Tal como lo informara oportunamente Tiempo Argentino, la semana pasada llegaron a la Argentina siete cuadros del pintor Ernesto Deira (1928-1986). Pertenecen a la serie “Identificaciones” y aluden a las torturas en América Latina. En 1971, luego de una exposición en Buenos Aires habían sido expuestos en la Sala Universitaria del Instituto de Arte Latinoamericano de la Universidad de Chile, en el marco de las celebraciones por la visita de Fidel Castro. El artista las creyó secuestradas y destruidas por el pinochetismo. Sin embargo, en 2003, el artista Luis Felipe Noé que integró al igual que Deira el grupo Nueva Figuración, supo que no era así. Luego de arduas y largas negociaciones, las obras llegaron el viernes pasado a la Argentina y fueron llevadas al Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) y emplazadas allí especialmente para la visita del mandatario chileno Gabriel Boric.
La serie está realizada en blanco y negro remedando la impresión de los diarios, lo que remarca su valor testimonial. En ellas es posible discernir personajes mutilados en alusión a la muerte de Ernesto «Che» Guevara, a los Derechos Humanos y a la Guerra de Vietnam.
En su visita al MNBA, el presidente de Chile se interesó particularmente por el destino de esas obras y por el largo proceso de repatriación tras la larga disputa con su país, las trabas burocráticas y las negociaciones bilaterales para que, finalmente, pudieran regresar a Argentina.
«Es un privilegio –expresó- estar en el museo y llenarme de arte. Tengo la convicción de que un buen liderazgo, en mi caso ser presidente, no es estar todo el tiempo ocupado resolviendo contingencias sino que también es importante pensar desde otras perspectivas. Acercarse a la verdad desde el arte nos hace muy bien a quienes tenemos este tipo de responsabilidades».
Además de conversar con Noé, sacó su celular para fotografiarse con él y también para guardar un Rothko. Además, se tomó unos minutos para analizar el avance del malón en Después de la Batalla de Curupaytí, el lienzo de Cándido López.
La visita se realizó ayer, 5 de abril, luego del mediodía. Boric llegó acompañado por la ministra chilena de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Julieta Brodsky y fue recibido por una comitiva de funcionarios argentinos integrada por el ministro de Cultura, Tristán Bauer; el director del museo, Andrés Duprat; y la directora artística de la institución, Mariana Marchesi. También acompañaron el recorrido el ministro de Defensa, Jorge Taiana; Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile; y Bárbara Figueroa, la nueva embajadora chilena en Argentina.
En su visita, que comenzó por la planta baja del Museo, el presidente chileno conversó con los hijos y nietos de Deira. Boric, que es un apasionado lector y tiene un gran interés por el mundo de la cultura, además de visitar el MNBA, en su visita al país recorrió librerías, escuchó música en el Centro Cultural Kirchner y recorrió el Museo de la Memoria de la ex Esma.
«¿Conocen ese poema de Benedetti dedicado al Che?», preguntó en un momento de la recorrida, visiblemente emocionado por las pinturas de Deira. Ante el silencio de sus interlocutores comenzó a recitar: «Dicen que incineraron toda tu vocación/ menos un dedo/ basta para mostrarnos el camino/ para acusar al monstruo y sus tizones/ para apretar de nuevo los gatillos/ así estamos/ consternados/ rabiosos».
«La unión y colaboración que tenemos chilenos y argentinos –agregó-va más allá del consumo y el dinero. Tengo el alma enriquecida y el corazón galopante por lo que hemos compartido estos días».
También visitó las salas del primer piso donde se exhiben CAYC Chile-Argentina 1973-1985-2022. La exposición olvidada y una lectura a cuatro artistas chilenos y la muestra homenaje Sara Facio: Fotografías 1960/2010, en la que Boric reconoció y celebró la foto icónica que la fotógrafa le hizo a Julio Cortázar.
Después, retomó la recorrida por las colecciones permanentes y le pidió a «Yuyo» Noé, sacarse una foto frente a su obra Introducción a la esperanza, de 1963. «¿Ese año ganó Boca, maestro?», le preguntó al artista al ver en ella los colores del club».
Reflexionó, además, sobre la relación existente entre los espacios culturales y el contexto. «Conocí este museo a los 22 años –contó- y quedé muy impresionado. Vuelvo y después de tanto tiempo y veo cómo la evolución de las sociedades incide en la curaduría. Ahora, por ejemplo, tienen una muestra de arte precolombino de manera permanente, hay una perspectiva de género y latinoamericanista. Es algo que estamos discutiendo en todas las dimensiones de nuestra vida»,