Hace cuarenta años un fletero y una ama de casa tuvieron un hijo: Sebastián Pandolfelli. Creció en el sur del conurbano y al ser grande, luego de un recorrido por variados trabajos, viviendo los finales de los noventa y la crisis del 2001, se inclinó por los caminos del arte para escapar de las presiones del sistema.
Tuvo su banda Los Barriletes Cósmicos y luego de estar un tiempo en el taller de Alberto Laiseca, en 2013 publicó la novela Choripán Social donde imagino un sindicato de choripaneros tomaban el poder. Ese universo con atisbos de un peronismo bastante presentes en la vida de Sebastian hoy lo refleja en Diamante su segundo libro, llamado así en memoria de su barrio, Villa Diamante, en Lanus. Desde allì aporta su mirada y su forma de interpretar al movimiento nacional Justicialista. De hecho para hacerlo el primero de estos relatos transcurren en una unidad básica, el día que perdió el legendario intendente Manuel «Manolo» Quindimil.
-¿Qué buscás reflejar en tus escritos y por qué?
-Contar una buena historia, reflejar algo de la realidad que nos toca y mostrar mi manera de ver las cosas que a veces es un poco ácida, como la máquina del mundo.
-¿Cuánto de ficción y cuánto de verdad hay en tu novela Diamante, contás parte de tu historia?
-Hay algunos elementos autobiográficos, algunas anécdotas reales y un par de historias que tomé de noticias de los diarios, porque cada tanto el barrio sale en la sección policiales. Tengo una antena receptora y estoy muy atento a lo que pasa, a la realidad, a cómo habla y de qué habla la gente. Con todo eso armé los relatos que construyen el libro. Diamante es raro en cuanto a la forma, porque transgrede un poco el formato clásico, es un libro de relatos que son autoconclusivos, o sea que se pueden leer en cualquier orden, pero a la vez arman una novela coral donde los personajes se cruzan para contar un mundo. Me llevó unos 9 años terminarlo, el primer texto es del 2008 y los últimos de hace unos meses. Hay ficción y realidad en un 50/50, pero dejo un poco librado al azar que el lector piense lo que quiera sobre qué cosas son reales y cuáles son ficción.
–¿Y siendo músico autogestivo, qué paralelo podés trazar entre el Rock y la política, cómo lo ves?
-El rock es, como toda manifestación artística, un hecho político. Desde hace años que se mercantilizó y el sistema se lo tragó, ahora el mensaje está pasteurizado, pero por suerte siempre van a aparecer voces nuevas a grito pelado que digan su verdad aunque los medios masivos no les presten atención. El rock es una actitud, más allá de las posturas de las estrellas o las giladas de las revistas y las supuestas radios del palo. La política en los últimos tiempos también tiene un mensaje pasteurizado, hoy parece que no hay propuestas, es todo globos de colores y teorías new age.
-¿Que significó para vos ser alumno de Laiseca, cómo fue tu relación con él?
-Lai para mí fue un maestro zen. Fue más allá del tipo con el que hice un taller, fue mi amigo. Y además en los últimos años de su vida fui su asistente. Tenía un carácter a veces difícil, pero nos queríamos mucho. Con él aprendí lo que es un escritor que vive a fondo la literatura, que lo importante es la obra, lo que queda de uno, y no las reseñas en los suplementos culturales de moda o que te inviten a las ferias.
-¿Por qué creés que Laiseca definió a Choripan Social como «Las Mil y Una noches de la pobreza y el delirio»?
-Creo que esa comparación viene porque a él le gustó muchísimo la novela. La escribí en el taller bajo su tutela y vio cómo yo iba creciendo como escritor. En Choripán social hay muchas historias y hay muchos metamensajes, links y datos que cuentan más de lo que se lee a simple vista y él agarró al vuelo todo eso. Es una novela que adentro es una caja de sorpresas y ante cada nueva lectura le vas a encontrar otra vuelta. Por eso.
-¿Qué reflexión hacés sobre el peronismo y la literatura? ¿Crees que el peronismo tiene material jugoso para escribir novelas?
-Antonio Cafiero dijo alguna vez: El peronismo da para todo. Sería imposible contar la historia argentina de los últimos años sin contar el peronismo. Imaginar este país sin peronismo es como imaginar el mundo sin Coca-Cola o sin los Simpsons. El ADN argentino es peronista. ¡Hasta el Papa dice que es peronista! El peronismo algún día va a conquistar el universo. Es un movimiento de masas tan grande que va desde antes de su propia existencia como tal, porque Rosas era peronista, hasta nuestros días, metamorfoseado en un millón de partidos. Hasta el infinito y más allá. Hasta hay algunos peronistas en el partido de este gobierno. Un oxímoron. El peronismo puede resistir hasta una invasión reptiliana. ¡Mirá si no va a dar material para la literatura! Hay un par de ensayos buenísimos sobre el tema, recomiendo Con el bombo y la palabra de Rodolfo Edwards y Cabecita negra de Mariano Pacheco.
-¿Recibiste comentarios de a algún personaje reconocido de la política al respecto de tu libro (ya sea positivo o negativo)?
–No creo que lo hayan leído. Se lo dí en mano a varias personalidades, incluyendo al filósofo chasco, el gurú del presidente, hijo de un gran filósofo. Choripán social es totalmente irreverente y me parece que no se tomó muy en serio entre intelectuales, porque se creyeron que sólo es un chiste. En cambio al público lector, le encantó. Fue un éxito entre los lectores. Al igual que a algunos de mis referentes literarios, esa novela le gustó a la gente y no le dieron bola los académicos o los suplementos culturales de medios masivos. Eso me encanta porque es lo que busco, que le guste a los lectores.
-¿Crees que la Argentina está repitiendo la historia?
-Argentina es una novela de Kafka en clave de realismo delirante. O como Una novela que comienza, de Macedonio, siempre estamos empezando otra vez. La única verdad es la realidad. Y nuestra realidad es un delirio.
-¿Crees que la literatura es una herramienta para cambiar la realidad?
-Me parece que si tenés la posibilidad de desarrollar una forma de comunicación artística que tiene llegada a otros, ya sea música, literatura, teatro o cualquier otra forma de expresión, hay que aprovecharla. Yo no creo en el arte como mero entretenimiento, creo que tiene que entretener pero a la vez hacer pensar al receptor. Vivimos épocas de mucha oscuridad, información manipulada, incomunicación e intolerancias varias, ahí es donde el arte debe intervenir para mostrar nuevas formas de ver las cosas. Al garrote se le gana desde el amor y el arte. Creo que todo hecho artístico es un hecho político, le guste o no al autor. Por eso si bien escribo para divertirme, también busco reflejar la realidad. O al menos mi forma de pensarla.