Hay artistas y escritores que ocultan su identidad y de esta manera construyen su propio mito. Entre los escritores, Thomas Pinchon es un caso emblemático, aunque se supone que alguien debe cobrar los derechos de autor cuyo monto no debe ser nada despreciable dada la cantidad de seguidores que tiene en diferentes países, la Argentina incluida.
En el arte callejero conocido como graffiti, Banksy lleva la delantera. No se sabe si es un hombre, una mujer, un colectivo, pero la aparición de sus obras siempre es noticia. Según lo informa la agencia DPA y lo reproduce Télam, ayer uno de sus trabajos apareció en la fachada de un edificio del sur de Manhattan que será demolido en pocos días. Se trata de un edificio de un solo piso en el que funcionaba un banco y que se convertirá luego de su demolición en uno de 13.
La imagen es conocida: una rata que gira dentro de la esfera de un reloj. La fotografía de este trabajo aparecida en la cuenta de Instagram del graffitero confirmaría su autenticidad, aunque habría que confirmar la autenticidad de la cuenta misma. Inmediatamente comenzaron las especulaciones sobre la imagen que, según los medios que debaten acerca de ella, podría traducirse como una competencia despiadada característica de la sociedad capitalista.
Más allá de los méritos plásticos de Banksy, quienquiera que sea, sus trabajos obligan a pensar en la naturaleza de lo que se considera efímero, como el arte callejero, siempre expuesto a la lluvia, el sol, las intervenciones de otros graffiteros, el pegado de afiches y hasta la demolición del edificio que es su soporte, como en este caso. Sin embargo, no todo lo que nace como arte efímero lo es realmente.
El escritor español Juan José Millás dijo alguna vez que se supone que la publicación de un libro tiene mayor trascendencia que un artículo periodístico porque es más perdurable. Sin embargo, a él le ha pasado en reiteradas ocasiones encontrarse con lectores que guardaban plegado en su billetera una nota vieja de él que por alguna razón los había conmovido. El papel estaba frágil, gastado en los dobleces, pero las palabras supuestamente pasajeras se empecinaban en perdurar y lo lograban. Como sucede con ciertos arreglos que se hacen en la casa para solucionar un problema inmediato, lo provisorio suele durar más que lo pensado como definitivo.
El tema del soporte material es desde hace tiempo tema de discusión. Se debate acerca de los diarios y los libros con soporte papel y se augura que terminarán vencidos para siempre por las pantallas. Nadie discute, sin embargo, sobre el pesado soporte que es un muro porque se supone que este tipo de construcción pertenece al espacio público y no puede atesorarse en una biblioteca privada o colgarse en una pared del living. También esto es relativo.
El muro de Berlín se vendió en trozos. Muchos querían tener algo de esa reliquia. Hasta hubo un empresario de medios argentino que hizo traer de Berlín varios bloques que colocó decorativamente en la entrada del edificio de su empresa. También las paredes pintadas por Banksy se parecen al muro de Berlín. Hay coleccionistas que atesoran trozos de paredes demolidas dibujadas por el artista callejero y pagan por ellas cifras que superan los 100.000 dólares. El mural que David Alfaro Siqueiros pintó en 1933 en el sótano de una propiedad de Natalio Botana, fue cortado, guardado y, luego de mucho tiempo, fue trasladado al museo de la Casa Rosada. Las pinturas de las casas pompeyanas sobrevivieron a los siglos y se convirtieron en rentable atractivo turístico.
A diferencia del flautista de Hamelin, Banksy no ideó un método musical para deshacerse de ellas, sino que, por el contrario, las diseminó por todas partes a través de sus pinturas hechas con stencil y aerosol hasta convertirlas en un signo de identidad. Sin duda, a estas ratas nadie se ocuparía de fumigarlas porque tienen un precio elevado, cosa que critican muchos de sus colegas del arte callejero que lo acusan de haber comercializado la rebeldía contra el sistema.
Se cree que este artista si es que en verdad se trata de una sola persona- nació en la década del 70, vivió el boom del aerosol que se dio en los 80 y recibió la influencia del grafitero francés Blek le Rat. Las famosas figuras de Miguel Ángel con chaleco antibalas, los girasoles de Van Gogh marchitos fueron algunas de las imágenes con que mostró su talento irónico y crítico. También intervino una pared del MOMA con un retrato antiguo de una mujer a la que le agregó una máscara anti-gas. En 2010 lanzó un documental titulado Exit Through the Gift Shop. Muchos creyeron que era una buena oportunidad para conocer su identidad, pero no fue así. Mientras tanto, la leyenda continúa.