Organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina (ALADA) entre el miércoles 7 y el domingo 11 de noviembre tendrá lugar la 12° edición de la Feria del Libro Antiguo, en el CCK (Sarmiento 151, CABA).
Participarán las librerías Alberto Casares, Anticuaria «Poema 20”, Aquilanti & Fernández Blanco, Galería Mar Dulce, Helena de Buenos Aires, Hilario Arte, Letras y oficios, L. Figueroa, La Librería de Ávila, Librería El Escondite, Libros La Teatral, Los Siete Pilares, Rayo Rojo, The Antique Book Shop, The Book Cellar & Henschel, Víctor Aizenman y Antiqvaria Durán.
Esta nueva edición contará con algunas joyas como un manuscrito colonial bonaerense, la primera edición del segundo libro de poemas de Jorge Luis Borges, Luna de enfrente, de 1925, firmado por el autor y mucho más.
El presidente de ALADA Lucio Aquilanti, de la librería Aquilanti-Fernández Blanco, dialogó con Tiempo Argentino sobre la Feria y sobre las particularidades del libro antiguo.
-¿Qué significa abrir la décimo segunda edición de la Feria del Libro Antiguo?
-Comenzamos hace 14 años, pero la Feria no se hizo de corrido todos esos años. Que esta sea la decimosegunda edición nos llena de orgullo y viene a ratificar que está definitivamente instalada en Buenos Aires. La gente espera, nos pregunta todos los años cuándo se va a hacer, porque Buenos Aires tiene una cultura muy grande en materia de libros antiguos, que otras ciudades de Latinoamérica tienen.
-¿Qué diferencia hay entre un libro antiguo y un libro viejo?
-Para la ley un libro es antiguo luego de los 100 años, lo cual es una arbitrariedad absoluta porque quiere decir que un libro de 1918 hoy no es antiguo y el año que viene sí. Pero en nuestro mercado –una palabra que no me gusta mucho-, en nuestro ambiente hablamos de feria del libro antiguo, librería de libros antiguos cuando hablamos de libros bellos, escasos, raros.
-Es decir que ustedes no miden la antigüedad sólo en relación con la edad del libro.
-No, por supuesto que no hablamos de libros nuevos, recién publicados, de novedades. Pero sí de cosas curiosas, exquisitas, a no ser que se trate de libros nuevos pero en tiradas muy breves de tres, cuatro o cinco ejemplares ilustrados por artistas plásticos con originales, dedicados por los autores. Ese tipo de libro también es considerado en el espacio de lo antiguo. Aunque no me gusta la palabra mercado, ese tipo de libros es un mercado para nosotros.
-A priori uno asocia antiguo con caro. Veo que este año, en la exposición hay un libro del siglo XV. ¿Cuál es el valor aproximado de estas piezas, a qué tipo de público va dirigida la Feria?
-Hay un público muy variado como es variada la temática de los libros, la especialidad. En la Feria va a haber libros del siglo XV o XVI y también de principios del siglo XX, libros en primeras ediciones de autores argentinos o de vanguardias literarias europeas. A veces las primeras ediciones de libros de autores argentinos son más baratos que los libros que se pueden comprar nuevos en una librería de cadena, por ejemplo. En una librería de este tipo, un libro puede costar unos 600, 700 u 800 pesos y en la Feria el Libro Antiguo también se pueden comprar libros de esos valores.
-Pero uno tiende a pensar que un libro del siglo XV tiene otros valores muy distintos, en general no accesible para la mayoría. ¿En ese caso quienes lo compran son, por ejemplo, los coleccionistas?
-Generalmente los compra, es cierto, un público más especializado pero no por un tema de costos. Hay libros de este tipo muy caros, de unos cuantos miles de pesos. Pero también hay libros religiosos del siglo XVII religiosos, por ejemplo, que se pueden comprar a veces por un puñadito de pesos. Hay gente que los adquiere por placer, por tener esa antigüedad, esa preciosura en casa, pero no necesariamente se trata de una persona adinerada ni de un gran coleccionista. En cambio, hay libros el siglo XX que pueden precios gigantes. Por ejemplo, primeras ediciones de Borges o libros que están ilustrados por Marc Chagall o Picasso. Si es del siglo XX pero tiene originales de dos grandes artistas, un libro de esos puede llegar a costar muchos miles en el mercado internacional. No es necesariamente la antigüedad lo que hace al precio y no es necesariamente el precio lo que hace al coleccionista.
-¿En una Feria del Libro Antiguo el libro pasa a tener más valor como objeto que como contenido?
-Claro, uno no va a leer un libro que está en un alemán gótico. Yo he comprado libros en determinados idiomas con la idea de que iba a aprenderlos para poder leerlos, pero que nunca estudié. Mucho menos voy a estudiar el dialecto bávaro del siglo XVII para leer un libro en caracteres góticos. Sin embargo, uno quiere tener esos libros porque son hermosos, porque es como poseer un pedacito de historia, de antigüedad y eso despierta la imaginación, moviliza. Esos libros llevan a que uno piense por qué manos anduvieron, por qué monasterios, por qué lugares. Eso no tiene nada de fetichismo. Muchas veces hay gente que dice “cómo compraron un libro por la encuadernación”. Y sí, se puede comprar un libro por este tipo de razones y no tiene nada de malo. Uno puede comprar una vasijita de barro, ponerla en una repisa y no darle nunca ninguna utilidad y nadie dice nada, pero si se compra un libro sólo porque es bello, parece que es un pecado.
-¿Usted es coleccionista y admira los libros como objeto?
– Yo soy coleccionista de libros de autores argentinos. Mucha gente me conoce por mi colección de Cortázar. Tengo la primera edición de Rayuela en el ejemplar más lindo y más perfecto que he visto nunca. Es un libro que se leía mucho, se prestaba, se leía de atrás para adelante, tenía muchas páginas, se le ponían dos o tres señaladores. Es un libro que pasaba de mano en mano y la mayoría de los ejemplares que hay están muy fatigados. Hoy una primera edición de Rayuela en Buen Estado cuesta unos miles de pesos, quizá unos 10.000, según el estado del libro. Yo tengo un ejemplar perfecto que guardo en una caja que le hice hacer. Cuando releo Rayuela, no la releo en ese ejemplar. A veces me dicen que la cuido como si fuera un tesoro, un fetiche. Y sí, así lo quiero, lo cuido y lo mimo. Ha sido expuesto en varias muestras tanto aquí como en el exterior. Ha viajado cuando fue el aniversario de los 100 años del nacimiento de Cortázar y es mucho más lindo ver ese ejemplar que uno todo fatigado. El trabajo del coleccionista y también del librero es preservar ese material para el futuro. Más allá de nuestra labor comercial de la que vivimos, también tenemos un eslabón en la cadena de la cultura y tenemos que proteger el patrimonio.
-¿Qué lugar ocupa Buenos Aires en relación con el libro antiguo?
-Buenos Aires es el polo más importante en este rubro en Latinoamérica. Le siguen México y Montevideo en una escala menor. México porque tiene una gran industria editorial y Montevideo porque es un país de pocos habitantes, un país chico. En la Argentina hay libreros del libro antiguo también en las provincias por lo que podría decirse que como país tiene una gran preponderancia y siempre está en una cierta vanguardia. Creo que esto se debe a la mirada que siempre tuvo hacia Europa y por la cantidad de libros que han venido de Francia, de Inglaterra, de Alemania, sobre todo después de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial y por el auge económico que el país tuvo en cierta época. Esa pasión por los libros se despertó aquí muy tempranamente. Basta pensar en Sarmiento, en Echeverría, en Alberdi que trajeron libros de Europa y los atesoraron. Más allá de su actuación política que puede ser discutible y para mí lo es, como coleccionista Mitre dejó un legado inmenso. Gracias a él tenemos un montón de material que se preservó y que no se fue a Brasil en una venta muy importante que se hizo en el siglo XIX. Él adquirió cierto material y se quedó acá, no fue a parar al Imperio de Brasil. Desde el coleccionismo privado se preservó un material del Imperio que lo quería adquirir.
-¿Cómo comenzó usted a relacionarse con el libro antiguo?
– Comencé muy chiquito a trabajar en la librería Fernández Blanco que hoy es Aquilanti-Fernández Blanco. La librería era hermosa continúa siéndolo. Tenía boiserie, mapas antiguos, un globo terráqueo, todo muy señorial. Venían compradores de Europa y la elogiaban, y yo pensaba lo que debían ser las librerías de Europa. Cuando comencé a viajar me di cuenta de que era tanto o más linda que todas las que pude visitar en Francia o en Inglaterra. Ahí me di cuenta de que Argentina ocupa un lugar muy importante. Me gustaría mucho que la gente se acercara a la Feria del Libro Antiguo, para que vea que hay libros antiguos que son accesibles y derribar el mito de que todos son muy caros. Pero, además, para que conozca el material y lo disfrute ya sea que lo compre o que sólo lo mire. No hace falta ir con una abultada tarjeta de crédito. Es un lugar de alta camaradería y mucha gente descubre que tiene en su casa pequeños tesoros que están puestos en valor en la Feria. No hay que ser un iniciado en nada. Muchas veces somos los libreros los que aprendemos de los clientes.
La Feria del Libro Antiguo se puede visitar el miércoles, jueves y viernes de 24 a 20; sábado de 14 a 22 y domingo de 15 a 20.