Sin duda, Borges por Piglia (Eterna Cadencia) es un documento histórico relacionado con la literatura argentina, pero sin pretender serlo es también un documento sobre la participación del Estado, en este caso a través de la TV Pública en colaboración con la Biblioteca Nacional, en la difusión de la cultura argentina que nos da la pauta de los cambios significativos en la concepción cultural que se produjeron en poco más de una década.

Alguna vez un presidente citó las novelas que Borges nunca escribió, pero más allá de su ignorancia sobre el tema, su error delataba que, según su criterio, un presidente argentino no podía dejar de nombrar a un escritor de la talla de Borges. Hoy han desaparecido por completo las citas de escritores en todas las intervenciones presidenciales y no sólo no se finge saber lo que no se sabe, sino que la ignorancia se ha transformado en bandera.  

En este contexto, la aparición de Borges por Piglia es doblemente celebrable.

“Las clases aquí reunidas –dice en la nota preliminar Daniela Portas que tuvo a su cargo el cuidado de la edición- fueron transmitidas durante el mes de septiembre de 2013 por la TV Pública en colaboración con la Biblioteca Nacional, un año después del ciclo Escenas de la literatura argentina, que tuvo el mismo formato”.  

Foto: Diego Paruelo

Y más adelante dice sobre su trabajo en Borges por Piglia: “Edité estas clases intentando recuperar lo más fielmente posible todo lo que aprendí durante el tiempo que trabajamos juntos (con Piglia).

(,,,) “Era importante para él mantener el tono de las clases, no disimular o disminuir las marcas de ese contexto original de enunciación, y a la vez, por supuesto, lograr que el resultado fuese un texto que diese gusto leer”.

Este objetivo está sobradamente logrado. Las clases no han perdido su impronta de tales, conservan las marcas de la oralidad y, al mismo tiempo, se leen sin los tropiezos y las pequeñas lagunas que a veces se completan con el gesto o la entonación, elementos que desaparecen al ser transcriptas.

Justamente, Edgardo Dieleke, quien asistió a Piglia en sus clases en la Universidad de Princeton mientras, a la vez, hacía su doctorado, marca la importancia de su gestualidad en las clases que impartía. “Ricardo –dice en el epílogo- tenía un tono y un procedimiento que se volvió un estilo y que tiene en Borges su principal precursor. Sus gestos son una clave de su puesta en escena”.

Piglia lee a Borges

Es indudable que Piglia era un erudito, un lector compulsivo que no podía concebir la vida sin la lectura. En alguna entrevista ha dicho que lo que le parecía más grave de la hepatitis no era tanto que hubiera que guardar cama muchos días, sino que el desgano que producía no permitía leer.

No siempre la condición de escritor y de erudito van juntas y en esto Piglia marca una diferencia. Su erudición no es un tic académico, sino el producto de su pasión lectora. Por eso, sus clases, dictadas desde la pasión, logran apasionar al auditorio. Además, él no es ni se presenta como el profesor que tiene todas las respuestas, sino como el escritor-lector que se formula todas las preguntas.

No por casualidad su primera clase es un intento de respuesta a la pregunta qué es un buen escritor, algo que alguna vez nos preguntamos todos aunque ésta como muchas otras preguntas no tenga una única respuesta y hasta es posible que no tenga una respuesta clara. Lo corrobora Piglia cuando dice: “Los escritores lo único que sabemos es lo que no queremos hacer (…)”

Foto: Clement / AFP

En esta clase Piglia plantea cuáles es la originalidad de Borges, qué “inventó”, indaga en el concepto de ficción  y también apunta contra el mito del sabio ciego, lo baja del pedestal de bronce en que se lo coloca y le devuelve su humanidad al explicar que, como todos los escritores argentinos, Borges tuvo que trabajar de otra cosa para poder  vivir. De este modo lo acerca  y, al mismo tiempo, acerca su literatura al quitarle solemnidad.

La clase concluye con una charla entre Piglia, María Pía López y Paola Cortés Rocca para dar después darles lugar a las preguntas del público presente. La intervención del público se da en las tres primeras clases, pero no en la última.

La segunda clase se titula La memoria. En ella Piglia comienza hablando de “La novela familiar”  de Freud para explicar de qué modo Borges construye su propio linaje, su propio mito de origen, algo que, según Piglia es común a todos los escritores. Ese mito de origen es el que enciende la máquina de la ficción.

Foto: Edgardo Gómez / Archivo / Tiempo Argentino

Por el lado de su madre, los antepasados de Borges fueron soldados y estancieros. Por el lado de su padre, en cambio, fueron eruditos, intelectuales, lectores de la Biblia. “De modo que antes de empezar a escribir –dice Piglia-, ya lo tiene todo, porque también tiene la historia argentina, lo tiene a Sarmiento, por el lado de la biblioteca, lo tiene a José Hernández, por el lado de la épica”.

Luego se referirá a la memoria y la oralidad, la gauchesca, los cuentos de cuchilleros y analizará algunos cuentos de Borges. La clase termina con una charla con Marcos Herrera y Germán Maggiori

La biblioteca es el nombre de la tercera clase. En ella se refiere a distintos modelos de lector: Kafka y Borges. Y aquí Piglia se refiere también a las cuatro veces que vio a Borges en su vida, lo que acerca aún más a un escritor que siempre aparece como lejano e inalcanzable. Cita, además, una frase de Borges que es clave en su manera de leer y, en consecuencia, en su manera de escribir: “Yo leo la filosofía como si fuera un rama de la literatura fantástica”.

El efecto de esta lectura, señala Piglia, es Tlon, Uqbar, Orbis Tertius. Y subraya lo que quizá es una de las claves de la literatura borgeana: la realidad no es sino un efecto de la imaginación.

La clase culmina con una charla con Luis Sagasti y Mario Ortiz sobre qué significa entender. Un verdadero lujo reunir a dos “excéntricos” de la literatura.

La cuarta clase se titula “Política y literatura”. En ella Piglia habla de Borges como intelectual de derecha, Borges conferencista, la literatura nacional, la ficcionalización de la ciudad y toma dos textos borgeanos: El escritor argentino y la tradición y El Aleph. La clase se cierra con una conversación nada menos que con Horacio González y Javier Trímboli.

La entrevista inédita hasta la publicación de Borges por Piglia que éste  y Mario Szichman le hacen a Borges es imperdible. Abarca desde el tema de la traducción hasta el cuento que Borges está escribiendo en el momento de la entrevista.

Borges por Piglia es de esos extraños libros que se leen con el placer con que se lee  una novela y son, a la vez, como se dijo, un documento y también  un texto de consulta permanente.