Lu Xun, Mo Yan, Lao Shen, Gao Xingjian, Wang Meng, Xu Ze Chen, Ha Jin, Wenguang Huang, Lin Yutang, Mai Jia y Qiu Xiaolong, son sólo algunos de los impronunciables nombres de escritores que a pesar de la creciente presencia global de China, siguen siendo un misterio para no pocos lectores. Su desconocimiento refleja una ignorancia aún mayor sobre una milenaria cultura que, en el caso de la literatura, ofrece capítulos tan insólitos como imperdibles. Como la historia del Premio Nobel no reconocido, la traducción que se animó a inventar un final feliz, el Mao poeta, el período de las cicatrices y la invasión de otros signos alfabéticos.

“La literatura china tiene un costado fascinante desde todo punto de vista, es una excelente entrada para conocer un universo diferente”, explica a Tiempo la semióloga Lelia Gándara, responsable del curso sobre Literatura china del siglo XX, que se impartirá a partir de mañana en el Centro de Investigaciones Artísticas (www.ciacentro.org.ar)

-¿Qué le diría a alguien que jamás leyó un libro de un autor chino? ¿Cuál es el valor distintivo de su literatura?

-Si hablamos de poesía, el peso de la escritura es muy fuerte y agrega capas de sentido que le dan otro interés. Pero si nos referimos a la narrativa del siglo XX, aparece como central toda la relación de la literatura con lo social, político e histórico. Aunque es justo decir que esta particularidad siempre estuvo presente. Los funcionarios chinos debían ser eruditos, tenían que aprobar exámenes imperiales muy rigurosos, en los que había que demostrar conocimientos de literatura, música y caligrafía, entre otras expresiones culturales. Eso sucedió hasta principios del siglo XX y dejó una impronta. No olvidemos que Mao fue poeta.

-Una tradición difícil de imaginar en la actualidad.

-Lo que pasa es que la cultura china es tan distinta, que la literatura se convierte en una excelente entrada para conocer un universo diferente.Tiene un costado fascinante desde ese punto de vista. En la literatura china es interesante la particularidad, los modos de vida, las reacciones de los personajes. Todo es distinto. Además, hay una estética que fue cambiando, que en determinado momento apuntó a cierto lirismo y luego a un realismo más duro.

-¿Se refiere al período de la revolución?

-Hubo una cierta política desde el Estado que comenzó antes del ´49, cuando se fundó la República Popular China, sobre qué tenía que hacer la literatura. En 1942, hubo un foro sobre arte y literatura en el que se trataron los lineamientos sobre lo que se debía poner en marcha. Hubo intervenciones de Mao y muchas discusiones, que finalmente fijaron lineamientos que tenían mucho que ver con el realismo socialista soviético de aquella época. La idea de una literatura para las masas se mantuvo durante un período pero, por supuesto, después cambió.

-¿Cómo reflejaron los escritores la etapa de la Revolución Cultural?

-Con la Revolución Cultural se dio un cambio muy interesante, fue un momento que dejó muchos traumas a nivel social. Después de aquél período muy intenso surgió lo que se llamó la “literatura de las cicatrices”. Son obras literarias en las que se retoman las vivencias de aquella época que fue del ´66 al ´76. A partir de 1977 surgen obras en las cuales se intentan exponer y curar esas cicatrices, esos traumas que habían quedado tras la Revolución Cultural.

-¿Esta “literatura de las cicatrices” se expresó puertas adentro de China o con los escritores que estaban en el exterior?

-Surge entre los que están en China. Muchos de los escritores que producen ese tipo de obras, después continúan con otras temáticas y hoy muchos de ellos son conocidos. Por ejemplo, está el caso Wang Meng, el autor de “La mariposa”, un libro que tiene mucho que ver con el período de la Revolución Cultural (editado en la Argentina por el Centro de la Cooperación). Más allá de aquella época, también hubo momentos de búsqueda de una vanguardia, donde empieza una nueva oleada de influencias de escritores occidentales, algo que estaba vedado durante la Revolución cultural. Vuelven a circular traducciones de escritores extranjeros, entre ellos Jorge Luis Borges, que es muy conocido en China. Y también Gabriel García Márquez, quien al principio fue traducido del ruso al chino.

-No entiendo por qué tradujeron del ruso a García Márquez y no lo hicieron de su idioma original.

-Precisamente, ése es uno de los problemas que aún persisten con algunas ediciones de autores chinos. Hay muchas traducciones indirectas, es decir, se traduce del chino al inglés o al francés y de ahí al castellano. Y se pierde mucho. Lo peor es que muchas veces ni siquiera se aclara que hay una traducción indirecta. Incluso, pasan algunas cosas curiosas: hay una novela de Lao Shen, que se llama “El camello Xiangji”, que al ser traducida al inglés no tuvieron mejor idea que cambiar su desenlace dramático por un final feliz.

-O sea, hicieron la traducción de otro libro.

-Exacto. Y después se hicieron otras traducciones indirectas de la misma obra que tomaron como válido ese final distorsionado. Hasta que finalmente se enmendó el error y algunas traducciones posteriores debieron explicitar en el prólogo que había una versión anterior con un final alterado. Increíble.

-Volviendo a la Revolución Cultural, ¿considera que hay que aún hoy son considerados tabúes?

-A nivel político sí, pero en la literatura es algo que está muy presente. Este autor Wang Meng sufrió un exilio interno, y cuando cuenta sus experiencias en aquella época, por un lado da cuenta del sufrimiento de ser señalado, pero por otra parte destaca la oportunidad que le dio esa etapa de conocer algo que ignoraba, de aprender otra lengua. Esa mirada china que las cosas nunca son completamente malas o buenas, si no que hay cierta complementación. Es una visión más matizada. Y ese tipo de mirada aparece en varios autores que fueron perseguidos en la Revolución Cultural, pero después cuando vuelven a hablar de esa época, rescatan cosas que ese tiempo les dejó. Conocimientos sobre sí mismos, regiones, pueblos o minorías étnicas. Siempre hay algo que rescatan. Porque hay que pensar que era muy fuerte ir a reeducarse al campo, bajo una consigna que implicaba abandonar tus esquemas previos.

-¿Cuándo se inicia la literatura moderna en China?

-Bueno, se remonta al comienzo del siglo XX. Es muy interesante porque hay una serie de intelectuales con un pensamiento muy potente que vale la pena conocer. El más famoso fue Lu Xun. China venía del siglo XIX envuelto en derrotas, con las dos guerras del opio, el ataque de los japoneses y las potencias occidentales que siempre lograban sus ventajas y establecían sus enclaves. China venía golpeada y había un movimiento contra la última dinastía Manchú, que miraba hacia occidente e incluso a Japón, como un camino para superar la crisis y acceder a un mundo más modernizado. Hubo momentos republicanos cuando cae la dinastía manchú, es un poco la temática que se retoma en la película “El Último Emperador”. Y en esa época hay una serie de intelectuales que están pensando cómo generar algo nuevo a nivel cultural. Entonces, Lu Xun viaja a Japón. Era un estudiante de medicina pero advierte que curar los cuerpos no servía de nada, si no se curaban las almas del pueblo. Entonces se dedica a la literatura como una función social, porque lo que quiere es incidir en la cultura. Y muchos de sus escritos van tender a eso, a poner en crisis algunas imágenes del chino común, para enfrentarlo con algunas nociones de atraso y mediocridad. Asi surge el llamado Movimiento 4 de Mayo, en el que hay una posición muy interesante con relación a Occidente, hay una mirada de cierta fascinación por sus avances y modernidad, pero por otro lado hay un sentimiento muy crítico porque de hecho, en ese momento, Occidente aprovechaba la debilidad de china para sus intereses. Entonces este grupo de intelectuales se plantea un posicionamiento respecto de la cultura que es muy interesante porque no ven el tema del arte con relación al goce estético únicamente. Están pensando en una función de la literatura que tiene que ver con lo social, con lo político.

-Un planteo que se dio no sólo en China.

-Ahí también surge otra explicación sobre la importancia del contacto con culturas tan diferentes, como la China. Estoy convencida que acercarse a una cultura tan distinta nos ayuda a entender mejor la nuestra. El otro nos devuelve una reflexión sobre temas que nos atañen. Algunas preguntas que me planteo sobre nosotros, al compararnos con China, es esta distancia entre la lengua escrita y la lengua oral y hasta qué punto en nuestra escritura no hay muchos recursos que tienen que ver con los de la escritura china.

-¿Cómo es eso?

-Desde principios del siglo XX, la escritura china empezó a verse sembrada, atravesada por la presencia de letras, de signos alfabéticos. Por ejemplo hay un cuento muy interesante de Lu Xun, que se llama “Una familia feliz”, en el que el autor se plantea dónde puede ubicar a esa familia, en medio del caos que era China.No se le ocurría dónde podía vivir una familia feliz. Entonces inventa una ciudad a la que llama “A”. Es muy interesante porque ves todo el texto escrito en chino y en el medio irrumpe la letra A, que viene de otro sistema de escritura. Por otra parte, en nuestra escritura cada vez ocurre con más frecuencia que utilizamos signos que ya dejan de ser alfabéticos. Es evidente en el caso de los emoticones de los chats y cierto tipo de escritura, pero también empiezan a aparecer siglas o caritas armadas con signos de puntuación y letras.

-Para terminar, ¿cómo es la historia del Premio Nobel de Literatura no reconocido por China?

-Es interesante. Además de Mo Yan, uno de los escritores chinos más conocidos, especialmente después de haber ganado el premio, está el caso de Gao Xingjian, que vive en Francia desde hace años y jamás dejó de escribir en chino, a diferencia de otros autores que residen en el exterior. El tema es que cuando se fue de China no lo hizo desde un lugar de disidencia, sino como un intelectual que viajaba a otro país para aprender idioma. Si bien había tenido algunos problemas porque hacía una literatura muy vanguardista, su ruptura definitiva se da en la época de Tiananmén. Fue un momento bisagra en el que muchos intelectuales dijeron “basta, hasta aquí llegué”. Ahí se manifestó en disidencia y es cuando le dieron el Premio Nobel de Literatura. Y China no lo reconoció.

-Pero, ¿es valorado por sus colegas chinos?

-Hay un cambio, si bien en esa época no se lo reconocía, hoy existente diferentes actitudes. En una conferencia realizada en México, en 2005, Wang Meng mencionó a Gao Xingjian y lo halagó. Y hace unos meses estuvo en Argentina un escritor llamado Xu Ze Chen, a quien le pregunté sobre su visión acerca de los escritores que escribían fuera de china. Y tuvo una respuesta muy interesante que está señalando que hay un cambio en la forma de ver las cosas. Recuerdo que me dijo que la perspectiva que tenían los escritores chinos que estaban fuera de china era diferente, pero creía que todos ayudaban a enriquecer la literatura china. Y la verdad es que me pareció una respuesta interesante, que estaba mostrando una postura mucho más amplia.