El 3 de septiembre se cumplieron cien años del nacimiento de León Ferrari, uno de los artistas más polémicos e importantes de la Argentina y de una gran proyección internacional. Para celebrarlo, el Museo Nacional de Bellas Artes organizó una gran muestra que iba a inaugurarse en el mes de abril, lo que no fue posible debido a la pandemia. El proyecto, sin embargo, sigue en pie y, además, la institución ya comenzó diversas acciones celebratorias que se extenderán por varios meses.
Andrés Duprat, director del Museo, conocedor profundo de la obra de Ferrari, con quien mantuvo una relación no solo profesional, sino también de amistad, dialogó con Tiempo Argentino sobre la muestra, las formas de homenaje que ya se pusieron en marcha y sobre las características particulares de la obra de un artista singular que entendió el arte como una forma de intervención directa sobre la realidad.
–Este año se iba a hacer en el mes de abril una gran muestra de León Ferrari en el Museo de Bellas Artes, pero se frustró debido a la pandemia. Entiendo que se pospuso para 2022. ¿Es así?
–Sí, esa muestra tiene un largo recorrido. Desde hace años teníamos la idea de hacer una exposición importante en el centenario de su nacimiento en 2020, no solo porque es un gran artista, sino porque nunca le habían hecho una muestra individual en el Museo Nacional de Bellas Artes y esa nos parecía una omisión importante. De modo que la muestra, además de celebrar su centenario tenía algo de reparación histórica, porque es inconcebible que un artista de esa talla dentro del arte argentino no haya tenido una muestra individual en vida en el museo más importante del país.
–¿Y cuál es la idea rectora de esa muestra?
–Se trata de una muestra antológica para la que convoqué a Cecilia Rabossi como cocuradora. Después de la muestra retrospectiva de 2004 en el Recoleta, que fue tan polémica y tan importante, y que amplió el público de León Ferrari, nosotros nos concentramos en ciertas constantes de su obra. Por eso se va a llamar León Ferrari. Recurrencias, porque tiene que ver con los tópicos u obsesiones sobre las que siempre vuelve a lo largo de su vida. Planificamos una muestra enorme de más de 200 obras que iba a ocupar el pabellón de exposiciones temporarias del Museo en abril de este año. Luego, unas 30 obras iban a formar parte de otras exposiciones celebratorias que se iban a hacer en Europa, en tres museos muy importantes: el Reina Sofía, el Van Abbe de Eindhoven, en Holanda, y el Pompidou. Cuando se dio la pandemia pensamos que si no era en abril, podríamos inaugurarla en julio. Pero no fue así por la situación que todos conocemos. En Europa los museos ya están abiertos con protocolos estrictos y aquí no, por lo que la muestra se inaugurará a fines de diciembre en el Reina Sofía y durante 2021 hará la itinerancia por Holanda y por Francia. Nosotros decidimos presentarla después de eso, en 2022 porque, incluso si los museos de aquí abrieran, no es conveniente hacer una muestra tan multitudinaria. Los museos europeos y asiáticos abren, pero con mucha cautela, no hacen muestras temporarias sino que muestran sus colecciones. Cuando abra el Bellas Artes vamos a hacerlo de una manera similar. Esperamos que en 2022 estén las condiciones para hacerla como León merece.
–Pero ya comenzaron las celebraciones.
–Sí, organizamos una serie de acciones. Por empezar, colgamos en el hall del Museo, en el único lugar visible desde afuera, su famosa obra del avión con el Cristo, La civilización occidental y cristiana. Aunque el Museo está cerrado, abrimos las puertas metálicas del medio y la gente que pasa puede acercarse y verla a través del vidrio. Es algo simbólico.
–Pero habrá también otro tipo de acciones, ¿no es así?
–Sí, y se pueden encontrar en la página del Museo. Por ejemplo, se nos ocurrió subir textos de él porque también era muy prolífico como pensador, reflexionaba constantemente sobre la realidad, sobre el arte y la política. También subimos un documental dirigido por Rubén Guzmán que es muy interesante porque en él, León aparece hablando de sí mismo, sin mediación. Se hizo en 2012 y él murió en 2013. Vamos a subir, además, otros materiales como entrevistas, una charla muy interesante con Yuyo Noé, unas obras de videoarte que hizo con Ricardo Pons. Además, convocamos a diversas personas que lo conocieron y estamos subiendo esos testimonios. León era tan querido que todo el mundo participa de muy buena gana. Uno de los testimonios que ya está subido es el de Noé Jitrik, que era muy amigo de él; el de Nora Hochbaum, que era la directora del Recoleta en el momento de la muestra tan polémica de 2004; el de Silvio Rodríguez, que le dedica un tema porque León tuvo una relación muy fuerte con Cuba; el de Ticio Escobar, el famoso curador paraguayo y director del Museo del Barro; el de una de sus nietas. Pero vamos a subir muchos más.
–¿La muestra contará con un gran catálogo?
–Sí. Eduardo Grüner escribe todo un ensayo para el catálogo de la muestra de 2022. Además, tendrá textos de Ferrari; de Rabbosi y míos como curadores; de Mariana Marchesi, la directora artística del Museo, y de Andrea Giunta. Además, contará con testimonios diversos porque son una manera de hacer un retrato de León en sus distintos aspectos.
–La muestra se llamará Recurrencias. ¿Cuáles son las recurrencias de Ferrari?
–León no era un artista que comenzaba una serie, la terminaba y no la retomaba más. Él volvía a ciertos temas en distintas épocas. Hay piezas que uno las puede recorrer en los ’60 y ’70, luego en 2000 y hasta avanzado el siglo XXI. Una de esas recurrencias tiene que ver con la escritura, un trabajo con lo textual, incluso con escrituras indescifrables. Desde el punto de vista conceptual me interesan mucho, por ejemplo, Carta a un general o el Cuadro escrito o lo que él llamaba “arte visual escrito”, que eran como descripciones de instalaciones imposibles de hacer que sólo se materializan en la mente del que lee. León es alguien a quien podemos parangonar con un artista renacentista.
–¿En qué aspectos?
–En el sentido de su humanismo, de su interés por el hombre y su circunstancia, de su interés por cualquier acción arbitraria, cualquier sometimiento, cualquier abuso de poder. Era una persona muy sensible y este es uno de los temas que atraviesan su obra de distintas maneras. La religión católica es otro de esos tópicos. Es la religión que el más conoce y en la que estamos inscriptos por un tema cultural de la civilización occidental y cristiana. Sobre esto tiene una serie de obras de distinta materialidad, como los collages, los objetos como el del avión y el Cristo. Él ensambla objetos distintos, incluso escritos en Braille. Este operativo de Ferrari se ve claramente en los collages donde él pone en diálogo dos imágenes disímiles creando un nuevo discurso que no es ni el de uno ni el del otro. Él junta un Cristo de santería con un bombardero de los que usaban los norteamericanos en Vietnam. Allí no hay una creación propia del artista, sino solo el acto de juntarlos y que eso implique otra lectura de los acontecimientos. Toma una obra de Man Ray y le graba un texto en Braille que está sacado de la Biblia y que alude a la castración sexual, por ejemplo. Esas combinaciones son muy lúcidas. Muchos dicen que era un poco panfletario o polémico.
–¿Coincidís?
–Creo que es verdad que eso es característico de parte de su obra. Por eso se armó tanto lío en la muestra de 2004 y también en otras. Pero él va al hueso, señala con ironía y desparpajo algo que es realmente dramático y grave. No es que se mofa de los símbolos religiosos, lo que hace es señalar, por ejemplo, que la religión católica tiene una influencia concreta en nuestras vidas. Por ejemplo, es una vergüenza que en este país no se haya aprobado la nueva ley de aborto y no tengo dudas de que eso es una consecuencia directa de esa formación que termina teniendo ese efecto concreto. Otra cosa que yo rescato mucho de él es que nunca fue un artista de nicho. Hay pintores pintores y escultores escultores que se mueven solo en el mundo del arte. Él era ingeniero y siempre tuvo una pata afuera de ese mundillo. Su obra no estaba dedicada a los investigadores y expertos. Él quería que llegara a la opinión pública, que no fuera algo de gueto. No se escudaba en lenguajes herméticos, sino que usaba un lenguaje absolutamente discernible para romper la burbuja del arte, para perforarla y poner las cosas en consideración de un público mayor, de manera que el arte pueda tener alguna consecuencia en la realidad El gueto del arte contemporáneo es un gueto muy indolente, donde todos aceptan todo porque nada tiene una consecuencia. León trabajó mucho para romper eso e instalarse en un lugar más democrático y de mayor acceso que, naturalmente, crea más polémica porque el mundo real no es tan indolente como esa burbuja.
–Vos lo frecuentaste mucho. ¿Cómo era como persona?
–La gente más prejuiciosa que conoció su obra pero no lo conoció a él piensa que era un tipo atormentado por los problemas del mundo. Pero no era así. Era alguien muy positivo, extremadamente inteligente y culto, tenía una gran alegría de vivir y valoraba las cosas simples de la existencia. Era muy buen amigo, muy buen padre, muy buen marido, muy buen abuelo. Era generoso y solidario. Tenía una posición muy humilde respecto de su trabajo. Recuerdo que en los ’70 hizo una presentación de sus obras en el Di Tella y un crítico dijo que eso no era arte. Él respondió: “Bueno, si no es arte, no es arte, cámbienle el nombre, pero yo voy a seguir haciendo lo mismo”. «