Cora Roca es la autora de Los teatros históricos de la ciudad de Buenos Aires (1783-1930) editado por Eudeba con el apoyo de Proteatro y Mecenazgo, un voluminoso ejemplar que cuenta no solo con una investigación exhaustiva, sino también con un material gráfico excepcional. La autora es responsable no solo de la investigación y los textos, sino también de las imágenes, la producción y la dirección. Según lo afirma Carlos Rottemberg en la contratapa, este libro “viene a saldar una asignatura pendiente de una de las ramas de nuestra cultura que le imprimió a la Argentina un lugar de privilegio en el mundo. Nos conocen por nuestros artistas. También por el valor patrimonial que nuestros teatros ostentan.”
Sus quince libros editados le han valido a la investigadora múltiples distinciones y premios, entre el que se cuenta el Primer Premio Nacional de Ensayo 2000. Todas sus rigurosas investigaciones apuntan a la preservación de la memoria artística nacional en una incesante lucha contra el olvido.
–¿Cómo surgió en usted la idea de hacer una investigación sobre los teatros históricos de la Argentina?
-Para contestar esta pregunta, debo contar que mi pasión por el teatro surgió desde muy niña, cuando subí a un tabladito de la escuela primaria. Ya adolescente actué en clubes de barrio hasta que tuve conciencia de que debía formarme como actriz e ingresé en la Escuela Nacional de Arte Dramático, y luego fui a estudiar con Hedy Crilla a quien consideró mi maestra. Actué en varios teatros y cine independiente, televisión y en algunos trabajos dirigidos por Hedy. Asimismo, me inicié como docente de actuación en escuelas oficiales y en institutos independiente. La experiencia fue muy rica, la actuación me llevó a la necesidad de escribir e investigar sobre las enseñanzas de nuestros maestros, situación que me daba mucho temor encarar, pero me dije: “Si no lo escribo yo, no lo va a escribir nadie y se van a perder en el olvido estos grandes creadores y maestros que nos formaron”. Fue así que comencé mi camino de investigadora teatral, que me absorbió plenamente y abandoné la actuación, no así la docencia teatral, pero fue muy valioso ya que me permitió conocer a fondo la experiencia y vivir la cocina del teatro. Mientras estudiaba la Historia del Teatro Rioplatense, me preguntaba cómo serían esos teatros, esos escenarios, sus obras, las puestas en escena, sus elencos…, trataba de imaginarme esos teatros fantasmas, de los que solo sabía su nombre, en ese Buenos Aires antiguo, y me era imposible, aunque quería hacerlo porque una cosa es contar una historia y otra es verla. Un día me dije: “Voy a intentar buscar ilustraciones, fotos, pinturas, grabados, datos certeros…, en algún lado deben estar”, y así surgió esta idea de Los teatros históricos…, que me llevó tres años de alegrías cuando encontraba una imagen y me desesperaba cuando no hallaba nada. Y he hecho mía la frase del Dr. Florencio Escardó: “El olvido es en Buenos Aires un hecho definitivo; no es ni siquiera el no recuerdo: es la existencia, el desnacimiento, la reintegración a la nada”. Muchas veces me sentí como revolviendo la basura, porque tenemos la costumbre de tirar todo y todavía no hemos aprendido a valorar lo propio, sinceramente creo que todos somos responsables de no conservar la memoria colectiva de los orígenes teatrales (y no solo teatrales). Debemos cuidar nuestro patrimonio cultural. Este fue el tema fundamental, el de hallar las imágenes y hacer una edición en formato libro de arte, ya que permite una mayor comprensión al lector y también permite perdurar en el tiempo, porque ya sabemos que los blogs y demás, hoy están y mañana desaparecen, además el sistema de impresión de las imágenes en digital son de inferior calidad y también con el tiempo se vencen. No obstante fue un gran avance contar con Internet en medio de la pandemia. Recuerdo una frase de Borges que decía: “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros, hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua, en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros.”
-¿Qué dificultades encontró para reunirse no ya con las fotos, sino los datos buscados?
-Fue una tarea ardua y de dificultades inmensas, porque salvo el Instituto Nacional de Estudios de Teatro y algunas bibliotecas, existen archivos pero limitados, encima con la pandemia muchos estaban cerrados; por cierto las precarias condiciones económicas fueron determinantes, por eso me llevó tres años, finalmente le encontré la vuelta, a través de conseguir información por las Asociaciones de Socorros Mutuos de las comunidades de inmigrantes.
–¿Qué características debe tener un teatro para ser considerado histórico?
-Son salas que testimonian la historia de nuestra cultura teatral y la fecha de construcción nos refiere a una época concreta, no ajena a las circunstancias por las que atraviesa el país y al arte teatral en esos siglos, muy determinante en cada caso. Debo aclarar que no me formé en el mundo académico, sino en el estudio de artes y con los mejores maestros de teatro y de arte de mi época, y también por mi propia vocación en el mundo de la lectura que me llevó a escribir y rendirle “Homenaje a los maestros” en varios libros, a fin de rescatarlos del olvido, ya que no existían testimonios escritos, ni visuales de sus obras y sus enseñanzas. Sinceramente me considero una pionera, una militante de la memoria colectiva, a fin de preservar lo nuestro y defender nuestros derechos.
-¿Por qué incluye en el libro teatros comprendidos entre 1783 y 1930?
-Las fechas no son casuales, en 1783 se inaugura el primer teatro de la ciudad de Bs. As. “La Ranchería” dando comienzo a nuestra historia teatral. La última fecha, 1930, abre otra etapa, con el teniente general José Félix Uriburu que produce el primer golpe de Estado derrocando al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen y establece la dictadura militar. En 1930 también se funda el Teatro del Pueblo, iniciando la historia del teatro independiente que llega hasta nuestros días y merece otra investigación y publicación de un segundo libro con el mismo criterio del primero.
-Usted habla de la influencia de los constructores extranjeros en los teatros de Buenos Aires y cita el escenario “a la italiana” que sigue siendo usado hasta hoy. ¿Qué otros tipos de escenario había antes de la llegada de los arquitectos italianos?
-Respecto a la pregunta del escenario “a la italiana” que sigue siendo usado hasta hoy, debemos considerar que el primer teatro de ópera público en el mundo nació en el Teatro San Cassiano de Venecia en 1637 y la ópera era el género preferido por el público, incluido el nuestro y si bien en la época colonial “La Ranchería” de 1783 se construía precariamente a semejanza de los ranchos que existían en el barrio de la Misiones Jesuíticas, en pocos años, en 1838 el constructor italiano Santos Sartorio levantaba a pedido del Gral. Rosas una sala en forma de herradura, que programaba obras de teatro y arte lírico como le gustaba a su hija Manuelita. No solo fue la influencia de los constructores italianos, los criollos (más tarde los inmigrantes) lo requerían y no existió otro tipo de construcción de escenarios, salvo a partir de 1886 con el estreno de Juan Moreira, folletín de Eduardo Gutiérrez, representado por José Podestá y su familia en el escenario denominado picadero del Circo Criollo que se iniciaba en esa época.
-El Teatro Grand Splendid, incluido en su libro, ya no funciona como teatro, sino como librería. ¿Qué opinión le merece que haya sido destinado a otra función?
-Sinceramente, cada vez que paso por la librería, me horrorizo, haber perforado la platea y poner escaleras mecánicas como si fuera un centro comercial de negocios, me espanta, si bien es cierto que conserva en parte el estilo original y por ello lo puse en el libro, para recordar el pasado, pero sinceramente es patético y una violación a la Ley 4104. Nosotros somos responsables de cuidar lo nuestro. Necesitamos aprender a mirar y a recordar para recuperar la memoria colectiva y proteger nuestro patrimonio. También fue patético destruir el Teatro Colón primitivo de 1857, y no hubo voluntad política de salvarlo, como fue el caso del Teatro Nacional Cervantes que el presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear disponía de la adquisición por el Banco Nación, salvándolo de la picota y se vendía al Gobierno Nacional pasando a ser patrimonio de los argentinos.
-En muchos casos fueron los ciudadanos los defensores de esos teatros. El Teatro 25 de mayo es un ejemplo de una gestión exitosa de los vecinos para recuperarlo. ¿Conoce otras gestiones exitosas de ese tipo?
-Es un buen ejemplo, un caso loable fue salvar de la destrucción el Teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza, fundado por la misma comunidad barrial quien logró con la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Villa Urquiza exigir desde 1982 hasta el año 2003 que el jefe de Gobierno de la Ciudad, Dr. Aníbal Ibarra comprara el inmueble pasando a ser patrimonio histórico cultural y de carácter público. No conozco otra gestión exitosa de la comunidad, pero no puedo dejar de mencionar al empresario teatral Carlos Rottemberg quien salvo al Teatro Liceo fundado en 1872 «el más antiguo de Buenos Aires» que se mantiene en pie, gracias a su gestión al adquirirlo ante el peligro de cierre y remate del mismo. Hoy podemos valorar, disfrutar y agradecer a Rottemberg por su recuperación. En verdad no hay conciencia en la comunidad de hacer valer nuestros derechos de conservación determinada por Ley que ordena obligatoriamente a volver a construir otro teatro en el caso de demolición. Y son muchos los teatros demolidos. La prueba está que de la lista investigada por mí de la existencia de 153 salas entre 1783-1930, solo han quedado en pie unas pocas salas y he hallado documentación de apenas treinta y cinco. No hay más.
-¿Qué le ha parecido particularmente interesante de los teatros que incluye en su libro?
-Me ha conmovido que el Teatro Verdi de La Boca, inaugurado en 1901, todavía sigue funcionando con el apoyo de la comunidad boquense, el único que todavía está en pie de los muchos que existían en el barrio de los genoveses.
-Los libros que usted publica son una forma de preservación.
-Sí, en estos libros que mantienen la memoria, los autores ejercemos una manera de militancia (incluida yo misma) para que muchas de estas cosas no se pierdan de la memoria de los argentinos y aprendamos a defender todos juntos nuestro patrimonio. Si yo dejo abierta la puerta de mi casa, no va a entrar un señor para darme un ramo de rosas, va a entrar alguien que me robe y posiblemente me aniquile.