Al ojearlo por primera vez, podría decirse que Según. Un autobibliografía, nuevo trabajo de Osvaldo Baigorria, se asemeja a un diccionario de citas o a una breve enciclopedia de fragmentos. Sin embargo, el libro editado por el sello Caja Negra trasciende esa mera cuestión formal que aparece en aquel primer contacto. Como se sabe, no es lo mismo estudiar un mapa que avanzar sobre el territorio, y por eso el mejor vehículo para ir más allá de ese límite que establece la forma es, por supuesto, la lectura.

En el prólogo, el propio autor explica el origen de Según: se trata de una compilación de extractos tomados de los distintos subrayados personales, que el tiempo ha ido acumulando en los libros que forman la biblioteca del autor. Pero no son fragmentos reunidos por el mero azar, sino que su elección responde a una serie de reglas establecidas por el propio Baigorria: extraer una sola frase (o párrafo) de cada libro, un solo libro por autor y que los subrayados hayan sido realizados por él mismo.

Es decir, se trata de textos amputados del contexto original en el que sus autores los concibieron, a los que Baigorria consigue infundirles un sentido unitario, propio, igual que los dioses le insuflaban vida a unos muñequitos de barro con solo soplar sobre ellos. Pero no es ese el único recorrido posible, sino que también la contigüidad de los fragmentos va generando tramas, líneas internas en las que es posible encontrar diálogos, acuerdos y discusiones.

Aunque el título del libro deja bastante claro el carácter de su contenido, el lector debe mantenerse atento. No vaya a ser que le pase como al que firma esta página, que por andar leyendo apurado terminó cayendo en la módica trampa que el autor les propone a sus lectores desde la tapa. Un juego de palabras que, con solo saltearse unas pocas letras del título, puede provocar que uno termine creyendo que lo que acaba de leer es una “autobiografía”.

La diferencia entre esta palabra y la que efectivamente Baigorria utilizó para bautizar a su libro es de apenas tres letras. Pero la distancia que media entre lo que ambas evocan implica mucho más, un abismo capaz de alterar la forma en que los lectores percibirán la obra. Una disrupción que parece mínima, pero que genera sentidos, los multiplica, haciendo que leer el libro valga aún más la pena.

Dispositivo Baigorria

El montaje realizado por Baigorria resulta tan estimulante que el deseo de imitarlo es enorme: dan ganas de escribir esta nota completa copiando, textuales, algunas de esas citas que él recoge en su libro. Una nota basada en la reescritura de fragmentos tomados de un libro cuyo autor, a su vez, le dio forma reescribiendo casi 340 textos ajenos.

Un trazado circular que no estaría nada mal: la duplicación del procedimiento le agregaría una nueva dimensión al juego abismal de los espejos enfrentados que proponen las páginas de Según. Sin embargo, en tiempos donde impera el oscurantismo antispoiler, quizás lo mejor sea evitar el sacrilegio de la revelación, para permitir que cada lector acceda a la experiencia de extraer por sí mismo los tesoros que Baigorria enterró en el papel, virgen de recorridos ajenos.

No como le ocurrió a aquella nena de nueve años a la que el destino cruzó en una estación de tren de campo con Erdosain. Parece que el protagonista de Los siete locos, de Roberto Arlt, según cuenta el propio personaje en la novela (y Baigorria reproduce), se encargó de desviar aquel encuentro hacia territorios obscenos, con el fin de revelarle a la niña, ahí mismo, el “misterio sexual” que, por supuesto, ella ignoraba. Se ve que a la hora de spoilear la vida, Erdosain no se andaba con vueltas. (Nota del Editor: el redactor había escrito que “Erdosain no se andaba con chiquitas”, pero ha sido corregido en la certeza de que es mejor evitar la Inquisición).

Osvaldo Baigorria
Foto: Coni Rosman

La trama que urden los fragmentos que Baigorria recogió en Según parece infinita, como si se tratara de un paseo por la Biblioteca de Babel. Sin embargo, sus temas no son tantos y se repiten, ramificándose en una estructura en forma de espiral. La vida, el amor, el sexo, la felicidad, el miedo, el olvido, la muerte. Y otra vez la vida. El resto son variaciones, a veces ingeniosas, siempre oportunas, que se encargan de reelaborar sin pausa este breve menú que apenas incluye dos o tres temas más, pero que partiendo de esa austeridad logra retratar el universo con una profundidad interminable.

Que el recorrido tenga entre sus atributos la capacidad de producir esa deliciosa complejidad es mérito de su autor, quien no solo demuestra ser un notable curador de apostillas ajenas, sino también capaz de convertir a esos fragmentos en plataformas sui géneris desde las cuales articular su propia mirada del mundo. Parado sobre hombros de gigantes, Baigorria consigue dar la talla.