Las cartas, origen de tanta ficción epistolar, documentos del pasado, depósito de secretos de otros siglos, ventanas para asomarse a la intimidad, transmisoras del latido que evidencia la grafía, cobran hoy un doble valor como especie extinguida de la escritura. . Afortunadamente, si bien ya casi no se despachan cartas por correo, aún hay muchas por leer, sobre todo cartas de escritores y escritoras como es el caso de las que se reúnen en Ya te llegará. Correspondencia 1984-1997. Margo Glantz- Tamara Kamenszain, editado recientemente por Eterna Cadencia.
Como toda materialidad, también las cartas permitían ser atesoradas, guardadas en una caja o en un escondite secreto. Ni el mail ni el WhasApp ofrecen hoy esa posibilidad, son escritura impersonal y evanescente que transmite información pero carece de la vibración temperamental de la letra manuscrita, Ya te llegará es el hallazgo de un tesoro insospechado. Las descubridoras fueron Leonora Djament, Cynthia Edul, Florencia Garramuño, Mercedes Halfon y Malena Rey.
Según cuentan en el prólogo, la amistad entre ambas mujeres se consolidó cuando Tamara, su esposo Héctor Libertella y la pequeña hija de ambos, Malena, se exiliaron en México durante la última dictadura cívico-militar argentina. En ese país nacería Mauro.
La amistad entre las dos había comenzado poco antes porque sus respectivos padres eran amigos. El exilio profundizó la relación de amistad que continuó hasta la muerte de Tamara ocurrida en 2021. Es que, como dice Tamara recordando la primera noche de año nuevo que pasaron en la casa de Margo, “esa hospitalidad nunca se olvida”. Por eso, cuando con la llegada de la democracia Tamara y su familia regresaron a la Argentina, las cartas fueron la forma de prolongar esa amistad a través de la letra escrita.
Cartas, historia de un hallazgo
“Este libro comenzó a concebirse –cuentan las responsables del hallazgo en la nota a la edición – cuando encontramos, entre la variada correspondencia que Tamara conservaba en un cajón detrás de su escritorio, las cartas de Margo separadas con una bandita elástica. Mientras que el resto de sus cartas no tenían un orden preciso, las de Margo estaban ahí reunidas en alegre montón, señalando con más énfasis su existencia. Nosotras nos encontrábamos inventariando la biblioteca de Tamara y ordenando sus papeles, y haberlas hallado nos entusiasmó por la posibilidad concreta de reponer una conversación entre dos escritoras que admiramos.”
Y agregan: “Pronto le escribimos un mail a Margo y le preguntamos si ella también conservaba las cartas de su amiga. Su respuesta no se hizo esperar: los originales estaban en Princeton –donde se encuentra el archivo Glantz-, pero podía facilitarnos las fotocopias, que recibimos al poco tiempo de manos de Ana Negri, la escritora que hizo de mensajera entre Ciudad de México y Buenos Aires.”
Algunas de las cartas eran manuscritas y otras estaban mecanografiadas y corregidas a mano. También había entre el material hallado algunas postales que consignaron cuando les pareció oportuno hacerlo y que tienen en el libro una reproducción facsimilar.
Mientras todas las cartas de Tamara procedían de Buenos Aires, las de Margo habían sido enviadas desde México, Londres, New York y otros lugares del mundo.
Poner la vida dentro de un sobre
Cuando ambas mujeres se encontraron en México en 1979 se hallaban en el principio de sus carreras como escritoras que desarrollaron a través de esos años en medio de las vicisitudes políticas y económicas propias de los países latinoamericanos.
Durante el tiempo que duró su relación corrió mucha agua bajo los puentes. Separaciones, desgarros, dolores y también la afirmación de cada una en el campo de la escritura. En fin, la vida. Parte importante de esa vida quedó registrada en las cartas.
Por ellas circulan nombres de escritores y escritoras, comentarios personales, hitos importantes de la vida de cada una, reflexiones sobre literatura…Todo un mundo que permite asomarse al lado desconocido por los lectores, el que no suele verse en las entrevistas periodísticas y a veces apenas se deja sospechar a través de sus libros. En esas vidas que, en algunos aspectos se parecen a las de todos, pero en las que palpita el germen de la escritura.