Este sábado 27 se conoció en la Argentina la noticia de la muerte de Almudena Grandes, a los 61 años, debido al cáncer que padecía y que se la llevó en poco tiempo (se le había diagnosticado en 2020). Fue ella misma la que informó sobre su enfermedad en una sus tradicionales columnas de El País, donde decía «He tenido que escribir algunos artículos muy complicados a lo largo de mi vida. Ninguno como este (…) Todo empezó hace poco más de un año. Revisión rutinaria, tumor maligno, buen pronóstico y a pelear, (…)»Mientras los altavoces de la Feria del Libro de Madrid lanzaban a los cuatro vientos los nombres de los autores que estaban firmando en las casetas, entre ellos el mío, yo estaba en el hospital con una complicación intestinal. Así comprendí que mi silencio había tenido un precio” Sin embargo, se manifestaba “Segura, confiada y fuerte”, y sin ningún tipo de autocompasión consideraba su enfermedad como «un aprendizaje, nunca una maldición, ni una vergüenza, ni un castigo«. Por eso formuló una promesa para el fin de aquella travesía de aprendizaje: «Tal vez reaparezca con pelo, quizás sin pelo, con una melena rizada o con el peinado de mi querida Josefina Báquer, como la llamaba mi abuela. Pero prometo solemnemente que volveré a sentarme en una caseta para firmar ejemplares y mirar a los ojos de mis lectores, de mis lectoras«,
Mientras tanto, un tanto aislada del mundo, se puso a jugar una partida de ajedrez con la muerte tratando de terminar su última novela, que resultaría póstuma. La primera había sido Las edades de Lulú, una novela erótica escrita con apenas 28 años que ganó el XI Premio de La sonrisa vertical y con la que hizo su entrada triunfal en la literatura.
A partir de allí se hizo una escritora conocida cuyos originales eran valorados y editados por las editoriales. La última de sus novelas publicadas fue La madre de Frankestein (2020), la quinta de la serie “Episodios de una guerra interminable”, que había sido precedida por Inés y la alegría (2010), El lector de Julio Verne (2012), La tres bodas de Manolita (2014)y Los pacientes del doctor García (2017). Se esperaba para el año siguiente el sexto y último de los libros que cerraría la serie, Mariano en el Bidasoa.
Dejó una obra inmensa entre la que se cuentan también las novelas Te llamaré Viernes (1991), Malena es un nombre de tango (1994), Atlas de geografía humana (1998), Los aires difíciles (2002), Castillos de cartón (2004), El corazón helado (2007) y Los besos en el pan (2015). Escribió, además, dos libros de relatos, Modelos de mujer (1996) y Estaciones de paso (2005) y uno de literatura infantil, ¡Adiós, Martínez! (2013), que integró la serie “Mi primer” de Alfaguara.
Es en El corazón helado donde se enfoca por primera vez en los exiliados españoles y sus descendientes. Esta novela podría considerarse como el punto de partida la saga Episodios de una guerra interminable, un friso de la historia del siglo XX en su país con cierto espíritu galdosiano. Un lector le preguntó alguna vez si la comparación que se hacía de sus textos históricos con los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós no le daba miedo, a lo que Grandes contestó: “Cuando a los toreros les preguntan si tienen miedo, suelen contestar que no, que lo que sienten es la responsabilidad de su oficio. Eso mismo es lo que me pasa a mí. Galdós ha sido, quizás, el escritor más importante para mí, como lectora y como escritora. Y no pretendo competir con él, Dios me libre, sino adoptar el modelo que creó en sus Episodios para adaptarlo a mis limitaciones y a la época en la que escribo. Es un riesgo, pero también un homenaje emocionante para mí.”
Historiadora y en algún momento escritora de entradas de enciclopedias, unió su familiaridad con la historia con su saber literario para darles voz los excluidos, a las víctimas, para constituir lo que Tereixa Constenla (El País, 27 de noviembre de 2021) llama acertadamente “una épica de los perdedores”.
Existen muchas formas de preservar la memoria histórica, desde la militancia a la literatura. También nuestro país, conoce qué ardua es la batalla contra el olvido que intentan imponer quienes cometieron los crímenes más aberrantes, desde la tortura al robo de bebes a los que les quitaron su identidad. Grandes eligió la rescatar la memoria de los años más sombríos de España a través también la literatura. Contestándole a otro lector dijo: “(…) espero que mi novela siga normalizando la memoria de aquellos años terribles, de los que todavía cuesta tanto hablar, porque fue una época en la que las autoridades aplicaron el terror de una forma constante y sistemática, creando situaciones de un dramatismo difícil de digerir con serenidad. Por eso es un tema que duele, del que no se habla demasiado. Y sin embargo, olvidarlo no es sólo enterrar una parte de nuestra historia, sino además condenar para siempre a unas gentes que no hicieron otra cosa que luchar para mantener viva la llama de la libertad y de la democracia en años muy oscuros. Yo creo que la democracia española tiene una deuda con ellos que aún no ha pagado.”
Como no podía ser de otro modo, en los frisos históricos de la historia de su país, figura también la Argentina que fue un lugar de refugio para los exiliados de la Guerra Civil Española. De hecho entre los diversos escenarios de Los pacientes del doctor García uno de ellos es Buenos Aires. Por eso, en 2017 la presentó en uno de los lugares emblemáticos de nuestra ciudad, El café de los Angelitos. Fue en el año 2017 y Grandes era entonces una mujer que desbordaba energía. De hecho, se necesita mucha energía para escribir una novela monumental de 700 páginas como la que venía a presentar. De abundante pelo negro y rasgos fuertes, emanaba vitalidad. Nada hacía prever en ese momento su prematuro final. La muerte no deja nunca de ser una sorpresa, pero en su caso desafía doblemente el sentido común. Fue una mujer sumamente intensa que escribió con una afiebrada intensidad.