. «La posverdad responde a una estrategia de instalación de verdad afín a un modelo económico-social. Por el contrario, el documental y ciertas ficciones van por otros carriles. Lo que plantea la película es una crítica a un imaginario creado e impuesto un siglo antes del surgimiento del término posverdad», argumenta el director. «Creo que el mito es una de las formas de la verdad encubierta y el proyecto de país de la Generación del ’80 creó un imaginario mítico que todavía intenta volverse realidad. En ese sentido Bernardez considera que Los Corroboradores fueron más que un mito. «Fueron un proyecto de país que persevera aún hoy en nuestro carácter aspiracional como sociedad. Hay toda una construcción del imaginario identitario que se encarna en Buenos Aires, en sus construcciones y en nosotros mismos, que nos recuerdan lo que pudimos ser. Nuestro siglo XX y nuestro imaginario es el campo donde se da esa batalla mítica. Y no hay nada más real que lo imaginario para una sociedad que se piensa, se percibe y quiere ser otra», reflexiona.
Los Corroboradores también puede ser vista como una mirada irónica de la aristocracia nacional, en tanto al convertir esas ansias de monumentalidad en parte de una conspiración tan ficticia como absurda, aquella aspiración comienza a adquirir los ribetes del ridículo. «No creo que sea ridícula, pero sí aspiracional», corrige Bernardez. «Y el carácter imperial de Buenos Aires se demuestra en su relación con el resto del país. Sus ansias de monumentalidad son reales. Así como su deseo de ser un país-potencia sigue siendo un anhelo», agrega. «En Buenos Aires la gran capital europea sólo lo es en ciertas calles Pero lo mismo ocurre con París, que también devino en maqueta o parque de atracciones de sí mismo. «
Un estreno de la semana: Ser Luthier
Todo el mundo escucha música y desarrolla un gusto propio en la materia. Sin embargo esta también tiene sus rincones oscuros, alejados de los escenarios y los reflectores. Ahí habitan personajes sin los cuales no habría música tal como la conocemos. Son los luthiers, artesanos dedicados a forjar con paciencia aquellos instrumentos que luego ejecutarán los intérpretes. En ese mundo se sumerge el documental Ser Luthier, en el que las directoras Rocío Gauna y María Victoria Ferrari revelan los misteriosos escenarios en donde se crean esos artefactos mágicos capaces de modificar la realidad sonora del mundo. Y al mismo tiempo les pone rostros y manos a los trabajadores de un oficio fundamental para la cultura humana. Se proyecta todos los días en el Cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635.